Artículo publicado en La Opinión el 22 de octubre de 1910
A los que creen, o aparentan creer, que los liberales somos contrarios a
«Epístola I de San Pedro, capítulo V —1 hasta 3 —. Ruego a los presbíteros que hay entre vosotros, yo que soy también presbítero como ellos, y testigo de la pasión de Cristo, que apacentó la grey de Dios, no como gente forzada, sino voluntariamente y según Dios; de ningún, modo por ansia o deseo de vergonzosa ganancia, sino, enteramente de grado. Tampoco deben hacerlo buscando y queriendo tener señorío sobre la clerecía.»
San Pablo, el gran apóstol de ese nombre lo mismo que otros muchos Padres de la Iglesia , dicen y repiten en diversos lugares que a nadie son gravosos, sino que viven del trabajo de sus manos.
El mismo San Pablo en su Epístola a los Hebreos, capítulo XIII,—9 y 10,—refiriéndose a los antiguos sacerdotes de la Ley Mosaica , que se regalaban con las carnes de los sacrificios, y muchos de ellos tan sólo por eso tomaban aquella profesión, dice lo siguiente: «No os dejéis sacar del buen camino por doctrinas varias y peregrinas. Bueno es fortificar el corazón con la gracia, no con las viandas, las que no aprovecharon a los que anduvieron en ellas. Tenemos un Altar, del cual no tienen facultad para comer los que sirven el Tabernáculo.»
Ya se ve por estas citaciones, y otras muchas que podemos aducir, cuan diversa es la pura doctrina de Cristo, de las mil alteraciones y mistificaciones que han introducido en ella los falsos cristianos y vividores de oficio; los cuales conocen a la legua, por mas que afecten una mansedumbre y unción que están lejos de sentir. Esos son los sepulcros blanqueados de que nos habla el Evangelio. Sin embargo, hay que reconocer que entre tanto hipócrita, no deja de haber algunos hombres realmente virtuosos, de los que también puede decirse que son conocidos a la legua por todas aquellas personas que saben distinguir lo verdadero de lo falso.
Chante-Clair.