ESTUDIOS GEOLÓGICOS
(Artículo publicado en la Revista de Canarias el 8 de abril de 1882)
Suelos terciarios
Henos aquí ya
llegados a los suelos terciarios, vasto y variado grupo de terrenos, entre los
que se cuentan muchos semejantes a los secundarios y aún a los primarios, que
hemos reseñado someramente en los artículos anteriores (1). Según ya tenemos
insinuado, los suelos terciarios comienzan generalmente a contarse desde la
gran formación cretácea, en que concluyen los secundarios; formación que por sí
sola constituye un terreno de transición, que unos autores agregan a los
primeros y otros a los segundos.
Además, esta
sección o grupo que ahora tratamos se divide en dos por muchísimos autores,
dando –respectivamente- los nombres de terciarios y cuaternarios a los diversos
terrenos en ella comprendidos. Nosotros, siguiendo nuestro método, que a la vez
lo es también de muchos y muy distinguidos geólogos, omitiremos la denominación
de cuaternarios, supliendo por ello la división que establecemos de los suelos
terciarios en varios grupos.
Como la naturaleza no ofrece, en ninguna parte, método verdadero en la colocación de los suelos, es decir, que en ninguna parte se hallan y ofrecen a la vista, con regularidad y orden, todos los grupos en que se ha convenido en dividir la corteza terrestre, resulta que en unos parajes solo se ven unos suelos, y otros en otros. Los terciarios descansan a veces inmediatamente sobre los primarios; y dentro de una misma sección se ve que en tales o cuales suelos están encima de otros que se les sobreponen en otros
(1) Muchísimos de los
suelos terciarios no son otra cosa que sedimentos y acarreos formados de
detritus de los secundarios y primarios.
Nosotros nos inclinamos al dictamen de los
autores que consideran absolutamente artificial la separación o división
de los suelos en secundarios y terciarios, lo mismo que la subdivisión de estos
últimos, para formar el orden cuaternario.
La creta, que es el límite adoptado para
establecer la primera de esas divisiones, no divide en realidad los suelos
llamados secundarios y terciarios, sino muy incompletamente. El terreno cretáceo
no se halla tan extendido como debiera estarlo para que sirviera de verdadero
límite o punto divisorio entre los dos órdenes precitados; y por otra parte, la
semejanza entre los últimos suelos secundarios y los primeros terciarios es
demasiado grande para que se les considere absolutamente de distinto orden,
sucediendo –respectivamente- lo mismo entre los terciarios y los cuaternarios.
Mr. Patrin distinguía tres grandes formaciones
cretáceas, que no juzgaba pudieran ser contemporáneas, y de las cuales atribuía
la primera en gran parte a la descomposición de materias procedentes de cuerpos
organizados; la segunda a volcanes cenagosos, casi todos ellos submarinos; y la
tercera a los acarreos procedentes de otros suelos calcáreos. Otros geólogos
admiten también varias formaciones cretáceas; pero se
inclinan a creer que son todas coetáneas
o continuas.
lugares; o bien faltan aquéllos absolutamente en algunos sitios
enteramente análogos a otros sitios en que se les encuentra.
¿Pueden los terrenos de esta sección ser divididos en series? Algo difícil e impropia nos parece tal división, por la gran variedad que aquí ofrecen ya los suelos y formaciones. Aún en la sección de los secundarios hay que prescindir de varias consideraciones y circunstancias, para decidirse a establecer la artificial división en series; bien entendido que estas series nada prejuzgan, ni tienen relación positiva con la edad respectiva de los terrenos ni con su manera de yacimiento.
Pero como ninguna otra división nos satisface
ni nos parece bastante justificada, o sea bastante marcada por la naturaleza, a
pesar de las pretensiones de algunos geólogos que manejan la corteza terrestre a
su albedrío; volveremos a buscar la huella de las series,
siquiera no sea muy fácil hallarla, ni muy pertinente el adoptar ese medio de
clasificación (1).
I.
