domingo, 30 de noviembre de 2014

UN PASAJE DE TASSO



                  (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 14 de marzo de 1901)
                             Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

Las Canarias han sido celebradas por todos los más famosos poetas, ora bajo el nombre de islas Afortunadas, ora bajo el de Hespérides, ora bajo el de Campos Elíseos.

Homero, Hesiodo, Píndaro, Virgilio, Horacio, Tasso, Camoens y muchos otros se han complacido en dedicar algunas frases a nuestro archipiélago, y al monte Atlante que aquí tiene su asiento.

Torcuato Tasso

Nuestro historiador Viera termina sus noticias referentes a los campos Elíseos con esas o parecidas frases…. (sic)

(sic) de la antigüedad contaba de las Afortunadas, sin embargo, los frondosos bosques de laureles que en ellas se encontraban, según Virgilio; las cabras fecundas, que producían arroyos de leche, (1) sin temor de víboras, lobos ni otro animal feroz o ponzoñoso, de que nos habla Horacio; las peñas que destilaban miel, el dulce canto de los pájaros, la fragancia de las flores y yerbas aromáticas, de que nos hablan Tibulo, Sidonio y Prudencio; no hay duda que todo eso se hallaba y halla aún en las Canarias, y que nuestro poeta Cairasco supo en el «Arco de la Fama» combinar la fábula con la verdad, según lo demuestra en los siguientes versos:
Bartolomé Cairasco

Otras islas se ven, que blanco velo las ciñe en torno, menos elevadas etc.»

No conocemos composición alguna de Cairasco que se titule El Arco de la Fama; pero sabemos que esos versos del célebre poeta canario, son parte de la traducción libre que hizo de la Jerusalén Libertada; y como el pasaje de dicho poema, relativo a nuestras islas, es bastante mayor que lo copiado por Viera, y por otra parte, no lo hemos visto reproducido entero en ninguno de nuestros historiadores, salvaremos esa deficiencia aduciéndole en este lugar, con la advertencia, que desde ahora hacemos, de que el Tasso, a su vez, copió o tradujo libremente a Horacio en una de sus Odas, como después tendremos ocasión de ver.

Y Horacio es muy verosímil que en las frases que dedica a los Campos Beatos—como les llama, —no hiciera otra cosa sino repetir lo mismo que antes de él habían dicho otros poetas, historiadores, geógrafos, y sobre todo, viajeros.

Los navegantes que por primera vez penetraban en nuestros mares de Occidente, llenaban el mundo con sus relaciones exageradas y fabulosas. No solamente celebraron las islas Junonias o Elíseas—de Juño o Elisa, nombre de la principal diosa del paganismo, —sino que a los lobos marinos que aquí hallaron—y dieron, hombre a un islote bien conocido. —les convirtieron en gorgonas, especie de divinidades maléficas, de quienes triunfó Perseo. Llevándose la cabeza de una de aquellas como trofeo de su victoria.

La armonía de los versos del Tasso nos hace resistir de mala gana al deseo de reproducir aquí, al menos, cuatro de sus estancias. Pero considerando que ya, dos de ellas, traducidas por Cairasco, las ha puesto Viera en su conocida obra, tan solo insertaremos íntegra la cuarta.

En el canto XV del poema hablaba de la navegación de Ubaldo por (sic)….

«e quando a punto i raggi e le rugiade la bella Aurora seminava in torno,
lor s'offri di lontano oscuro un monte,
che tra le nubi nas condea la fronte »

Así terminaba estancia inmediata anterior a las cuatro indicadas; principio que aun  cuando no ofrece gran dificultad en su interpretación traduciremos aquí junto con la estancia que le sigue:
«Y cuando comenzaban a parecer los primeros rayos del Sol, y la bella Aurora esparcía su brillante rocío, se ofrece de pronto a la vista en lontananza un alto y oscuro monte, que ocultaba su frente entre las nubes.

»Prosiguiendo adelante, y cuando ya las nubes comenzaban a disiparse, apareció en toda su altura la elevada pirámide, anchurosa en su base y también hacia su mitad, y en su extremidad delgada. Durante el día, su cúspide despedía humo; pero de noche salía de ella tan vivo resplandor, que hasta los cielos aparecían llenos de luz todo en contorno.»

Aquí siguen las dos estrofas, o estancias, ya conocidas por la elegante traducción de Cairasco, que repite Viera: «Otras islas se ven, que blanco velo,» etc. (2)
La cuarta dice así;

«A queste her vien la Donna, et Homai ¡seteda! fin del corso, lor dicea, non lunge i' isole di Fortuna hora vedete, di cui gran fama avoi, ma incerta grunge; ben son elle feconde evaghe eliete, ma pur molto di falso al ver s'aggiunge; cosí parlando assai presto si fece aquella chela prima e de le ciece.»

                                                                       ***
 Dijimos antes que el Tasso había copiado a Horacio; y es razón que lo probemos. He aquí, para concluir, un trozo de la Oda 16.*, libro V, de las de dicho último autor:

«El Océano que rodea la tierra, y los campos beatos, constituyen nuestro postrer recurso. Marchemos a las islas y campos amenos y bienaventurados, donde la tierra, sin ninguna labor, sé cubre anualmente con las más ricas mieses, donde las vides sin cultivo nos brindan sus racimos, donde el olivo aparece siempre cubierto de fruto, donde los higos adornan constantemente los higuerales. Allí la miel destila sin cesar de los huecos de las encinas, y los arroyos que descienden de las montañas embelesan con su grato murmullo; las cabras vienen, ellas mismas a presentar sus ubres henchidas de leche, sin que allí existan lobos, víboras ni otro animal alguno que las inquiete. Allí, sin mencionar otras ventajas que causarán nuestra admiración y nuestra dicha, el acuoso Euro no inunda los campos con sus lluvias torrenciales, ni el grano es arrebatado por los ardores estivales. Jamás los Argonautas pusieron el pié en aquellas islas, ni penetró hasta ellas la impúdica Medea. Nunca atrajo a sus millas la avidez al Sidonio, ni la expedición de Ulises se vio en sus tranquilas aguas«. Ningún contagio diezma allí los ganados, ni hay astro alguno que les haga sentir maléfica influencia. (sic) al de cobre cuando Júpiter dejó incomunicados estos sitios con respecto a lo restante del mundo, para que ellos sirvieran eternamente de mansión y de asilo de la virtud.

