(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 14 de marzo de 1901)
Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC
Las Canarias han sido celebradas
por todos los más famosos poetas, ora bajo el nombre de islas Afortunadas, ora
bajo el de Hespérides, ora bajo el de Campos Elíseos.
Homero, Hesiodo, Píndaro,
Virgilio, Horacio, Tasso, Camoens y muchos otros se han complacido en
dedicar algunas frases a nuestro archipiélago, y al monte Atlante que aquí
tiene su asiento.
Nuestro historiador Viera termina sus noticias referentes a
los campos Elíseos con esas o parecidas frases…. (sic)
(sic) de la antigüedad contaba
de las Afortunadas, sin embargo, los frondosos bosques de laureles que
en ellas se encontraban, según Virgilio; las cabras fecundas, que producían
arroyos de leche, (1) sin temor de víboras, lobos ni
otro animal feroz o ponzoñoso, de que nos habla Horacio; las peñas que destilaban
miel, el dulce canto de los pájaros, la fragancia de las flores y yerbas
aromáticas, de que nos hablan Tibulo, Sidonio y Prudencio; no hay duda que todo
eso se hallaba y halla aún en las Canarias, y que nuestro poeta Cairasco supo
en el «Arco de la Fama »
combinar la fábula con la verdad, según lo demuestra en los siguientes versos:
Otras islas se ven, que blanco
velo las ciñe en torno, menos elevadas etc.»
No conocemos composición alguna de
Cairasco que se titule El Arco de la
Fama ; pero sabemos que esos versos del célebre poeta
canario, son parte de la traducción libre que hizo de la Jerusalén Libertada ;
y como el pasaje de dicho poema, relativo a nuestras islas, es bastante
mayor que lo copiado por Viera, y por otra parte, no lo hemos visto reproducido
entero en ninguno de nuestros historiadores, salvaremos esa deficiencia
aduciéndole en este lugar, con la advertencia, que desde ahora hacemos, de que
el Tasso, a su vez, copió o tradujo libremente a Horacio en una de sus Odas, como
después tendremos ocasión de ver.
Y Horacio es muy verosímil que
en las frases que dedica a los Campos Beatos—como les llama, —no hiciera otra
cosa sino repetir lo mismo que antes de él habían dicho otros poetas, historiadores,
geógrafos, y sobre todo, viajeros.
Los navegantes que por primera
vez penetraban en nuestros mares de Occidente, llenaban el mundo con sus
relaciones exageradas y fabulosas. No solamente celebraron las islas Junonias o
Elíseas—de Juño o Elisa, nombre de la principal diosa del paganismo, —sino que a
los lobos marinos que aquí hallaron—y dieron, hombre a un islote bien conocido.
—les convirtieron en gorgonas, especie de divinidades maléficas, de quienes
triunfó Perseo. Llevándose la cabeza de una de aquellas como trofeo de su
victoria.
La armonía de los versos del Tasso
nos hace resistir de mala gana al deseo de reproducir aquí, al menos, cuatro de
sus estancias. Pero considerando que ya, dos de ellas, traducidas por Cairasco,
las ha puesto Viera en su conocida obra, tan solo insertaremos íntegra la
cuarta.
En el canto XV del poema hablaba
de la navegación de Ubaldo por (sic)….
«e quando a punto i raggi e le rugiade la bella Aurora
seminava in torno,
lor s'offri di lontano oscuro un monte,
che tra le nubi nas condea la fronte »
Así terminaba estancia inmediata anterior a las cuatro
indicadas; principio que aun cuando no
ofrece gran dificultad en su interpretación traduciremos aquí junto con la
estancia que le sigue:
«Y cuando comenzaban a parecer los primeros rayos del Sol,
y la bella Aurora esparcía su brillante rocío, se ofrece de pronto a la vista
en lontananza un alto y oscuro monte, que ocultaba su frente entre las nubes.
»Prosiguiendo adelante, y cuando ya las nubes comenzaban a
disiparse, apareció en toda su altura la elevada pirámide, anchurosa en su base
y también hacia su mitad, y en su extremidad delgada. Durante el día, su cúspide
despedía humo; pero de noche salía de ella tan vivo resplandor, que hasta los
cielos aparecían llenos de luz todo en contorno.»
Aquí
siguen las dos estrofas, o estancias, ya conocidas por la elegante traducción
de Cairasco, que repite Viera: «Otras islas se ven, que blanco velo,» etc. (2)
La cuarta dice así;
«A queste her vien la Donna , et Homai ¡seteda! fin del corso, lor dicea,
non lunge i' isole di Fortuna hora vedete, di cui gran fama avoi, ma incerta grunge;
ben son elle feconde evaghe eliete, ma pur molto di falso al ver s'aggiunge; cosí
parlando assai presto si fece aquella chela prima e de le ciece.»
***
Dijimos antes que el Tasso había
copiado a Horacio; y es razón que lo probemos. He aquí, para concluir, un trozo
de la Oda 16.*,
libro V, de las de dicho último autor:
«El Océano que rodea la tierra, y los campos beatos,
constituyen nuestro postrer recurso. Marchemos a las islas y campos amenos y
bienaventurados, donde la tierra, sin ninguna labor, sé cubre anualmente con
las más ricas mieses, donde las vides sin cultivo nos brindan sus racimos,
donde el olivo aparece siempre cubierto de fruto, donde los higos adornan constantemente
los higuerales. Allí la miel destila sin cesar de los huecos de las encinas, y
los arroyos que descienden de las montañas embelesan con su grato murmullo; las
cabras vienen, ellas mismas a presentar sus ubres henchidas de leche, sin que allí
existan lobos, víboras ni otro animal alguno que las inquiete. Allí, sin
mencionar otras ventajas que causarán nuestra admiración y nuestra dicha, el
acuoso Euro no inunda los campos con sus lluvias torrenciales, ni el grano es
arrebatado por los ardores estivales. Jamás los Argonautas pusieron el pié en aquellas
islas, ni penetró hasta ellas la impúdica Medea. Nunca atrajo a sus millas la
avidez al Sidonio, ni la expedición de Ulises se vio en sus tranquilas aguas«.
Ningún contagio diezma allí los ganados, ni hay astro alguno que les haga
sentir maléfica influencia. (sic) al de cobre cuando Júpiter dejó incomunicados
estos sitios con respecto a lo restante del mundo, para que ellos sirvieran
eternamente de mansión y de asilo de la virtud.
SOMAR
(1)
Los arroyos de miel y de leche que corrían en
los Campos Elíseos, descartada la exageración poética, se reducían como es
sabido, a la miel de abejas que naturalmente destilaban los huecos de las peñas
y árboles, y la leche de miles de cabras que allí descansaban sin haber quien las
ordeñase. Por manera que hay un fondo de verdad en esa como en tantas otras
ficciones de los antiguos.
(2) Aunque la cosa carece
de importancia, advertimos que Cairasco dice en este lugar Fortunadas por
Felices, que es él término que en aquella estrofa, emplea el Tasso:
...«et eran queste i'Isole Felici,
cosí le nominó la prisca Etate
a cui tanto stimavara i
Cieli amici,
che crédea, volontarie, e
non arate.
qui partorir le terree in
piú graditi,
frutti, non culte,
germogliar le viti.».