En el primer grupo
nos parece deber comenzar por la serie arcillosa, que, como la calcárea, se
confunde con el suelo cretáceo en una multitud de lugares. Los señores Cuvier y
Brongniart descubrieron en este suelo una multitud de fósiles, hasta entonces desconocidos,
y demostraron que las aguas dulces y las saladas ocuparon en diversas ocasiones
y a muy larga distancia de tiempo una de otra, casi toda la superficie central
y occidental de la parte del mundo que hoy llamamos Europa. Es tal el número de
despojos de seres organizados que aquí aparecen, que sería muy larga su
nomenclatura, bastando con advertir en este lugar que dicha serie contiene un sinnúmero
de conchas, así marinas como terrestres -o sea de agua dulce y de agua salada- ,muchísimos
fragmentos de vegetales, muchos huesos de reptiles, de aves y de cuadrúpedos.
La serie arcillosa puede considerarse dividida en arcilla plástica, margosa,
calcárea, gipsosa, etc. La gipsosa y la calcárea abundan particularmente en
restos de crustáceos y de peces, y contienen también huesos de aves y de muchos
otros animales, terrestres y marítimos.
Georges Cuvier |
(1) Si nos fijamos bien en
la reflexión de que solo se conoce una porción casi insignificante del radio
terrestre -menos de sus dos milésimas partes, -comprenderemos que se ha abusado
no poco al disponer de esa leve corteza o película casi como si fuera del radio
entero para fundar y establecer grandes sistemas de formación de nuestro globo.
Se comprende, sin gran dificultad, que en dicha película pueden haber ocurrido mil
trastornos, aún después de existir en la misma seres organizados, quedando
sepultadas floras y faunas de épocas desconocidas, y de las cuales nada se haya
podido aún descubrir. Tal vez no esté lejos el día en que aparezcan restos de
seres organizados bajo los terrenos reputados por los más antiguos conocidos o
descubiertos en nuestro planeta.
Los señores
Desinarest y Prévost han llamado la atención acerca de unos cuerpos extraños
que aquí se encuentran, consistente cada cual en la reunión de seis pequeñas pirámides
cuadrangulares a base cuadrada, estriadas paralelamente a las aristas de las
bases, y unidas por sus extremos superiores, de manera que el conjunto afecta
la forma de un cubo.
La serie calcárea se compone de una multitud de formaciones, entre las que se cuenta el calcáreo lacustre o de agua dulce, el silíceo, el arcilloso, el arenoso, etc. Tiene -como queda insinuado- un número crecido de despojos orgánicos y en particular conchas, entre ellas las ceritas -que también aparecen en la serie arcillosa,- las lucinas, las citéreas, etc.; y con la particularidad de que varios lechos de estos calcáreos están formados exclusivamente de conchas muchas de las cuales, dice, no están aún del todo extinguidas.
La abundancia con que empieza ya a aparecer el yeso en estos suelos, y la potencia de algunas de sus formaciones, ha hecho a varios geólogos establecer aquí una serie gipsosa. Contiene ésta algunos esqueletos y osamentas de mamíferos, muchos de los cuales tienen bastante semejanza con otros que viven hoy.
La serie cuarzosa
se compone principalmente de suelos arenosos y de asperón, y de suelos silíceos
no arenosos. Unos y otros alternan entre sí, y alternan también con los otros
terrenos de este grupo, etc. Nos parece casi inútil decir que aquí, como en los suelos secundarios, se observan mil asociaciones de
terreno que sería prolijo enumerar, y también que los unos se hallan a veces
parcialmente comprendidos en los otros, y recíprocamente. Contienen también los
suelos de esta serie una multitud de conchas y otros restos de seres organizados;
y ofrecen en algunas partes una gran semejanza con los cuarzosos del orden
secundario, y aún del primario.
Pudiéramos
establecer aquí una serie feldespática, y tal vez alguna otra; pero ni estas
series están bien marcadas, según opinión de algunos autores, ni tenemos
espacio bastante para tratar de ellas. Sólo diremos dos palabras de la
carbonosa y bituminosa, que se compone de hulla y sobre todo de lignita.
Contiene también antracita y azabache, aunque relativamente en corta cantidad.
En la lignita aparecen a veces árboles enteros, y su madera se puede utilizar
para diferentes usos, pues hasta una parte de ella es preferible a la de
nuestros árboles actuales para la construcción de edificios (2).