 
                                                                                                           SOMAR


(1)  Los arroyos de miel y de leche que corrían en los Campos Elíseos, descartada la exageración poética, se reducían como es sabido, a la miel de abejas que naturalmente destilaban los huecos de las peñas y árboles, y la leche de miles de cabras que allí descansaban sin haber quien las ordeñase. Por manera que hay un fondo de verdad en esa como en tantas otras ficciones de los antiguos.

(2) Aunque la cosa carece de importancia, advertimos que Cairasco dice en este lugar Fortunadas por Felices, que es él término que en aquella estrofa, emplea el Tasso:

...«et eran queste i'Isole Felici,
cosí le nominó la prisca Etate
a cui tanto stimavara i Cieli amici,
che crédea, volontarie, e non arate.
qui partorir le terree in piú graditi,
frutti, non culte, germogliar le viti.».

sábado, 29 de noviembre de 2014

¿HAY RAZA LATINA?

                  
                    (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 6 de marzo de 1901)
                               Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

He ahí una pregunta que a muchísimos parecerá ociosa, más que ociosa, disparatada; tal ha sido, es y será la fuerza de la costumbre, el hábito rutinario de repetir lo que se oye y ha venido oyéndose por todas partes. En realidad, el idioma latino ha tenido por todas partes un extraordinario desarrollo, y si fundamos en el habla la distribución de las razas, pueden llamarse latinos todos los pueblos cuyo idioma respectivo se deriva principalmente de la antigua lengua del Lacio.

Pero tal distribución de los pueblos por idiomas, está muy lejos de ser verdadera distribución de razas, como es muy fácil demostrarlo.

Nadie ignora, por ejemplo, que en la América del Norte predomina el idioma inglés, y sin embargo, es la raza indígena la que forma el fondo o núcleo de la población de aquellos países; lo mismo, respectivamente, puede decirse de la América del Sur, donde predomina el habla castellana y la sangre indiana.

En las Indias Orientales viene ya también la lengua inglesa haciéndose universal, y sin embargo, es allí todavía la antigua raza indígena la dominante o preponderante.

Los negros y otros pueblos de África, sometidos o aliados de los ingleses, aprenden el idioma de éstos -hoy hasta los cafres entienden el inglés- y sería curioso que mañana llamáramos anglosajones a los habitantes de Guinea y de Angola. Si hablaran castellano, portugués, italiano, no faltaría gente rutinaria que les calificara de latinos.

Veamos si en realidad hay raza sobre la tierra, que pueda o deba ser llamada latina.

El Lacio -en latín Látium- fue una pequeña comarca de Italia, cuyo idioma se hizo extensivo a toda esa península, con tanta menos dificultad, cuanto era grande la afinidad de raza y de idioma entre los latinos y sus vecinos inmediatos. Sin embargo, los oscos, los etruscos o toscanos y otros varios pueblos italianos hablaban idiomas no poco diversos del latín, lo cual hace presumir que había entre ellos diferencias de raza. Hasta las letras o caracteres de la escritura diferían entre los latinos, etruscos y oscos, a pesar de ser vecinos, o por lo menos, habitar todos una misma península. Pero la conquista progresiva de la Italia por los latinos, fue poco a poco unificando el idioma, y formando la hegemonía latina; por manera que aquel pequeño pueblo, cuya raza ni siquiera la dominante era en la península italiana, ni en la Sicilia, ha pasado entre los legos o ignorantes por ser una raza única en Italia, y después en casi todo el Mediodía de Europa.

Pero aún hay más: la Sicilia y el Mediodía de Italia, estaban llenos de colonias griegas; hasta los romanos pretendían descender de troyanos, venidos a Italia con Eneas. Era una verdadera confusión de razas la de Italia en aquellos tiempos; y más tarde, cuando esa Nación fue la señora de todo el mundo, cuando todo romano rico contaba sus esclavos por docenas, estos esclavos y su descendencia, procedentes de las tres partes del mundo entonces conocido, formaron más de la mitad de la población romana o latina, raza según muchos etnicistas.Y no contamos aquí el sinnúmero de extranjeros que, sin ser esclavos ni libertos, pasaron en diferentes tiempos a domiciliarse en aquella península, centro de la civilización durante varios siglos.

Luego o más tarde vinieron las invasiones sucesivas de los pueblos del Norte, avalancha de población que inundó no solo la Italia, sino toda la Europa meridional... ¿Se llamará esto un nuevo contingente de sangre latina? Es posible y aún probable que así lo entiendan más de cuatro fabricantes de razas.

Bien está que llamemos latinos a todos los pueblos que hoy hablan idiomas que se derivan en primer término del antiguo idioma del Lácio, y que llamemos anglos o sajones a aquellos otros cuyo lenguaje sea o se derive del inglés pero entendamos al fin que eso poco o nada tiene que ver con las razas o linaje de gentes, étnicamente hablando.

La especie de solidaridad que naturalmente se establece entre las gentes que hablan un mismo idioma, o idiomas afines, explica suficientemente aquella denominación general, sin que esto implique ni arguya una positiva comunidad de origen.

Los italianos antiguos, al menos los del mediodía de aquella península, y los de Sicilia, fueron más griegos que latinos; la misma parte de Italia fue llamada la gran Grecia, o Grecia grande, por casi todos los geógrafos de la antigüedad; tan solo la preponderancia que a la larga fueron adquiriendo, por sus conquistas, los hijos del Lacio, hizo que dejara de llamarse Grecia su propio país y los inmediatos. Sin embargo, no pretendemos, ni mucho menos, afirmar que tanto en el Lacio como en los países más cercanos a esa corta porción de Italia, a pesar de las repetidas invasiones griegas, dejara de subsistir como dominante la sangre latina; por que se ha visto y verá repetidas veces que los pueblos invadidos, y aún conquistados, suelen continuar formando el núcleo o fondo de la población, como sucede en América, en las Baleares y en nuestras islas Canarias.


