(Artículo publicado en Diario de Tenerife, el 8 de octubre de 1903)
Han existido en casi todas las naciones regidas constitucionalmente. La república francesa del siglo XVIII ensayó primeramente una Asamblea única—llamada Convención Nacional, —análoga al antiguo Senado romano y al de Cartago, cuyos Bufetes semejaban a los Cónsules de su rival. También las repúblicas griegas tuvieron Asambleas únicas. Pero la italiana instituyó luego el Tribunado; y modernamente la citada república francesa creó dos Cámaras, llamadas Consejos el uno de los Ancianos, y el otro de los Quinientos. Hubo antes un Tribunado francés, que subsistió muy poco tiempo.
En Inglaterra existen desde ha muchos años las dos Cámaras, como en España y otras naciones; y han quedado, por decirlo así, suprimidas las Cámaras únicas. Sin embargo, hay que convenir en que durante siglos las Cámaras únicas subsistieron en Roma y en Cartago, y que a aquellas debieron su grandeza una y otra nación.
En realidad, la decadencia romana no procedió de aquella división de poderes, sino de la decadencia moral e intelectual de toda la nación. Esta pudo con sus dos cuerpos colegisladores subsistir largo tiempo, como subsisten las naciones modernas. Con una o con dos Cámaras, puede una nación marchar regularmente, y aún prósperamente, como lo demuestra la Historia, siempre que la cordura y sensatez dominen en ella; y por el contrario se acaba la verdadera libertad y se implanta el cesarismo, cuando aquella sensatez desaparece.
Ha sido siempre un error grave el de confiar en las formas más que en el fondo de las cosas. No es con innovaciones -de formula- como se regenera un pueblo. Las formas tienen indudablemente su importancia relativa; pero rara vez o nunca alcanzan a mejorar el estado social, si la sociedad misma no se presta a ello, si carece del buen sentido moral indispensable para observar y cumplir las leyes. Estas casi siempre son buenas; pero faltando la cordura y el respeto, no se cumplen o se cumplen imperfectamente. De nada vale entonces establecer innovaciones en aquellas; variarán más o menos y no por ello serán mejor observadas.
Por esas consideraciones se evidencia la razón de haber, en diferentes tiempos, marchado en progreso algunas naciones, sin que existiera en cada una de ellas más de una cámara. Y no por eso dejan de marchar bien otras, cada una de las cuales posee dos cuerpos colegisladores.
Aunque no hay necesidad de insistir acerca de ello, sin embargo, concluiremos estos breves apuntes con algunas reflexiones sobre el mismo asunto que nos ocupa.
Cuando en 1793 se proclamó en Francia la República, y se procedió a redactar una constitución, las opiniones se dividieron entre los dos sistemas, esto es, entre la institución de una o dos Cámaras. Muchos miembros de la famosa Convención Nacional querían una Cámara única, como la tuvieron en lo antiguo Roma, Génova, Venecia y algunas otras naciones (l); pero en el proyecto de Constitución prevaleció el criterio de las dos Cámaras, con igual derecho de veto la una sobre la otra. Esto se parecía mucho al Senado y el Tribunal romanos. Se buscaba, sin duda, el contrapeso que buscaban los antiguos italianos; se procuraba evitar la absorción del gobierno, digámoslo así, por un solo organismo central, que en Italia supeditaba toda la nación a su metrópoli, como en Franca iba a supeditar más tarde, la nación entera al gobierno central de la Commune. Pero algunas veces el remedio suele ser peor que el mal. La Italia antigua marchó prósperamente con una sola Cámara —el Senado,—mientras—hube en la nación la suficiente condena y buen sentido. Cuando perdieron los romanos o italianos sus virtudes republicanas, el contrapeso de las dos Cámaras no pudo salvarles, y hasta apresuró su caída. La rivalidad entre ambos cuerpos colegisladores llegó hasta el odio recíproco, y bastaba que uno de aquellos propusiera una ley, para que el otro la atacara.
Cada cuerpo de aquellos quería ser arbitro supremo, y dentro del mismo Cuerpo, había muchos individuos, cada uno de los cuales quería a su vez disponer de todo soberanamente. En tales sociedades, que podemos llamar de hombres niños aún, o sea de hombres que en ideas no han salido de la infancia, el cesarismo, absolutismo, dictadura o como quiera llamársele, viene por sus pasos y apresuradamente. La sociedad retrograda hasta llegar a su punto de partida.
SOMAR
(*) Además de esas antiguas repúblicas italianas, también tuvo Inglaterra su Cámara única, a Parlamento, a la caída de Carlos
(1) Es de notar que en movimiento liberal en los Británicos precedió muchos años al de Francia, como es bien sabido aunque; muchísimas personas lo ignoren o aparenten ignorarlo.