viernes, 28 de noviembre de 2014

NUESTRA MARINA



                            (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 4 de marzo de 1901)
                                   Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

No para conquistar el África, por aquello de que tal sea nuestra misión providencial, sino para defender nuestras posesiones, deseamos que progresivamente vayan aumentando nuestras fuerzas navales.

No sabemos si la Rusia también ha entendido que su misión providencial es conquistar la Europa y el Asia; pero así lo hace creer su empeño en extenderse por ambas partes del Mundo. Si su Marina hubiera podido competir con las de Inglaterra y Francia reunidas, tal vez hoy fueran suyas la Turquía y la Grecia.

Antes de proseguir hablando de Marina, bueno será digamos otras dos palabras nada mas, sobre misiones providenciales. Varias veces hemos oído afirmar a los marroquíes que su nación ha de volver a conquistar, no solamente las penínsulas Ibérica e Italiana, que ya conquistaron, sino toda Europa. Rectificamos ese aserto, haciendo notar a nuestros interlocutores que los árabes o moros solamente ganaron en Italia una parte de Sicilia y de la Calabria; pero contestó un musulmán que él no se paraba en detalles,  y que en conjunto era bien sabido y bien seguro que la Europa algún día sería de ellos.

El cónsul inglés de Tánger, persona ilustrada y sumamente amable, presenció la citada conferencia, y después de separarnos del musulmán, me dijo a poco más o menos lo siguiente:

—Cuando nos las hubimos con los ashantis—pueblo, del mediodía de África, — hallamos en ellos un gran tesón y resistencia, debida principalmente a la persuasión en que estaban de que eran el primer pueblo conquistador de la Tierra, y de que antes de pocos años el África entera sería suya. Lo mismo decían los iraqueses respecto a la América del Norte, y en general no hay pueblo bárbaro que no se tenga por el primero del Mundo.

Me guardé muy bien de referir a mi inglés lo que había oído a cierto andaluz, —que no iba en zaga a muchos lusitanos,—el cual me aseguraba como si lo estuviera viendo, que antes de concluir el siglo XIX, ya Marruecos sería de España. A éste pensador optimista pregunté qué fundamento tenía su opinión, y él me preguntó a su vez que si yo no sabía que nuestros mayores los vándalos y los visigodos fueron señores de Cartago y del África Tingitana, aunque después los expulsaron de ambos países.

—Pero hombre, le dije, si nuestros mayores fueron esas gentes del norte ¿qué raza latina es la nuestra?

—Es que somos a la vez latinos y normandos u hombres del Norte, aun que parezca cosa contradictoria por que somos el resultado de la fusión de ambas razas; y no olvide V. que los latinos se merendaron toda la Europa, el Asia y el África.

—Algo de eso último hubo, en realidad; pero nuestra raza ibera es el resultado de otra fusión más compleja, en la que entran otros varios pueblos del Norte, a más del antiguo cruzamiento con fenicios y cartagineses, y del posterior con los árabes y moros o mauritanos. Yo, después de todo, opino que el núcleo de nuestro pueblo es ibero, mucho más que latino, que normando y que africano.

Ahí concluye el diálogo con aquel otro optimista; y volviendo a nuestra marina, bueno es decir de paso que cualquiera nación que pretenda conquistar el imperio Marroquí, ha de  comenzar por tener una marina de guerra de primo cartello, por si acaso le sucediera lo de Rusia cuando la emprendió con la Turquía allá por los años de 1855. En la rada de Sebastopol tuvieron  sus navíos muy triste aunque honrosa sepultura. El equilibrio europeo requiere o exige cortar un poco las alas a la nación que pretenda elevarse demasiado, o volar muy alto.

Afortunada o desgraciadamente nosotros en España no tenemos por ahora esas alas, que sea preciso cortar, ni las  vemos crecer bastante aprisa. Aunque sea a paso de tortuga, bueno es que lleguemos al fin a contar con una buena escuadra, que unida a otras, sirva tal vez para cortar algunas alas ajenas. Ese es por ahora nuestro ideal, y para ello, ya que no contamos con la unión Ibérica, contaremos con nuestros propios recursos, que a la verdad son bastante escasos, y no solo nos prometen un risueño o lisonjero porvenir lejano. Citamos la unión Ibérica no solo por el aumento de buques, sino por otro artículo de primera y más apremiante necesidad, cual es, el aumento de puertos capaces de hacer una defensa comme il faut, contra las nuevas y formidables escuadras blindadas; de ese número se asegura ser hoy el puerto de Lisboa.

Y nosotros ¿dónde guarecemos nuestra marina de guerra, y la mercante, en caso de rompimiento  contra una  cualquiera de las grandes potencias?... ¿Podemos afirmar de buena fe y sin optimismos que tenemos puertos capaces de impedir que en ellos penetren las grandes escuadras enemigas y que se despachan a su gusto? 

Debemos comenzar por tenerles, antes de pensar en aumentar nuestra marina con un solo buque. Lo demás sería echar la cuenta sin huéspeda, o tirar del rábano por las hojas. Es preciso no hacernos ilusiones, semejantes a la soñada conquista de Marruecos; bastantes quijotadas tenemos en cuenta, paro no cargar una más. No olvidemos que el famoso hidalgo manchego resultaba o salía casi siempre estropeado de sus aventuras y que el mismo Cervantes dejó escrito en su epitafio:

                        «Aquí yace el caballero
                         bien molido y mal andante
                         a quién llevó Rocinante
                         por uno y otro sendero»


                                                                                           SOMAR

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