                                                                                                                  SOMAR.

viernes, 28 de noviembre de 2014

NUESTRA MARINA



                            (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 4 de marzo de 1901)
                                   Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

No para conquistar el África, por aquello de que tal sea nuestra misión providencial, sino para defender nuestras posesiones, deseamos que progresivamente vayan aumentando nuestras fuerzas navales.

No sabemos si la Rusia también ha entendido que su misión providencial es conquistar la Europa y el Asia; pero así lo hace creer su empeño en extenderse por ambas partes del Mundo. Si su Marina hubiera podido competir con las de Inglaterra y Francia reunidas, tal vez hoy fueran suyas la Turquía y la Grecia.

Antes de proseguir hablando de Marina, bueno será digamos otras dos palabras nada mas, sobre misiones providenciales. Varias veces hemos oído afirmar a los marroquíes que su nación ha de volver a conquistar, no solamente las penínsulas Ibérica e Italiana, que ya conquistaron, sino toda Europa. Rectificamos ese aserto, haciendo notar a nuestros interlocutores que los árabes o moros solamente ganaron en Italia una parte de Sicilia y de la Calabria; pero contestó un musulmán que él no se paraba en detalles,  y que en conjunto era bien sabido y bien seguro que la Europa algún día sería de ellos.

El cónsul inglés de Tánger, persona ilustrada y sumamente amable, presenció la citada conferencia, y después de separarnos del musulmán, me dijo a poco más o menos lo siguiente:

—Cuando nos las hubimos con los ashantis—pueblo, del mediodía de África, — hallamos en ellos un gran tesón y resistencia, debida principalmente a la persuasión en que estaban de que eran el primer pueblo conquistador de la Tierra, y de que antes de pocos años el África entera sería suya. Lo mismo decían los iraqueses respecto a la América del Norte, y en general no hay pueblo bárbaro que no se tenga por el primero del Mundo.

Me guardé muy bien de referir a mi inglés lo que había oído a cierto andaluz, —que no iba en zaga a muchos lusitanos,—el cual me aseguraba como si lo estuviera viendo, que antes de concluir el siglo XIX, ya Marruecos sería de España. A éste pensador optimista pregunté qué fundamento tenía su opinión, y él me preguntó a su vez que si yo no sabía que nuestros mayores los vándalos y los visigodos fueron señores de Cartago y del África Tingitana, aunque después los expulsaron de ambos países.

—Pero hombre, le dije, si nuestros mayores fueron esas gentes del norte ¿qué raza latina es la nuestra?

—Es que somos a la vez latinos y normandos u hombres del Norte, aun que parezca cosa contradictoria por que somos el resultado de la fusión de ambas razas; y no olvide V. que los latinos se merendaron toda la Europa, el Asia y el África.

—Algo de eso último hubo, en realidad; pero nuestra raza ibera es el resultado de otra fusión más compleja, en la que entran otros varios pueblos del Norte, a más del antiguo cruzamiento con fenicios y cartagineses, y del posterior con los árabes y moros o mauritanos. Yo, después de todo, opino que el núcleo de nuestro pueblo es ibero, mucho más que latino, que normando y que africano.

Ahí concluye el diálogo con aquel otro optimista; y volviendo a nuestra marina, bueno es decir de paso que cualquiera nación que pretenda conquistar el imperio Marroquí, ha de  comenzar por tener una marina de guerra de primo cartello, por si acaso le sucediera lo de Rusia cuando la emprendió con la Turquía allá por los años de 1855. En la rada de Sebastopol tuvieron  sus navíos muy triste aunque honrosa sepultura. El equilibrio europeo requiere o exige cortar un poco las alas a la nación que pretenda elevarse demasiado, o volar muy alto.

Afortunada o desgraciadamente nosotros en España no tenemos por ahora esas alas, que sea preciso cortar, ni las  vemos crecer bastante aprisa. Aunque sea a paso de tortuga, bueno es que lleguemos al fin a contar con una buena escuadra, que unida a otras, sirva tal vez para cortar algunas alas ajenas. Ese es por ahora nuestro ideal, y para ello, ya que no contamos con la unión Ibérica, contaremos con nuestros propios recursos, que a la verdad son bastante escasos, y no solo nos prometen un risueño o lisonjero porvenir lejano. Citamos la unión Ibérica no solo por el aumento de buques, sino por otro artículo de primera y más apremiante necesidad, cual es, el aumento de puertos capaces de hacer una defensa comme il faut, contra las nuevas y formidables escuadras blindadas; de ese número se asegura ser hoy el puerto de Lisboa.

Y nosotros ¿dónde guarecemos nuestra marina de guerra, y la mercante, en caso de rompimiento  contra una  cualquiera de las grandes potencias?... ¿Podemos afirmar de buena fe y sin optimismos que tenemos puertos capaces de impedir que en ellos penetren las grandes escuadras enemigas y que se despachan a su gusto? 

Debemos comenzar por tenerles, antes de pensar en aumentar nuestra marina con un solo buque. Lo demás sería echar la cuenta sin huéspeda, o tirar del rábano por las hojas. Es preciso no hacernos ilusiones, semejantes a la soñada conquista de Marruecos; bastantes quijotadas tenemos en cuenta, paro no cargar una más. No olvidemos que el famoso hidalgo manchego resultaba o salía casi siempre estropeado de sus aventuras y que el mismo Cervantes dejó escrito en su epitafio:

                        «Aquí yace el caballero
                         bien molido y mal andante
                         a quién llevó Rocinante
                         por uno y otro sendero»


                                                                                           SOMAR

jueves, 27 de noviembre de 2014

LA CUESTIÓN DEL RÍO MUNI (VI)



             (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 27 de febrero de 1901)


El Sr. Coello hace notar, en varios parajes de su Memoria o Conferencia, el floreciente estado de la isla de Santo Tomás, bajo el mismo Ecuador. Es que los portugueses, que la poseen, saben administrarla, y siguen con acierto las prácticas de las naciones más cultas. Esa pequeña nación, casi sin marina de guerra, como Holanda y Bélgica, tiene sus colonias en un estado bastante próspero, y se ha atraído el afecto de los naturales de ellas, en lugar de contarlos como enemigos.