Los bancos de lignita se presentan a veces en
las montañas y a una considerable elevación. En el departamento del Isére –Francia-
se ven tales bancos a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, y lo que es más raro, a más de
quinientos sobre el límite de la
vegetación forestal de aquel país.
(1)
Sabido
es que hay además muchas formaciones compuestas exclusivamente de corales, madréporas
y miléporas; y que hasta el día de hoy forman los pólipos grandes bancos de
terreno de esa clase.
(2) En estos terrenos hay también conchas, huesos y otros despojos
orgánicos, lo mismo que sucede en varios otros de que hablaremos luego, aunque
no siempre tengamos el cuidado de consignarlo o advertirlo
No nos detendremos en indicar diversas formaciones que no
constituyen serie en este primer grupo de las terciarias, pero que, sin
embargo, son notables bajo diferentes conceptos. Las hay volcánicas, las hay
sedimentarias, esquistosas y esquistoides, granitosas y granitoides; así como
también se encuentran brechas, pudingas, conglomerados de terreno procedente de
acarreo, etc. Debemos asimismo advertir
que en las series que reseñamos se encuentran suelos
esquistosos u hojaldrados, como también granitosos, etc., sin que sea preciso
que lo anotemos cada poco, porque eso sería alargar demasiado el presente trabajo.
II
En este segundo
grupo ya es más difícil señalar series, como lo hemos hecho hasta aquí, y tan
sólo nos es dado hacer alguna indicación en tal sentido. Comprende este grupo
los terrenos que algunos geólogos llaman aluviales antiguos y aluviales
modernos, que son casi los mismos que otros llaman mioceno y plioceno (1).
Las clases de
terreno que más abundan aquí son las pasamitas, pudingas, asperones, margas,
arcillas, calizas, etc. Sus fósiles son iguales o muy semejantes a los del
grupo anterior; y tanto en el uno como en el otro se ven huellas que indican
que las aguas cubrieron diferentes veces casi toda la tierra (2).
(2) De ahí proviene la denominación de aluvial dada por los autores al mismo
grupo.
Son muchos y muy extensos los terrenos que
aparecen en este grupo -y aún en los inmediatos-formados de piedras rodadas y
redondeadas, lo cual indica la permanencia de las aguas, durante mucho tiempo,
sobre la superficie. También se observa en el mismo que esas formaciones todas
no son coetáneas, y que, de consiguiente, el agua cubrió diferentes veces una
gran parte de la tierra. De ese y otros datos se ha partido para establecer dos o mas grandes diluvios -y también un período glacial- en aquellas remotas
épocas.
Sin embargo, también aparecen en el mismo
algunas formaciones volcánicas, y otras que parecen ser de sustancias caídas de
la atmósfera, lo cual sucede también en los grupos anteriores y posteriores. En
lo que no cabe duda es en que las grandes inundaciones o diluvios antedichos
debieron acaecer en épocas muy distantes entre sí, aunque dentro del período
terciario.
En particular es notable este grupo por la muchedumbre de
osamentas que en él aparecen, no sólo de aquellas clases de animales cuyos restos se
encuentran en los suelos anteriores, sino también de ciervos, antílopes,
caballos, bueyes, elefantes, y otros semejantes a los actuales. Se ha creído
reconocer aquí restos de simios y de diferentes clases de cuadrumanos; pudiendo
también referirse al mismo grupo de terrenos algunos suelos en que aparecen ya
restos humanos, o por lo menos, ciertos objetos que llevan ya la huella de la
industria del hombre.
III.
El tercer grupo, que suele dividirse en varias
secciones, comprende todos los terrenos de edad posterior al plioceno.
Desígnásele por algunos autores con el nombre de terreno moderno, o
post-plioceno; y aunque abarca suelos de muy distintas clases y de muy
distintas edades, nosotros hemos creído conveniente no establecer aquí división
alguna en el mismo, porque -como hemos dicho ya anteriormente- sólo hacemos una
somera reseña de las principales formaciones.
