(Artículo
publicado en el Diario de Tenerife el 21 de mayo de 1902)
He indicado anteriormente que el epíteto de Fortunadas fue
aplicado indistintamente, en lo antiguo, a casi todas las islas del Atlántico y
del Mediterráneo, aún cuando las Canarias se reputaran por las más afortunadas entre
las de ese nombre.
También queda insinuado que la distancia señalada por
Plutarco, entre sus afortunadas y el continente, inclina a creer que se refería
a las islas Azores o Terceras.
Por último, queda también dicho que a causa del atraso de
la navegación en los tiempos antiguos, y de lo tímido y arriesgado de la misma,
eran pocas las exploraciones que se hacía del Océano, y de consiguiente, unas
mismas islas eran descubiertas y perdidas diferentes veces. Hasta eran con
frecuencia tomadas unas islas por otras y viceversa — o que al cabo viene a ser
lo mismo, —islas diferentes eran tomadas por unas mismas. Esto sucedía también respecto
a los cabos y promontorios, ríos, montes, etc., y se explica sin dificultad,
por causa del atraso general de la geografía.
Los lusitanos o portugueses creían que fueron ellos los
descubridores de Madera y Azores, y lo creyeron asimismo otras naciones, hasta
que se han visto en las cartas del siglo XIV que todas esas islas habían sido
ya descubiertas mucho tiempo antes, y hasta designadas muchas de ellas con los mismos
nombres que los portugueses les dieron.
Gonzalo Velho Cabral pasó por ser el descubridor de las
Terceras—en 1431 o 32; pero he aquí que la carta catalana de Gabriel de
Vallsequa tiene escrito que en 1427 el piloto español Diego de Sevilla halló
esas islas, navegando al servicio del rey de Portugal. Dicha carta de Vallsequa
es del año 1439 el mismo capitán Velho Cabral no descubrió la isla de San Miguel
hasta el año 1444.
Son curiosos los nombres de ésas islas en la carta citada:
Sparta, Quatrila, Infierno, Truydols, Oséls, etc. La llamada Infierno ofrecía,
como en aquéllos tiempos la de Tenerife, una serie casi continua de erupciones
volcánicas, y la de Ozelz o de las Aves acabó por dar más tarde su nombre a todo
aquel grupo. Esas aves, si no eran azores, fueron al menos llamadas así.
Capraria, y también Cabrera, es llamada una de esas mismas
islas en otras cartas del siglo XIV, por la multitud de cabras que allí
encontraron los primeros exploradores; lo mismo sucedió en Canarias, donde hubo
isla Capraria, como es sabido, y con ese nombre la designaron varios autores.
Ahora bien, aún cuando está fuera de duda que las islas
oceánicas han sido descubiertas y perdidas distintas veces, no por ello debe
incurrirse en el error análogo al de una sola descubierta, o descubrimiento
único. En efecto, en las cartas antiguas solía añadirse muchos años después del
de su fecha, el trazado de nuevos países descubiertos, y como no por eso se alteraba la fecha de la carta, ni el nombre
de su autor, resultaba un aparente sincronismo; se tomaba todo el contenido del
mapa por cosa coetánea, y por consiguiente parecía que tal o cual
descubrimiento, hecho, por ejemplo, en el siglo XV,
databa del XIV. Por ello se ha cuidado mucho, al estudiar
y analizar esas antiguas cartas, de comparar la letra de sus diferentes partes,
y aún el color de la tinta, si bien este último indicio conduce con frecuencia a
error, por que tintas antiguas suelen conservarse, mejor que otras posteriores.
Por lo demás, el pasaje de Plutarco a que hacen referencia estas observaciones, habla de habitantes, como el de Horacio relativo a
nuestras islas; y desde el momento en que se las supone pobladas, ya no cabe,
tomarlas por las Azores, ni por las dos del grupo de Madera. Si acaso éstos dos
últimos grupos tuvieron, habitantes antiguamente, la memoria de ellos se ha
perdido, y es bien sabido que sus descubridores lusitanos no hallaron gente en
uno ni otro archipiélago.
No faltan escritores, y sobretodo geógrafos, que dando crédito
a los diez mil estadios que dice algún manuscrito de Plutarco, lo que viene a
ser cosa de cuatrocientas leguas, se inclinen a creer que se trata de las dos
islas llamadas antiguamente Antilia y Brasil, que en las cartas viejas aparecen
ora en un paraje, ora en otro, a causa de la inseguridad de su situación. Muy
pocos navegantes llegaban hasta ellas, y de ahí la vacilación respecto al sitio
que ocupaban. Generalmente las tomaban por las más occidentales del Atlántico, y
algunos creían que desde ellas hasta el Asia no mediaba muy gran distancia, y
que había otras islas situadas entre aquellas y el citado continente asiático.
Cuando fue descubierta la América ,
se creyó sin duda que Antilia era Cuba, o tal vez Haití, y por ello las llamaron
Antilias, voz que después se ha convertido en Antillas. En ellas había
población, y bajo ese punto de vista pueden disputar a nuestras Canarias la fama
que las dieron Plutarco y otros autores.
Pero, aparte de que aquella distancia de cuatrocientas leguas
no es aplicable, aun
teniendo en cuenta el antiguo atraso de la geografía, a las verdaderas Antillas,
63 muy problemática la distancia que Plutarco señala, como ya anteriormente dejamos
indicado; y si acaso debe leerse mil estadios, y aún dos mil, de ningún modo
podemos llevar tan lejos el país de los bienaventurados, que mencionan, no solo
aquél sino también muchos otros autores antiguos.
Si estaban pobladas las Fortunadas que menciona el autor de
la Vida de Sertorio,
no es fácil desposeer, ni aún disputar a las islas Canarias, su antigua prerrogativa,
sea cual fuere la distancia del continente europeo o africano a que se las
supusiera colocadas.
SOMAR.
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