«Es vergonzoso, dice también el Sr. Coello—pagina 31—que las islas portuguesas estén mejor atendidas que las nuestras.» Hasta cable telegráfico cuenta ya la pequeña isla citada.

No conocemos los términos precisos del tratado recientemente celebrado en París, sobre fijación de limites entre nuestras posesiones y las francesas en ese golfo de Guinea y río Muni, tan insalubre como fértil y productivo; por que el Muni y sus afluentes riegan y fertilizan una gran comarca, rica en ébano, marfil , maderas tintóreas y un sin número de producciones que es ocioso repetir aquí. Sin embargo, parece que por aquel tratado hemos perdido toda la ribera izquierda del mismo río y de su enorme ensenada o estuario. Y se ha dicho que lo peor no ha sido lo peor que hayamos sufrido esa perdida, pagada con la concesión de un marquesado, sino que hemos sentado precedente para dar otro titulo o alta recompensa mañana al que nos haga perder la ribera derecha.

La verdad es que la posesión por nuestra parte de la cuenca izquierda del Muni  era casi efímera, por que allí  todo el negocio lo hacen los extranjeros. En cambio hemos obtenido que los franceses presten reconocimiento oficial a nuestro señorío en la orilla derecha, y hacia el Norte, cosa a la cual venían negándose desde hace bastante tiempo; pero esa pequeña ventaja no garantiza igual reconocimiento de parte de otras naciones, y por ese lado quedamos siempre expuestos a nuevas expoliaciones, si bien poco o ningún provecho sacamos de ese país que allí nos queda. Es un lujo demasiado costoso el de tener colonias, para que otros las exploten, y tal ha venido siendo nuestra desgracia en Guinea y algunos otros países. Tal vez algún día aprendamos a colonizar y sacar de ello el debido provecho, cosa que seguramente no se logra tiranizando a los naturales —aunque sean negros,—y engañándoles repetidas veces, hasta el punto de hacerles desconfiar de nosotros. Precisamente los extranjeros que explotan las riquezas del vecino continente, han hecho todo lo posible para captarse la enseñanza de los naturales, y así han logrado extender allí su comercio, y ampliarle en grande escala. Es mas, en sus colonizaciones han hecho progresos inmensos en el cultivo; la sola isleta de San Tomás, que asegura el Sr. Coello pagina 29—ser menor que la mitad de Fernando Poo, dice el mismo autor qué exporta anualmente por valor de tres a cuatro millones de pesetas, tan solo en cacao y algún otro producto, y hoy es hartó probable que exporte mucho más, así en esos artículos o renglones como en otros varios En ella como en Fernando Poo, Anobón, etc., se produce y cultiva el café, la quina, la vainilla, el caucho, el tabaco, el algodón, la palma de aceite, etc. Algo exportábamos también por aquel tiempo de nuestras islas de Guinea, pues tan solo los ingleses cambiaban en Fernando Poo, artículos del país por valor de 300 000 pesetas aproximadamente cada año, siendo de notar—y en esto se conoce también lo que es la industria inglesa —que aquella nación no sacaba por lo regular ni una peseta en pago, sino que con sus productos cubría aquel valor. Lo mismo a poco más o menos hacen allí los alemanes y franceses. Así abunda el metálico en esas naciones, mientras en la nuestra escasea extraordinariamente.

Concluimos este ya largo trabajo, lamentando tan sincera como por lo regular infructuosamente nuestro atraso en riqueza colonial, y haciendo votos para que al menos eso que nos queda pueda en lo sucesivo sernos más útil que gravoso, y que no impongamos ni mantengamos una carga a nuestro esquilmado Tesoro, sin más resultado que ver a los extranjeros hacer su negocio en nuestras mismas posesiones, y acaso acabar por arrebatárnoslas, como ahora ha sucedido con una buena parte de la cuenca del Muni.

Aumentar nuestra marina de guerra para evitar tales despojos es un cálculo insensato; perderíamos las colonias y los barcos, porque no podemos rivalizar ni igualar en pujanza marítima a las grandes potencias, aún dedicando a ello hasta la última peseta que nos queda, y convirtiéndonos en pordioseros Lo que nos importa es seguir el mismo camino trazado por otras naciones cultas, Bélgica, Holanda y aún Portugal, que sin abrigar la idea quijotesca de rivalizar en fuerzas marítimas con otras potencias—que no sólo tienen grandes escuadras sino también medios sobrados para aumentarlas si fuera necesario,—se concretan a desarrollar su industria y su comercio, procurando así no ser explotadas y acabadas de aniquilar por los grandes centros productores. No hay que olvidar, además, que la península Ibérica cuenta con un elemento de riqueza, la agricultura, que bien atendido como se merece, rivalizaría con gran ventaja sobre el mismo de aquellas naciones que bajo otros conceptos nos dejan muy atrás. La agricultura en España, como la industria y el comercio necesitan protección y esta protección consiste principalmente en la reducción de los créditos y múltiples impuestos que abruman al labrador, lo mismo que al industrial y al comerciante.

Lo antedicho no obsta para que a medida de nuestras fuerzas y recursos, vayamos progresivamente aumentando nuestra marina, y a la larga podamos volver a competir, bajo ese punto de vista, con otras naciones que hoy nos aventajan. La unión Ibérica, si algún día vuelve a verificarse, sería como es sabido, un gran paso en la senda de nuestra futura rehabilitación.

                                                                                       SOMAR *



*Seudónimo usado por Rosendo García-Ramos y Bretillard, anagrama de Ramos

martes, 25 de noviembre de 2014

LA CUESTIÓN DEL RIO MUNI (V)



                    (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 25 de febrero de 1901)
                              Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

 En 1839 obtuvieron los franceses facultad de un Jefe  reyezuelo indígena para establecerse en la orilla izquierda del Gabón, y en 1842 compraron a otro, de la orilla derecha, el terreno necesario para construir una factoría fortificada.
»En Enero de 1846 se ratificó por el delegado español D. Adolfo Guillemar de Aragón, el acta de nacionalidad dada a la isla de Corisco y sus dependencias, incluyendo en ellas explícitamente los dos Elobey, y dando de todo conocimiento a las autoridades francesas que acababan de establecerse en el Gabón.