Este grupo presenta una multitud de
formaciones parciales que tienen gran semejanza con las de otros grupos
anteriores, y en las que, efectivamente, se encuentran detritus de casi todos
los suelos secundarios y aún primarios. Véanse aquí formaciones sedimentarias- inclusos
los acarreos, -formaciones volcánicas -incluso los cienos, tobas y cenizas, -y
algunos terrenos metamórficos. Las traquilas y basaltos constituyen aquí poderosos
bancos, que alternan con pasamitas, con aglomerados o turbas y con terrenos de sedimento. Los terrenos de
este grupo son los más conocidos en cada país, y de consiguiente, los que han
sido mejor y mas extensamente descritos. Por la misma razón se hace algo menos
necesario hablar aquí de ellos, debiendo contraernos tan solo a hacer algunas
ligeras indicaciones respecto a un gran número de nuestros suelos canarios, que
pueden considerarse comprendidos en este grupo (1).
Dominan aquí las formaciones basálticas y traquiticas;
pero alternan frecuentemente con otros productos volcánicos y aún
sedimentarios. En particular, las tobas y las lavas escoriaceas se ven a cada
paso alternar con los basaltos. También hay poderosas formaciones calcáreas, y
diferentes otras, aunque estas últimas rara vez ofrecen la potencia de los
basaltos. Hay asimismo muchos suelos de acarreo, y aún brechas, pudingas y
granujas conglomeradas, así como también lechos de obsidiana
(I) Se han
ocupado ya de la descripción de los suelos de estas islas, autores de conocida
reputación, entre ellos Humboldt, Buch, Cordier, Sainte- Claire Deville, Hartung, Lyell, Reiss, Fritsch, y otros.
Henri Étienne Sainte-Claire Deville |
Alexander Von Humboltd |
La simple
inspección geognóstica de algunas de estas islas, demuestra los miles de años
que cuentan ya de existencia fuera de las aguas, a pesar de que en ellas se ven
casi exclusivamente suelos terciarios y cuaternarios. Solo un número muy grande
de siglos ha podido abrir esos valles de erosión y tajos marítimos -cantiles de
las riberas- que en las mismas se observan. En algunos parajes de estas riberas
se nota que a un cantil sumamente elevado sigue o sucede otro muy bajo, que no
se explica fácilmente cómo confina o sirve de continuación a aquél; pero así
que se estudia la disposición del terreno, se conoce que aquel efecto es debido
a un hundimiento, como puede verse en la ribera de Santa Cruz, la de Güímar y
otras en esta isla de Tenerife. Muy rara vez se puede atribuir aquí a
levantamiento esa súbita y enorme diferencia de altura de la ribera.
En las formaciones basálticas
abunda el pirójeno, que en diversos parajes constituye casi toda la pasta del
basalto.
Es cosa fuera de duda que los suelos mas bajos
que han podido descubrirse en nuestro archipiélago son casi todos basálticos o
traquíticos; pero como sobre algunos de estos mismos suelos aparecen lechos fosilíferos
que, según opinan los señores Lyell, Fritsch y otros geólogos, son coetáneos
del período mioceno, resulta que dichas formaciones basálticas y traquíticas deben
referirse al mismo período, o bien hay que tomarlas como mas antiguas aún.
También opinan los dos autores citados, que el
monte Teide y varios otros inmediatos al mismo son de formación muy posterior a
la de aquellos lechos basálticos y traquíticos que forman la base general de
estas islas, y también a la cordillera de Anaga, en la de Tenerife -y por ende a
varias otras de Gran Canaria, Palma y Gomera.-Sin embargo, y aunque es
innegable que el cono volcánico que se denomina Teide es de formación
relativamente moderna, ignorase la antigüedad que podría ya contar el volcán que
produjo al mismo cono; volcán que, acaso, en épocas antiguas, pudiera haber
ofrecido un cráter semejante al que se admira en la Palma. Tal vez el circuito
de montes que forman las cañadas -junto al Teide -no sea otra cosa que una
parte de los bordes de aquel antiguo cráter.
