martes, 4 de agosto de 2015

DE COLABORACIÓN: La disciplina



Artículo publicado el 30 de diciembre de 1910 en La Opinión

                                             Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC



Aunque ajenos tal vez al asunto, hemos de comenzar dedicando dos palabras a la polémica que ha ocupado varias columnas del diario matritense La Correspondencia Militar  en los últimos meses del año que finaliza; es decir, a la cuestión de Escalas. Los partidarios de la Escala Cerrada alegan como principal argumento en favor de su tesis, la consideración siguiente: A campaña se envía ordinariamente una corta parte del Ejército; en esa parte hay Oficiales que se distinguen, y por ello obtienen ascensos. Pero debe tenerse presente que la mayor parte del Ejército no fue a campaña, y de consiguiente la mayor parte de la Oficialidad no pudo obtener esas ventajas que obtuvo una corta minoría. ¿No entraña esto una injusticia? Porqué hay que convenir en que cualesquiera otras que hubieran sido las fuerzas llevadas a campaña, estas hubieran realizado iguales o quizá mayores hazañas que aquellas otras.


Oponen a ese argumento los partidarios de la Escala abierta la otra consideración de que, sin el estímulo de las recompensas, no se hubiesen realizado tales hazañas; pero nos inclinamos a los que juzgan, en los artículos citados de La Correspondencia Militar, de poca fuerza ese argumento, por que todo militar debe cumplir su obligación. Y en efecto, se nos figura que cuando vemos al enemigo próximo a arrebatarnos una bandera, una ametralladora, un reducto, etc., se nos figura, vuelvo a decir, que lo menos de que nos acordamos es de ascensos ni recompensas, sino que cumplimos nuestra obligación como los primeros.



Mas racional aunque a muchos parezca paradójico, nos parece el sistema de ascensos que se puso en práctica durante un período de la Revolución francesa de fines del siglo XVIII. Cada compañía o mejor dicho los soldados de ella elegían sus respectivos cabos, éstos a los sargentos, y así sucesivamente hasta el capitán; luego los capitanes del batallón elegían al comandante, y por ese orden continuaba la elección hasta el Jefe supremo. Bien entendido que esa elección general se practicaba periódicamente, cada uno o dos años.



Por lo demás, bien sabido es que los más afamados generales de la República y del Imperio en Francia, comenzaron su carrera de simples soldados, o con grados muy subalternos, debido casi siempre a la elección. Ordinariamente pasaban de la Milicia nacional al Ejército, con igual grado.
Todavía no hemos hablado propiamente de la disciplina, no la militar sino la civil, que es el objeto de estos renglones. Claro está que cada Jefe debe ser respetado y obedecido por sus respectivos subalternos. Pero entendemos que cada partido político se abusa de la Jefatura, y esto solamente puede corregirse sometiendo dicha Jefatura a la elección anual o bianual con derecho a reelección. También puede hacerse dicha elección por quinquenios.


Decíamos que se abusa de la Jefatura, a causa de la disciplina; y en efecto, hay casos en que ambos son incompatibles. Cuando el general Ortega arengó a sus tropas en San Carlos de la Rápita ¿le obedecieron éstas? Otros mil casos análogos pueden citarse; y contrayéndonos a las Jefaturas de partido, ¿habría mayor absurdo que llevar la disciplina hasta el punto de disponer el Jefe de la vida y hacienda de sus subordinados? Pues algo semejante acontecería llevándola hasta el punto de que el Jefe designe en todas y cada una de las Provincias a las personas que han de representarlas en las Cortes, y hasta a  las empleadas en las distintas dependencias del Estado.




No se si consciente o inconsciente, casi puede decirse que camino de eso vamos. Todos los partidos, hasta los más avanzados tienen sus Jefaturas más o menos inamovibles.


¿Es que todos somos monárquicos, y todos aspiramos a ser reyes absolutos?
Por que debemos tener presente que aún con Jefaturas amovibles, los tales jefes no deben intervenir en las Elecciones, que deben ser completamente libres; y esto es lo que si bien se pregona a los cuatro vientos en los periodos electorales, rara vez se cumple, a causa de la disciplina.


                                                                                                                                                  Chante-Clair.

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