»En 1858, D. Carlos Chacón, gobernador general de Fernando Poo y sus dependencias, ratificó nuevamente la carta de nacionalidad, nombrando al rey indígena Munga, que gobernaba en Corisco, teniente gobernador de esta isla, de los dos Elobeys y de todas sus dependencias» ..



Triste es reconocer que casi tan solo en lo más ardiente de la zona tórrida tenemos—casi por milagro—esas posesiones, que nos han dejado los extranjeros. Casi todo lo demás de la costa africana, en las regiones templadas, no nos pertenece. Es verdad también que aun cuando nos perteneciera, casi ningún provecho sacaríamos de ello; tal es nuestro atraso en comercio, en marina mercante, y sobre todo, en saber o querer colonizar. No se coloniza bajo la dirección de gente poco más o menos ignorante, que solo por obtener pingües sueldos acepta tal cometido, y casi por ello solo se le confiere. Y si esta gente, como por desgracia casi siempre suele verse, solo se propone explotar o esquilmar el país, y lo que es consiguiente, tiranizar a los indígenas, ya puede conocerse lo que significa y lo que puede esperarse de semejante colonización.

Colonizador ha habido, y no de una nación sola, que se ha entretenido en pedir y obtener de los cabecillas indígenas actas de sumisión, tan efímeras como compradas a poca costa—ya hemos dicho que tales actas se hacen a porrillo y se deshacen lo mismo, —y después se presenta a su respectivo Gobierno dando cuenta de que le ha adjudicado centenares de leguas de tierra. Rara vez deja de obtener por ello una buena recompensa, si no marquesado, al menos Gran Cruz u otra cosa semejante.

Por lo demás, sabido es que no puede haber colonias, adelanto ni progreso en nación alguna donde la administración pública sea ante todo y sobre todo una especie de granjería, donde no se busca gente ilustrada y competente para desempeñarla, sino colocación para los parásitos de este o del otro color político.

Por ello también, hablando en tesis general, puede decirse que ninguna nación bárbara sabe ni puede colonizar, sino conquistar, si para esto último cuenta con fuerzas y gente suficiente. Eso se vio claramente en tiempo de las invasiones de los bárbaros del Norte, como se ha visto y verá en todos tiempos e invasiones análogas. Tales pueblos ni civilizan ni edifican, sino destruyen; al menos, destruyen mucho más que crean.

Si al vecino imperio de Marruecos —pongo por ejemplo—diera hoy por ensanchar su territorio, ya sabemos la clase de colonización que haría; y no es Marruecos el estado o nación que menos está persuadida da que tal es la misión providencial de su  raza; al menos los moros de antaño conquistaron la península Ibérica, Pero hoy esa nación tiene que empezar por conquistarse a si misma, es decir, por civilizarse antes que meterse en tales aventuras; mal puede gobernar la casa ajena quien tiene la suya propia como la de tócame Roque.

«El tratado—que alegaban los franceses—referente a la isleta de Elobey grande, apareció con mayor formalidad que otros, y firmado en Abril de 1855, en la factoría del Gabón ante el Comandante del puesto, aunque en vista de lo ocurrido con los demás, puede dudarse también de su fecha; pero el otorgante que se suponía Jefe indígena no lo era, y aún el reconocido como tal declaró en las informaciones que era dependiente de Coriseo y de España. Dicho individuo, que sólo había recibido terrenos para vivir en Elobey del Jefe verdadero, no había tenido dificultad en aceptar regalos, ni en firmar contratos—con algunas botellas de aguardiente o ron firman estos indígenas cuantos se quieran —y menos la tuvo para llamarse rey y aceptar un sueldo anual de los franceses.

«En el Elobey chico hay tres factorías alemanas y dos inglesas... Esas cinco factorías o establecimientos mercantiles cuentan ya hasta treinta sucursales en lo interior de la cuenca del Muni, y existen además otras siete factorías secundarias en las costas al Norte del cabo San Juan. Las de Elobey pagan al Gobierno español 5.000 pesetas al año cada una, prueba de la prosperidad de su tráfico, y nueva prueba también de que allí se reconoce nuestra soberanía. Los objetos principales de cambio que allí llevan los extranjeros son telas de algodón, aguardientes, azúcar, armas, loza y cristal; todos ellos los producimos nosotros, y es bien singular que no tratemos de llevarlos allí, trayendo en cambio los artículos indispensables para nuestra industria, que compramos a los extranjeros pagándolos con enormes recargos.
 «Lo que falta es que nuestros navieros y comerciantes abandonen su apatía que todo no ha de hacerlo el Gobierno. Ciertamente que sostener nosotros esas posesiones — pagando sueldos crecidos y costeando allí una perenne estación naval, —para que solamente las exploten los extraños, es una cosa absurda y ruinosa.
 «Vergüenza debiera darnos que los indígenas se nieguen allí a aprender nuestro idioma, por que dicen y con razón que no pueden utilizarlo para su tráfico, y que prefieren hablar inglés, que les es más útil.»

Aparte de que tal vez el Sr. Coello trate, en medio de esas atinadísimas reflexiones, de exculpar un tanto al Gobierno, que es sabido recarga sobradamente los impuestos sobre navegación y comercio, dificultando así las transacciones; aparte de eso—repetimos— o podemos menos de señalar otro mal muy inveterado entre nosotros, y es que para muchos individuos existe el hábito constante de engañar o mitificar; es ya antiguo aquello de mentir y engañar a todo el mundo como a negros de Angola. Comerciantes o traficantes ha habido, y no han sido muy pocos, que al África han llevado constantemente artículos falsificados o adulterados, lo peor que tienen y más averiado, para cambiárselo a los negros. En su concepto esos son bonitos negocios y grandes golpes de astucia; pero el resultado ha sido que han perdido allí el crédito, y lo que es peor, se lo han hecho perder a los de su nación. Tal suele ser el provecho que muchos sacan de ser tan listos.