En Gran Canaria hay también un cráter
notabilísimo, el llamado de Tirajana (1), y otros que acaso no lo sean menos,
los de Tejeda y de Bandama. Algunos de ellos pudieran, tal vez, haber sido
mucho más considerables antiguamente, y haber formado con sus deyecciones una
gran parte de los suelos volcánicos que se extienden por casi toda la isla.
Teide |
Cordillera de Anaga |
Caldera de Tirajana |
Caldera de Bandama |
Caldera de Tejeda |
Debe tenerse en cuenta que muchos de los cráteres
que hoy se ven en estas islas, y en otras regiones del mundo, no son más que el
último resultado o sea el resultado actual de una serie de erupciones acaecidas
en diferentes épocas, que han venido sucesivamente elevando la tierra, o sea
cubriendo con nuevas deyecciones las deyecciones antiguas; por manera que,
ocultas como están ya las antiguas formaciones que produjeron, bajo las otras
posteriores, no se sabe ni siquiera aproximadamente desde cuando existen esos
focos ignovomos en la superficie terráquea.
En la moderna obra de los
señores Fritsch y Reiss sobre la geología de nuestras islas, se leen algunas apreciaciones
notables acerca de la formación de Tenerife y otras del archipiélago,
apreciaciones de las cuales no creemos deber tratar detalladamente aquí. Así
sólo mencionaremos someramente ciertos particulares que nos parecen dignos de
(1) Algunos
naturalistas se inclinan a creer que el gran crater de Tirajana, y aún el de
Taburiente, no son volcánicos, sino cráteres de hundimiento y de erosión, como
tantos otros análogos que se encuentran en diferentes países. Pero la mayor parte
de los geólogos que han visitado nuestras islas creen probable que, al menos el
de Taburiente -isla de la Palma-
sea realmente volcánico, es decir, formado por las erupciones, aunque agrandado
después por la erosión.
Los cráteres de hundimiento también son en
cierto modo volcánicos; porque suelen formarse a causa de las cavidades que los
volcanes dejan bajo la superficie terrestre.
Lyell hablando del precitado cráter de la isla
de la Palma , expone
algunos argumentos en favor de la tesis de formación por la acción de las
aguas; lo cual no excluye el previo hundimiento del terreno, que, en tal
caso, nos parece forzoso admitir.
Caldera de Taburiente |
tenerse en cuenta en este trabajo. Dichos autores opinan
que, bajo las lavas terciarias o cuaternarias que forman casi totalmente el
macizo de dicha isla, así como en gran parte las islas de Fuerteventura, Gomera y Palma, existe una
gran formación diabásica y algunas otras. Además, entre las mismas lavas y
rocas eruptivas de Tenerife, aparecen algunas otras diabásicas y porfídicas, que
revelan mayor antigüedad que aquéllas.
Llaman la atención sobre la marcada diferencia de edades
que se nota entre las mismas formaciones conocidamente volcánicas que se ven en
la citada isla; y suponen que ella ha resultado tal cual hoy la vemos, por la
reunión de otras dos o tres islas más antiguas, reunión debida a la elevación
del suelo submarino, o a meras erupciones sobrevenidas en éste, en los espacios
que separaban aquellas islas o islotes parciales; los cuales islotes también
fueron casi totalmente basalticos, con algunas formaciones traquíticas, como aún
se nota en la región de Anaga y en algunas otras. Después de formada la isla de
Tenerife -añaden, -en ella han
sobrevenido diversas series o épocas de erupciones volcánicas, y además, el
larguísimo período de tiempo transcurrido ha hecho que se formen por la erosión
de las aguas una infinidad de valles y de tajos marítimos. Dicen que la base
del Teide se halla principalmente constituida por lavas traquíticas y
fonolíticas, y que en el resto de la cumbre, hasta las inmediaciones de la
ciudad de La Laguna
predominan las basalticas, como generalmente en toda la isla.
Finalmente, los
señores Fritsch y Reiss opinan que la actual isla de Tenerife estaba ya
comenzada a formar desde principio del período mioceno medio –de la época
geológica llamada terciaria (1) -o quizá desde mucho antes, pues dicen que en
aquel período se hallaba ya formada una gran parte de la misma isla, oculta o
no, en el seno de las aguas.
ROSENDO
GARCÍA-RAMOS
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