sábado, 20 de diciembre de 2014

AYACUCHO (II)



                      (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 20 de junio de 1902)
                             Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC


(Conclusión)

El general sucre, en su brioso caballo de batalla, recorría la línea, y deteniéndose en el centro de ella, dijo con entonación de voz que alcanzó a repercutir en los extremos.

«Soldados: cielos esfuerzos de hoy pende la suerte de la América del Sur. ¡Que otro día de gloria corone vuestra admirable constancia!»

Y espoleando su fogoso corcel, se dirigió hacia el ala que ocupaban los peruanos.

Los batallones contestaron con un estruendoso ¡Viva él Perú!; y rompieron el fuego sobre la división de Valdez, que había tornado, ya la iniciativa del combate. Era en esa ala donde la victoria debía disputarse más reñidamente.

Entre tanto la división Monet avanzaba sobre la de Córdova, y el coronel Guías—de ésta última, —que mandaba el antiguo batallón español Numancia- cuyo nombre cambió Bolívar por el de Voltígeros, — dijo a sus soldados: «Numantinos!: ya sabéis que para vosotros no hay cuartel. En, a vencer o morir matando»

Córdova, ese valiente paladín de veinte y cuatro años, se apeó del caballo, y alzando su sombrero en la punta, de su espada, dio esta original voz de mando: «División. De frente. Arma a discreción, y paso de vencedores». Y dando una irresistible carga a la bayoneta, sostenido por la caballera de Miller, sembró pronto el pánico en la división de Monet.

Sospecho—prosigue diciendo aquí D. Ricardo Palma, -que también la historia tiene sus pudores de niña melindrosa. Ella no ha querido conservar la alocución del general Lara a la división del centro, proclama eminentemente cambrónica —o sea semejante a la del general Cambronne en Waterloo. —Pero la tradición no la ha olvidado; y yo tradicionista de oficio, quiero consignarla. Si peco en ello, pecaré con Víctor Hugo, es decir, en buena compañía. La malicia del lector adivinará los vocablos que debe substituir a los que yo estampo en letra bastardilla. Téngase en cuenta que la división Lara se componía de llaneros y gente cruda, a la que no era posible entusiasmar con palabritas de salón:

«¡Zambos del  espantajo!, les gritó: Al frente están los godos puchueleros. El que manda la batalla es Antonio José Sucre, que como sabéis, no es ningún cangrejo. Con que así, apretarse los calzones... y a ellos»

Y tan furiosa fue la arremetida sobre la división Villalobos, en la cual venía el virrey, que nuestro batallón Vargas no solamente logró derrotar el centro enemigo, sino que acudió en auxilio del general Lámar, cuyos cuerpos cedían terreno ante el bien disciplinado coraje de los soldados de Valdez.

Secundó a Vargas el regimiento Húsares de Colombia, cuyo jefe—el coronel venezolano Lorenzo Silva —cayo herido…

A las doce del día, el virrey Laserna ligera mente herido en la cabeza, se encontraba prisionero de los patriotas. La rivalidad entre Canterse, favorito del virrey y Jefe de E. M. de los españoles, y Valdez, el más valiente, honrado y entendido de los generales realistas, influyó algo para la derrota. El plan de batalla fue acordado sólo entre Laserna y Cantabria, y al ponerlo en conocimiento de Valdés, tres horas antes de iniciarse el cómbate, éste murmuro al oído del coronel de Cantabria: « ¡Nos arreglaron los insurgentes! Ese plan de batalla han pedido urdirlo dos frailes, no dos militares. Los enemigos nos habían hecho flecos antes de que ganemos las faldas del cerro; y aún superando este inconveniente, no nos dejarán formar línea ordenada de batalla»

Desbandada su división, que en justicia sea dicho, se batió admirablemente, Valdez descabalgó y sentándose en una piedra dijo con estoicismo: «Esta comedia se la llevó el demonio. ¡Canario! De aquí no me muevo y aquí me matan»


 Un grupo de sus soldados de quienes era muy querido, le tomo en peso: y consiguió transportarle algunas cuadras fuera del campo.

Aquí dejamos el relato de Palma, que nada más añade de esencial al suceso que  bosquejamos.

Vamos a terminar la relación de este triste episodio de nuestras guerras coloniales, con dos palabras sobre sus principales protagonistas. Del famoso Don Antonio José de Sucre solo diremos que nació en Cumana, por los años 1793, y que desde que pudo manejar un arma se puso al servicio de la causa patriota. En 1813 ya tenía el mando de un batallón, y después de la batalla de Pichincha fue nombrado general en jefe. Con este carácter dirigió la comedia de Ayacucho, en 1824; después fue presidente de la República de Bolivia, y murió asesinado en 1830, casi al mismo tiempo que el general Córdova alcanzó igual trágico fin. Este último, por sus muchas hazañas y raro valor, era ya general de brigada, entre los patriotas, a la edad de veinte y un años.

El virrey D. José de la Sema, que mandaba los nuestros en Ayacucho, en substitución de D. Joaquín de la Pezuela (1), capituló, como es sabido, con los vencedores. Varios de los jefes españoles que se hallaron en aquella jornada, fueron después tildados en España de amigos secretos de los patriotas, y llamados por ende ayacuchos. Sin embargo, ni Laserna ni los otros generales a sus órdenes hicieron traición a su patria, por simpática que algunos de ellos fuera la causa de la libertad. En particular el intrépido Valdez combatió en Ayacucho, como siempre, y puso su vida en el mayor peligro por salvar el honor de nuestras armas. El día 3 del mismo mes de Diciembre (1824), cuando los dos ejércitos se avistaron, Valdez alcanzó con su división la reta- guardia de los contrarios, la atacó impetuosamente, y se apoderó de los parques y de una
parte de la artillería, haciendo además cerca de trescientos prisioneros, pero en las causas perdidas, siempre se atribuye algo a la traición y al cohecho.

Los ingleses también fueron calumniados cuando perdieron las últimas batallas contra los americanos, o indo ingleses, que fundaron la Unión norte americana. Perdimos el continente Sudamericano, a causa de la gran desproporción numérica y la dificultad de enviar prontos socorros desde nuestra península, como los ingleses perdieron casi la mitad de la América del Norte, fuérales o no les fuera simpática la causa que defendían.

                                                                                                                   SOMAR


(1) Según D. Ricardo Palma, no debe contarse a Laserna en el número de los virreyes del Perú, por que fueron solamente las tropas quienes le aclamaron como tal.

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