Pero vamos a concluir ya este largo trabajo, con dos palabras en el próximo y último articulo. Advertiremos aquí, sin embargo, que las ciento y tantas leguas de costa que ya hemos dicho anteriormente que poseía España en el continente africano, en aquellos parajes, multiplicadas por otras ciento desde el mar hacia el interior, hacen más de diez mil leguas cuadradas, cuya mayor parte hemos perdido sucesivamente en poco más de un siglo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

LA CUESTIÓN DEL RÍO MUNI (IV)


                (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 23 de febrero de 1901) 
Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

No será tal vez fuera de propósito consignar aquí, antes de proseguir el interrumpido relato, que estos ríos del golfo de Guinea parecen ser los mismos que el Periplo de Hannon llama torrentes fogueados. Algunos han creído que la voz infogatii de la traducción toscana del periplo, significa inflamados y han deducido e inferido que se trataba allí de torrente de lava ardiente; pero nos parece más verosímil que se hable tan solo de agua fogueada por el calor , teniendo en cuenta que no se empleaba allí la voz inflammati o infianmatí, y que en la misma relación se consigna que aquellos expedicionarios no podían marchar a pie en aquellos países de la costa, acusa del gran caldeo y reverberación del suelo.

En las dos grandes épocas que llamaremos cartaginesa y romana, el golfo de Guinea fue visitado y explorado por las naves de aquellas naciones, haciéndose desde entonces allí un considerable comercio de pieles, plumas de avestruz, marfil, oro en polvo y otros artículos, comercio que más tarde los lusitanos reprodujeron—así como también el de esclavos de ambos sexos —y continuaron hasta que otros europeos, franceses, ingleses, holandeses etc., les disputaron ese ramo de riqueza. Entonces aquellos cedieron a España unos derechos que en realidad no tenían sobre dicha parte del continente africano, a cambio de otros que nuestro gobierno les concedió, como después tendemos ocasión de ver en la conferencia que estamos extractando.

Añadiremos para concluir esta intercalación, que anteriormente a los portugueses, el comercio de esta parte occidental lo hacían los venecianos, genoveses o janueses, y otros navegantes de Italia, que de allí sacaban anualmente considerables valores, particularmente en oro y esclavos. Verdad es que los lusitanos emprendieron después lo que ellos llamaban pomposamente la conquista de Guinea; peor no es menos cierto que solamente ocuparon en aquella región algunos puntos salteados y poco extensos, muchos de los cuales abandonaron luego, por su insalubridad y por la gran competencia que otras naciones les hacían en la contratación de los indígenas. Lo mismo les sucedió en casi todas sus posesiones en las Indias Orientales.

El sabio Mr. d´Avezac, por otra parte, ha demostrado que antes de que llegaran los lusitanos a Río de Oro, y aún al Golfo de Guinea, ya los franceses de Dieppe y otros puertos normandos penetraron en estas mismas costas africanas de la zona tórrida.

“recordaré de nuevo que en España –prosigue diciendo el señor Coello- tanto los hombres llamados políticos como los que no lo son, se ocupan muy poco de estas cuestiones; distraídos los primeros con sus contiendas de partido y más todavía con las personales, que absorben su principal atención, carecen de tiempo para dedicarlo a aquellas. Basta, además, que un partido piense en un ensanche, proponga o intente una mejora en nuestros dominios ultramarinos, para que la encuentren mal y la combatan o abandonen los del bando contrario. Además para comprender y resolver las cuestiones coloniales precisa tener conocimientos previos, y dedicarse a estudios de historia, geografía, estadística, y aquí solo se estudia y se discute la historia de las fracciones y de los hombres políticos, la geografía de las antesalas y pasillos y la estadística de los empleos”

Esas frases notables del señor Coello pudieran todavía reducirse a estas dos palabras: Se estudia ante todo y sobre todo la complicada ciencia de quitar a unos para ponerse otros. 

“Los no políticos ni siquiera sospechan la importancia de ciertos problemas coloniales. A la mayoría parece que todo le es indiferente.

Los derechos de España en el Golfo de Guinea datan del tratado que se celebró en Portugal en 1777, por el cual se nos cedió a cambio la isla de Santa Catalina y de nuestra colonia del Sacramento, en la América del Sur, las islas de Fernando Poo y Annobón, con los derechos de negociar  en todas las costas vecinas, desde el cabo Formosa que está a la desembocadura del río Níger, hasta el de Lope González- cabo López- al sur del río Gabón; pero con la condición de que considerase a los portugueses con iguales derechos para comerciar en dichas costas”

Como se ve, y a pesar de iniciarse el Sr. Coello a considerar esa cuestión como territorial, no parece ser ni siquiera e señorío, ni aún un mero protectorado. Tal vez nadie en Europa reconociera a los portugueses, más derecho de comerciar allí, que el mismo que cualquiera otra nación tenía; y además, al reservarse aquellos ese pretendido derecho de comercio, tal como nos lo transmitían, claro es que se reservaban también el de traspasarlo más tarde a quien quisieran y cuando quisieran.

La verdad es que allí traficaban otras naciones, tanto o más que Portugal, antes y después el tratado de 1777.

“En 1778 se ratificó el tratado, y en el mismo año se envió una expedición española, que ocupó las islas de Fernando Poo y  Annobón, teniendo que abandonarlas en 1781, a causa de las enfermedades que diezmaban a nuestra gente…

“Los ingleses ocuparon la primera de estas dos islas en 1827, con el objeto de establecer allí un tribunal mixto para la represión de la trata de esclavos…y en 1841 propusieron su compra por la suma de un millón y medio de pesetas. Admitieron nuestros gobernantes la proposición; pero sucedió lo que sucede siempre entre nosotros, que fue rechazada por las Cortes y por la opinión del país.

“Al poco tiempo, en 1843 enviamos otra expedición a las mismas islas, mandada por el capitán de navío D. Juan José de Llerena, quien pasó a la isla de Corisco y recibió de los indígenas de ella un acta de adhesión e incorporación a España”

Esa misma acta es la que sirvió en Canarias a Diego García de Herrera para llamarse señor y dueño de Tenerife y de Gran Canaria. Los indígenas de África las prodigan al primer llegado, mediante algunas botellas de ron, y unas cuantas piezas de zaraza o muselina; siendo lo peor que tienen aquellos la astucia de fingirse soberanos de territorios en el Continente, que jamás han poseído, y vender nuevamente lo ya vendido, tantas veces cuantas se lo quieran comprar.

