(Artículo
publicado en el Diario de Tenerife el 27 de febrero de 1901)
El Sr. Coello hace notar, en varios parajes de su Memoria o
Conferencia, el floreciente estado de la isla de Santo Tomás, bajo el mismo
Ecuador. Es que los portugueses, que la poseen, saben administrarla, y siguen
con acierto las prácticas de las naciones más cultas. Esa pequeña nación, casi
sin marina de guerra, como Holanda y Bélgica, tiene sus colonias en un estado
bastante próspero, y se ha atraído el afecto de los naturales de ellas, en
lugar de contarlos como enemigos.
«Es vergonzoso, dice también el Sr. Coello—pagina 31—que
las islas portuguesas estén mejor atendidas que las nuestras.» Hasta cable
telegráfico cuenta ya la pequeña isla citada.
No conocemos los términos precisos del tratado
recientemente celebrado en París, sobre fijación de limites entre nuestras
posesiones y las francesas en ese golfo de Guinea y río Muni, tan insalubre
como fértil y productivo; por que el Muni y sus afluentes riegan y fertilizan una
gran comarca, rica en ébano, marfil , maderas tintóreas y un sin número de
producciones que es ocioso repetir aquí. Sin embargo, parece que por aquel
tratado hemos perdido toda la ribera izquierda del mismo río y de su enorme ensenada
o estuario. Y se ha dicho que lo peor no ha sido lo peor que hayamos sufrido
esa perdida, pagada con la concesión de un marquesado, sino que hemos sentado
precedente para dar otro titulo o alta recompensa mañana al que nos haga perder
la ribera derecha.
La verdad es que la posesión por nuestra parte de la cuenca
izquierda del Muni era casi efímera, por
que allí todo el negocio lo hacen los
extranjeros. En cambio hemos obtenido que los franceses presten reconocimiento
oficial a nuestro señorío en la orilla derecha, y hacia el Norte, cosa a la
cual venían negándose desde hace bastante tiempo; pero esa pequeña ventaja no garantiza
igual reconocimiento de parte de otras naciones, y por ese lado quedamos
siempre expuestos a nuevas expoliaciones, si bien poco o ningún provecho
sacamos de ese país que allí nos queda. Es un lujo demasiado costoso el de
tener colonias, para que otros las exploten, y tal ha venido siendo nuestra
desgracia en Guinea y algunos otros países. Tal vez algún día aprendamos a
colonizar y sacar de ello el debido provecho, cosa que seguramente no se logra
tiranizando a los naturales —aunque sean negros,—y engañándoles repetidas veces,
hasta el punto de hacerles desconfiar de nosotros. Precisamente los extranjeros
que explotan las riquezas del vecino continente, han hecho todo lo posible para
captarse la enseñanza de los naturales, y así han logrado extender allí su
comercio, y ampliarle en grande escala. Es mas, en sus colonizaciones han hecho
progresos inmensos en el cultivo; la sola isleta de San Tomás, que asegura el
Sr. Coello pagina 29—ser menor que la mitad de Fernando Poo, dice el mismo autor
qué exporta anualmente por valor de tres a cuatro millones de pesetas, tan solo
en cacao y algún otro producto, y hoy es hartó probable que exporte mucho más, así
en esos artículos o renglones como en otros varios En ella como en Fernando
Poo, Anobón, etc., se produce y cultiva el café, la quina, la vainilla, el
caucho, el tabaco, el algodón, la palma de aceite, etc. Algo exportábamos también
por aquel tiempo de nuestras islas de Guinea, pues tan solo los ingleses
cambiaban en Fernando Poo, artículos del país por valor de 300 000 pesetas
aproximadamente cada año, siendo de notar—y en esto se conoce también lo que es
la industria inglesa —que aquella nación no sacaba por lo regular ni una peseta
en pago, sino que con sus productos cubría aquel valor. Lo mismo a poco más o
menos hacen allí los alemanes y franceses. Así abunda el metálico en esas naciones,
mientras en la nuestra escasea extraordinariamente.
Concluimos este ya largo trabajo, lamentando tan sincera
como por lo regular infructuosamente nuestro atraso en riqueza colonial, y
haciendo votos para que al menos eso que nos queda pueda en lo sucesivo sernos
más útil que gravoso, y que no impongamos ni mantengamos una carga a nuestro
esquilmado Tesoro, sin más resultado que ver a los extranjeros hacer su negocio
en nuestras mismas posesiones, y acaso acabar por arrebatárnoslas, como ahora ha
sucedido con una buena parte de la cuenca del Muni.
Aumentar nuestra marina de guerra para evitar tales
despojos es un cálculo insensato; perderíamos las colonias y los barcos, porque
no podemos rivalizar ni igualar en pujanza marítima a las grandes potencias,
aún dedicando a ello hasta la última peseta que nos queda, y convirtiéndonos en
pordioseros Lo que nos importa es seguir el mismo camino trazado por otras
naciones cultas, Bélgica, Holanda y aún Portugal, que sin abrigar la idea
quijotesca de rivalizar en fuerzas marítimas con otras potencias—que no sólo
tienen grandes escuadras sino también medios sobrados para aumentarlas si fuera
necesario,—se concretan a desarrollar su industria y su comercio, procurando
así no ser explotadas y acabadas de aniquilar por los grandes centros
productores. No hay que olvidar, además, que la península Ibérica cuenta con un
elemento de riqueza, la agricultura, que bien atendido como se merece,
rivalizaría con gran ventaja sobre el mismo de aquellas naciones que bajo otros
conceptos nos dejan muy atrás. La agricultura en España, como la industria y el
comercio necesitan protección y esta protección consiste principalmente en
la reducción de los créditos y múltiples impuestos que abruman al labrador, lo mismo
que al industrial y al comerciante.
Lo antedicho no obsta para que a medida de nuestras
fuerzas y recursos, vayamos progresivamente aumentando nuestra marina, y a la
larga podamos volver a competir, bajo ese punto de vista, con otras naciones
que hoy nos aventajan. La unión Ibérica, si algún día vuelve a verificarse,
sería como es sabido, un gran paso en la senda de nuestra futura
rehabilitación.
SOMAR *
*Seudónimo
usado por Rosendo García-Ramos y Bretillard, anagrama de Ramos
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