domingo, 23 de agosto de 2015

DE COLABORACIÓN: ¿Disciplina?


                   

                            Artículo publicado el 16 de marzo de 1911 en La Opinión
                              Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

A las reflexiones que hace hoy el «periódico conservador» de esta capital, se nos ocurre añadir dos palabras.
Aboga dicho Diario por la estricta disciplina de los conservadores en las islas occidentales del archipiélago; pero si esa disciplina, en este caso particular, conduce a suicidarse políticamente, ¿debe o no mantenerse?...
Ese es el caso concreto que hay que ventilar.
Nadie ignora que el Sr. León tenía grandes influencias, no sólo entre los liberales, sino también entre los conservadores, como que éstos le consideraban como uno de los suyos, y le mantenían en el alto y trascendental cargo de Embajador nuestro cerca de la nación francesa. Hasta se dijo y repitió varias veces que aquel señor iba a pasar al partido Conservador.
Nadie ignora tampoco que ambos gobiernos, liberal y conservador, tenían al Sr. León casi como arbitro de la política en nuestras islas, o como se dice en términos palaciegos, estaba encargado de ellas, según otros prohombres han estado encargados de otras provincias.
Ahora bien, ¿dónde íbamos a parar con tal disciplina? Claro es que íbamos a acabar de cumplir las aspiraciones de la isla de enfrente, después de lo mucho que ella ha logrado a la sombra del Sr. León, íbamos a ser despojados de nuestros más preciados a indiscutibles derechos, y decimos indiscutibles, porque lo son para todo aquel que sabe pensar.
¿No es sabido también que los gobernadores que se enviaba a estas islas eran antes consultados, si no designados, por el cacique teldeño? ¿Es menos cierto que igual o parecida fiscalización ejercía este en la elección de nuestros Diputados y Senadores? Hasta con otros nombramientos, tales como los de jefes de Fomento, de Estadística, de Ingenieros, etc., se entrometía en inmiscuir aquella especie de pesadilla que nos perseguía.
Todo ello motivó la saludable resolución de luchar a brazo partido, como suele decirse, contra semejante caciquismo, y de ahí nació la patriótica resolución de confederarse los electores, cualquiera que fuese su particular opinión política, en defensa de la patria chica. Lo mismo se ha hecho en otras provincias de España, cuando se han visto hastiadas de caciques.
¿Qué podían hacer por nosotros los diputados, conservadores y liberales, sometidos a la tan decantada disciplina?
Nada entre dos platos, dice el vulgo, y fuerza es confesar que la frase es tan vulgar  como gráfica. 


                                                                                                                   Chante-Clair.

No hay comentarios:

Publicar un comentario