El Sr. Coello ignora que mil veces, a cambio de ron o cualquier bebida espirituosa, lo mismo que de telas, armas, baratijas etc., los negros habían vendido a los ingleses, holandeses, franceses y otros europeos, no solamente sus posesiones y las ajenas sino a sus prisioneros de guerra, y aún a sus mujeres e hijos. Allí puede decirse que no hay más legítima propiedad  europea que la posesión en la que se estuviere en cualquier territorio.

Sabido es que los negros solían hacerse entre sí la guerra, tan solo para hacer esclavos que vender a los europeos.

(Continuará)

              

jueves, 20 de noviembre de 2014

LA CUESTIÓN DEL RÍO MUNI (II)



           (Artículo publicado en el Diario de Tenerife del 16 de febrero de 1901)

Habla ahora el señor Coello:

[ilegible en el ejemplar consultado]... a la zona Nordeste de la gran isla de Borneo, que nos pertenecía legítimamente. Las negociaciones diplomáticas, si puede llamarse así la torpe y descuidada defensa que entonces se hizo de nuestros derechos, se llevaron de una manera tan rápida y misteriosa, que no pudo enterarse de ellas el público, ni aún los que nos ocupamos preferentemente de esas cuestiones. Lo cierto es, señores, que perdimos esa parte importante de la gran isla de Borneo. Aquella zona de que se nos desposeyó, representaba una superficie de 50,000 kilómetros, es decir, más de la décima parte de nuestra España; y esa porción que pareció despreciable y que se abandonó con tal descuido, constituye hoy una región admirablemente situada y riquísima, a pesar de que hace todavía muy pocos años que lo explota una Compañía mercantil inglesa; los ingresos exceden ya a los gastos, y según noticias recientes se han descubierto allí yacimientos auríferos, lo cual aumentará considerablemente su importancia.

»De este fatal precedente se deduce la conveniencia, la necesidad, de que se estudien con gran cuidado todas estas cuestiones, por que lo que hoy despreciamos y abandonamos, puede ser mañana de la mayor utilidad, y nuestros hijos tendrán el derecho de censurar la incuria de los que consintieron que se mermase el territorio nacional. Por mi parte creo que muchas de estas pérdidas no habrían tenido lugar si los gobiernos y el país conocieran bien los territorios que España posee y los derechos que a ellos tiene »

Esa reflexión del Sr. Coello es racional y pertinente, aunque no siempre las pérdidas del territorio han dependido del desconocimiento de éste, ni de la incuria o indolencia de los gobiernos. Las ha causado más de una vez nuestra insuficiencia de medios de defensa. En el siglo XVIII los ingleses se apoderaron sin mucha dificultad de las Filipinas, de la Habana, y de media isla de Cuba, inclusas las Escuadras que allí teníamos, un material de guerra enorme y más de cien millones de duros en moneda acuñada. ¿Por qué? Porque no podíamos competir con ellos en elementos y medios ofensivos y defensivos. Esas posesiones nos fueron devueltas más tarde, a cambio de otras que les cedimos en América; pero allá se les quedaron nuestros navíos, pertrechos de guerra y sumas en metálico. Hasta nos tomaron y devolvieron la isla de Menorca en las Baleares.

Volvamos al discurso o conferencia del Sr. Coello, quien prosigue diciendo así:


«No vengo yo aquí a acusar a los gobiernos. Estos, tal cual están constituidos, no pueden hacer todo lo que debieran y quisieran; por otra parte, se hallan demasiado preocupados por lo que aquí se llama política, aunque no lo sea en realidad, y no ponen gran empeño, como fuera de desear en el estudio de…
...aunque afortunadamente las menos extensas; por que acaso se recuerden los esfuerzos que he hecho personalmente por salvar nuestro dominio en ellas.
 »Yo creo—y permitidme esta digresión —que la cuestión de las Carolinas fue más simpática a la generalidad de los españoles por el nombre que llevan esas islas, que por su importancia real y positiva. Si en vez de llamarse Carolinas se hubieran nombrado Bubayanes o Calamianas, no hubieran despertado igual interés...

»Por último, deseo la conservación de todas las posesiones que tenemos en las costas de África, y muy principalmente de las del golfo de Guinea, que hoy están gravemente amenazadas. Trátase de territorios que durante muchos años y casi constantemente hemos despreciado, siendo preciso que otros los codiciasen, para que, con intermitencias, nos merecieran alguna atención. Si con descuido y con despego hemos mirado la isla Fernando Poo, que al menos conocíamos de nombre, mayor ha sido la indiferencia respecto a los territorios inmediatos del Continente, cuya existencia se ignoraba hasta en las regiones oficiales, en ciertos periodos, y que superan muchísimo en extensión y en importancia a la citada isla.»

Volveremos a interrumpir un momento ese relato, para fijarnos bien en que ya desde el año 1888 habíamos perdido las Carolinas orientales, islas que después hemos enajenado completamente. Es verdad que aquellas, y algunas otras colonias lejanas, nos eran gravosas, por que causaban más gastos que ingresos al Tesoro.
Bien está conservar tales colonias  a las naciones pujantes y ricas, aunque durante mucho tiempo ningún provecho les reporten; pero a las naciones pobres contribuyen a arruinar los gastos hechos sin remuneración. La esperanza de lucrarse algún día la nación con tales colonias, se iba ya perdiendo entre nosotros; y por otra parte, la emigración siempre creciente de nuestras clases pobres, no podían ser dirigidas allí por varias razones, sobre todo la gran distancia de la metrópoli. Sin embargo, un gobierno ilustrado y solícito acaso hubiera podido convertir las Carolinas y Palaos en unas colonias florecientes y útiles a la patria, sin grandes dispendios, aunque corriendo siempre el peligro de perderlas al menor rompimiento con cualquiera de las grandes potencias marítimas.

