viernes, 31 de julio de 2015

DE COLABORACIÓN: Clericalismo



Artículo publicado en La Opinión el 22 de octubre de 1910



A los  que creen, o aparentan creer, que los liberales somos contrarios a la Religión, les brindamos las siguientes notas, que si algo prueban es que los que tal dicen, ni entienden la verdadera Religión, ni la cumplen, ni buscan otra cosa sino el medio de ganarse la vida cómodamente a la sombra del Altar.


«Epístola I de San Pedro, capítulo V —1 hasta 3 —. Ruego a los presbíteros que hay entre vosotros, yo que soy también presbítero como ellos, y testigo de la pasión de Cristo, que apacentó la grey de Dios, no como gente forzada, sino voluntariamente y según Dios; de ningún, modo por ansia o deseo de vergonzosa ganancia, sino,  enteramente de grado. Tampoco deben hacerlo buscando y queriendo tener señorío sobre la clerecía.»

San Pablo, el gran apóstol de ese nombre lo mismo que otros muchos Padres de la Iglesia, dicen y repiten en diversos lugares que a nadie son gravosos, sino que viven del trabajo de sus manos.
El mismo San Pablo en su Epístola a los Hebreos, capítulo XIII,—9 y 10,—refiriéndose a los antiguos sacerdotes de la Ley Mosaica, que se regalaban con las carnes de los sacrificios, y muchos de ellos tan sólo por eso tomaban aquella profesión, dice lo siguiente: «No os dejéis sacar del buen camino por doctrinas varias y peregrinas. Bueno es fortificar el corazón con la gracia, no con las viandas, las que no aprovecharon a los que anduvieron en ellas. Tenemos un Altar, del cual no tienen facultad para comer los que sirven el Tabernáculo.»


Ya se ve por estas citaciones, y otras muchas que podemos aducir, cuan diversa es la pura doctrina de Cristo, de las mil alteraciones y mistificaciones que han introducido en ella los falsos cristianos y vividores de oficio; los cuales conocen a la legua, por mas que afecten una mansedumbre y unción que están lejos de sentir. Esos son los sepulcros blanqueados de que nos habla el Evangelio. Sin embargo, hay que reconocer que entre tanto hipócrita, no deja de haber algunos hombres realmente virtuosos, de los que también puede decirse que son conocidos a la legua por todas aquellas personas que saben distinguir lo verdadero de lo falso. 




                                                                                                                                                  Chante-Clair.

jueves, 30 de julio de 2015

DE COLABORACIÓN: Caciquismo




 (Artículo publicado el 22 de diciembre de 1910 en La Opinión)
 Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

Mi amigo Ambrosio ha resultado últimamente enemigo declarado de los caciques y del  caciquismo, incluso por supuesto de toda clase de reyes, jefes de partido y cualquiera otra autoridad. Le he dicho varias veces que eso es resultar más que socialista, verdadero anarquista; pero me contesta que tan solo odia la inamovilidad de esos tíos. Los acepta tan solo temporalmente, por el plazo de un par de años, pudiendo ser reelegidos si su conducta es aprobada y se les considera dignos de continuar.

Y como en realidad hay un fondo de razón en el sentir de Ambrosio, me he limitado a hacerle presente que será difícil obtener su ideal, por cuanto en este mundo todos nos sentimos caciques, en nuestro fuero externo, y lo que es peor, no todos estamos dispuestos a renunciar a la posesión del mango de la sartén, una vez atrapado. El que no oficia de cacique es porque no puede o no le dejan, nunca por falla de disposición o voluntad.

Lo sé muy bien, me dice Ambrosio, y por ello me río de ciertos enemigos soi disants del caciquismo, precisamente aquellos que más echan chispas o dicen pestes contra el mismo; esos suelen ser los peores caciques, cuando atrapan el consabido mango. Por algo se dice que el peor enemigo es de igual oficio. Solo se hacen amigos cuando á entrambas partes resulta conveniente.

Como la sentimental Calipso por la ausencia de Ulises, o como Rackel por la muerte de sus hijos -no la Rachel o Raquel, mujer de Jacob, sino la de Rama en Palestina- mi amigo Ambrosio está inconsolable por la pérdida de su carabina, que en fuerza de hallarse desconcertada, la considera perdida.

En vista de su desesperación, hube de preguntarle para qué necesitaba aquel chisme, y me contestó enseguida: para matar al género humano. Hube de saltar algunos centímetros o milímetros, sobre el sillón que ocupaba. En efecto el caso no era para menos. Si la carabina de Ambrosio no hubiera estado descompuesta, de seguro me coge sin confesar el fin del mundo. Pero me repuse y le dije no extrañaba su resolución, que sería un segundo castigo análogo al Diluvio Universal; pero que al menos en el Arca se salvaron algunos justos, así hombres como animales en general.

Yo también respetaría la vida de los justos, me dijo; pero con igual resultado que tuvo la gente de Noé; ya sabes que a los pocos años o siglos estaba el mundo tan perdido como antes. Es cuestión de repetir la suerte tantas veces cuantas la sociedad se vicie; o lo que es igual es el cuento de nunca acabar. Si al menos el estado salvaje, o llámese patriarcal, ofreciera mejores garantías de moralidad, desinterés, altruismo o sea amor al prójimo; pero ni por esas, pues bien claro vemos que esa clase de pueblo resulta más bárbaro y cruel que ningún otro. Por lo menos, sus individuos son verdaderamente los que convierten el robo en legítima propiedad, y no reconocen otra ley sino la del más fuerte.

Tienes razón, Ambrosio, y no debes lamentar el mal estado de tu arma. Seguiremos viviendo con nuestra pepita hasta que Dios quiere hacernos mejores de lo que somos.

 Esto dije: pero me contestó inmediatamente. Dios sin duda no tiene grande empeño de mejorarnos, o porque quiere y no puede, o por lo contrario.

No es necesario tomar una medida tan radical, le añadí. Hemos recibido del Supremo Hacedor razón bastante para perfeccionarnos nosotros mismos; y en el caso a que al principio nos referíamos, todo está reducido para el mejoramiento social a que seamos un poco menos imbéciles y sepamos elegir acertadamente a nuestros representantes o llámense mandatarios.




Chante - Clair .

Chante-Claire

Siempre supimos que uno de los pseudónimos utilizados por Rosendo García-Ramos había sido Chanteclaire, pero no habíamos encontrado todavía ningún artículo publicado con este nombre que lo probara.

A continuación transcribimos en las siguientes entradas  de este blog algunos artículos publicados en 1910 en La Opinión bajo este pseudónimo, en la forma Chante-Clair.