lunes, 1 de diciembre de 2014

DESCUBRIMIENTO DE LAS ISLAS CAROLINAS


                (Artículo Publicado en el Diario de Tenerife el 15 de marzo de 1901)

En el año 1748 se publicó en París una obra cuyo titulo es Recueil a'observations curieuses, y que en efecto, como ese título lo indica, contiene muy curiosas noticias  sobre diferentes pueblos de Asia, América, Oceanía, etc. El capítulo 14º del tomo primero está dedicado a las Carolinas, y según dicho capítulo—que es el único que dedica a esas islas,—su descubrimiento no es antiguo, ni fue debido a los navegantes europeos. Es verdad que ese descubrimiento virtualmente pertenece a nuestra nación, puesto que en las Marianas, ya descubiertas y colonizadas por españoles, se tuvo por primera vez noticia de aquellas otras islas, según se consigna en la misma obra. Pero deja remos estos preámbulos, para entrar de lleno en materia, adviniendo tan solo que no copiaremos íntegro el tal capítulo, sino aquellos párrafos del mismo que estimamos mas interesantes y curiosos.

«En 1721 una barca bastante parecida a las marianesas, fondeó junto a una ribera desierta de la isla Guahan—una de las Marianas, —por la parte del Naciente, cuyo país o costa se llama Tarafoso. Había en la barca veinte y cuatro personas, de las cuales, once hombres, siete mujeres y seis muchachos. Un indio marianés que por allí andaba pescando, dio aviso de ello al jefe de la próxima aldea, que acudió al punto, y con maneras y palabras corteses inclinó a saltar en tierra a los forasteros.

«Aquella embarcación había salido con otras cuatro, de la isla Farroilep con destino a la de Ulcé; —Carolinas—pero en el tránsito habían sido dispersadas por un fuerte vendaval del Poniente»

Hasta ahí lo respectivo al descubrimiento o primera noticia que en las Marianas se tuvo de aquellas otras islas; luego sigue hablando de los indios carolinos, y lo dice así lo siguiente:

«Son de talla aventajada y bien formados; sus cabellos son crespos, nariz algo gruesa, buenos ojos y barba espesa; se taladran las orejas y en ellas ensartan diferentes objetos; también se pintan el cuerpo, como casi todos los salvajes. Su color es vario, los unos son como los indios en general, otros son mestizos de españoles e indias, y también hay algunos mestizos de negros e indias. Su idioma, aunque varía bastante de una isla a otra, parece proceder de uno solo, que es el árabe. Atribuyen al Sol, a la Luna y a las estrellas, respectivamente, un alma razonable.
»No tienen templos, ídolos, ofrendas o sacrificios ni culto alguno formalizado. A veces encierran los cuerpos de sus difuntos en túmulos de piedra, que conservan en sus propias casas o habitaciones. Otras veces les sepultan lejos de ellas, rodeando cada sepultura con un muro también de piedra. Cerca de los cuerpos dejan algunos alimentos,
por la creencia en que están de que las almas de los finados absorben alguna parte de dichos víveres y se alimentan poco o mucho con ellos. Creen en un Paraíso o lugar de recompensa para los buenos, y en un Infierno destinado a los malos. Dicen que las almas que pasan al Cielo, vuelven a la Tierra a los pocos días, y permanecen invisibles entre sus parientes y amigos. A estos espíritus bienhechores llaman Tahu Puts, palabras que significan Santos Patronos; cada familia tiene su Tahuput, al cual reverencia y acude en sus necesidades.
»Los habitantes de la islas de Yap tienen una especie de culto más bárbaro; reverencian a un cocodrilo. Los matrimonios se hacen allí y se deshacen fácilmente, y ambos cónyuges tienen igual derecho al divorcio.
»E1 gobierno está en manos de unas cuantas familias distinguidas, cuyos jefes se llaman Tamoles; además, cada distrito o provincia tiene su principal tamol o jefe, al cual obedecen los otros. Esos jefes dejan crecer su barba hasta medio pecho, lo cual entienden que les hace mas respetables. Sus habitaciones son verdaderas casas, bastante cómodas, con entalladuras y pinturas hechas naturalmente a su manera y según un arte rudimentario En cada población hay dos casas o especie de colegios destinados respectivamente a la educación de los adolescentes de ambos sexos.
»Las ocupaciones principales de los hombres en las Carolinas consisten en construir sus embarcaciones—especie de barcazas,—en la pesca y en la labranza o cultivo del terreno; las mujeres hacen la cocina y demás trabajos domésticos, y aún ayudan a sus maridos en las siembras y recolección de frutos, lo mismo que en todo lo respectivo a la fabricación de telas y toda clase de tejidos, según su manera y elementos de que disponen. Carecen en absoluto de hierro y de otros metales; pero hacen de pedernal diversos instrumentos cortantes, incluso unas hachas de diferentes tamaños con las que cortan sus maderas. Todo el hierro y algunos otros metales que allí hay, les viene de los barcos extranjeros que recalan por aquellas aguas, y los jefes indígenas se apoderan de dichos metales, para hacer armas y otros utensilios, que suelen repartir entre los carolinos más distinguidos, mediante cierta retribución que estos dan, disputándose unos a otros el derecho de poseer tales objetos.
«Son aficionados al baile, como todos los salvajes, y por lo regular cada sexo tiene sus cantos y bailes, en los que no entra el otro sexo». Debe, sin embargo, repetirse aquí que estas costumbres fueron observadas en aquellas islas a mediados del siglo pasado o sea el XVIII «El canto de aquellas mujeres es triste y monótono; pero se adornan para cantar en coro, con multitud de diges, plumas, etc., en la cabeza, cuello, orejas y aún en la nariz; sus brazos y piernas tienen brazaletes trabajados con gran habilidad, según sus medios e instrumentos de que pueden disponer.
»Finalmente aquellos insulares, como tantos otros antiguos y modernos, se ejercitan desde la infancia en la lucha, el tiro de piedras y en general de armas arrojadizas. No conocían la flecha en aquel tiempo.
»Se dice que Martín López piloto español, pasaba con su nave desde Méjico a las Filipinas, en 1566,y formó con otros veinte y ocho tripulantes el proyecto de echar  al resto en una isla desierta, apoderarse de la nave e ir a piratear y comerciar en los mares de la China y Japón; pero se frustró su plan y fueron ellos mismos abandonados en una de las Carolinas, o Palaos, donde enlazados con los indígenas, formaron una nueva raza de gente, que atendido el corto contingente europeo, adoptó casi todos los usos y costumbres de los naturales de aquel país. Esta tradición, que corría bastante acreditada hasta en el pasado siglo, asegura que la descendencia de aquella gente europea se extendió por los dos archipiélagos y apenas se distinguía de los demás indígenas cuando nuevamente los españoles penetraron en aquellos».

De ese relato se deduce que las Carolinas, como tantas otras islas, han sido descubiertas y olvidadas o perdidas más de una vez. Lo mismo, poco más o menos sucedió con nuestras islas Canarias, Madera, Azores y otras del Atlántico y en general de todos los mares y partes del mundo.


                                                                                                                         SOMAR

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