Ese es un peligro constante que en rigor no está en nuestra mano remediar ni hacerlo en poco tiempo desaparecer. No se improvisa una marina como la de Inglaterra en unos cuantos años, ni acaso siglos. Es preciso ir paulatinamente creándola, como hizo la misma nación citada, y han hecho también otras, que hoy pueden tener y sostener sus colonias.


(Continuará)

martes, 18 de noviembre de 2014

LA CUESTIÓN DEL RÍO MUNI (I)


                (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 15 de febrero de 1901)

No hace muchos días que, revisando algunos papeles viejos que todavía conservo, me hallé con un folleto que lleva por título el mismo de estas líneas. Es un cuadernito de 33 páginas en la 4º y a su final dos pequeños aunque curiosos mapas de nuestras posesiones en el golfo de Guinea.

Ya había yo leído atentamente dicho cuaderno; pero ahora lo he leído con más cuidado, y no creo por demás comunicar a los lectores del Diario mis impresiones en el asunto, y mejor sin duda alguna, reproducir algunos párrafos de aquel interesante trabajo, impreso en Madrid, año 1889. Parecerá hoy un tanto trasnochado lo que se escribió en esa fecha; pero en realidad no ha perdido, ni mucho menos, su interés para cualquiera persona que poco o mucho, se ocupe de nuestras mermadas colonias.

Aquel trabajo es el discurso pronunciado por el Excmo. Sr. D Francisco Coello, con fecha 9 de enero del citado año, en una sesión pública celebrada por la Sociedad Geográfica de Madrid.

El nombre solo del autor de ese concienzudo trabajo, le recomienda desde luego, y también las breves palabras que añadió el Excmo. Sr. Conde de Toreno, las cuales asimismo se consignan al final del folleto. Esas frases del Presidente de la mencionada Sociedad Geográfica no debemos omitirlas, por más que algunos las juzguen superfluas en este lugar. Por ellas vamos a comenzar, por que entendemos que tanto las reflexiones del Sr. Toreno, como cualquiera otra observación o antecedente análogo, contribuyen a hacer luz en esta interesante materia de nuestros maltrechos asuntos Coloniales.

Dice, pues, el Sr. Toreno en el pasaje aludido:

«Señores: Se comprende no solo por los aplausos con que ha sido de todos acogida, sino también por las muestras de aprobación que en tan repetidas ocasiones ha tributado el auditorio al Sr. Coello, lo interesantísimo de la Conferencia que con tanto gusto ha sido por todos escuchada. Yo felicito a la Junta Directiva de esta Sociedad, que al tratar en su última reunión de las importantísimas cuestiones relacionadas con nuestros derechos en las inmediaciones del río Muni y en la costa de Guinea, brindó y rogó al Sr. Coello para que en el día de hoy pronunciara la conferencia que hemos tenido el gusto de escuchar de sus labios. El Sr. Coello, con la modestia que le es propia, y aún exagerándola, dijo que obedecía al ruego de la Junta Directiva, y hasta dijo que al mandato de su presidente. Yo no tengo derecho ninguno, no ya a mandar al Sr. Coello, sino tampoco a ninguno de los individuos de la Directiva; lo que hice fue reconocer de importancia suma el ruego dirigido al Sr. Coello para que pronunciara esta conferencia, y unir mi ruego al de los demás individuos de la Junta... El asunto ha quedado admirablemente dilucidado, e ilustrada la opinión. Yo felicito a la Sociedad Geográfica que, así vela constantemente por los intereses de nuestra patria, con verdadero entusiasmo.»
«Los Gobiernos, preocupados muchas veces con necesidades y asuntos del momento y de interés si no mayor que este, al menos, que se encuentran más a su alcance, no pueden ocuparse siempre de estas cuestiones coloniales con el detenimiento que fuera de desear, y se hace necesario que por medio de conferencias de esta importancia, y de esta ilustración, se llame su atención y se le faciliten los datos necesarios para ilustrarse—si ilustración necesitan— en lo que a estas cuestiones se refiere, para el mejor desempeño de los negocios que les están encomendados.»

«Felicito, pues, a la Sociedad Geográfica, que tan gran servicio realiza... Y reconociendo, como todos reconocemos, el verdadero esfuerzo que ha tenido que hacer el Sr. Coello para venir aquí a ilustrarnos con su palabra, esta Sociedad le agradece el haber prestado este servicio más, que se agrega a los muchos que ya tenía prestados de antemano »

Alude el Sr. Toreno, en esas palabras finales, a la avanzada edad y quebrantada salud del eminente geógrafo cuya pérdida hoy llora España.

 (continuará)

domingo, 16 de noviembre de 2014

ATENAS (III)



                   (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 16 de junio de 1900)

Lamentan algunos viajeros que, siendo Grecia una monarquía constitucional y de las que gozan mayores libertades, se venda en Atenas y por todos partes la justicia.

Eso no es cuestión de  política, sino cuestión de moralidad. Cuando ésta falta, no hay libertad que supla por ella. Así se veía vender la justicia en las antiguas repúblicas griegas, lo mismo que en las italianas. Sin esa degradación moral, no hubiera caído la famosa república Romana; no hubiera descendido ignominiosamente, primero al triunvirato u oligarquía, y después al cesarismo, o sea, a una monarquía que puede llamarse dictadura militar.

»De hecho, dice Mr. About, en Grecia la prensa es libre, la instrucción se da gratuitamente, en todos sus grados, pero la igualdad ante la ley es una quimera.
»E1 poder legislativo se ejerce colectivamente por el rey, la cámara y el senado; los ministros son responsables, y el rey goza todos los derechos concedidos a cualquier monarca constitucional.
»Los diputados son elegidos entre los electores que cuentan más de treinta años de edad, y que a la vez se hallan en la posesión de una propiedad cualquiera, o ejercen una profesión que les permite vivir con independencia. Se les nombra por tres años, y reciben doscientas cincuenta dracmas (1) mensuales, mientras está abierta la Cámara.
»E1 cuerpo electoral le componen; todos los hombres mayores de veinte y chico años, que tienen alguna propiedad, o ejercen cualquiera profesión independiente, en aquella provincia donde políticamente se hallan domiciliados.
»Pero desgraciadamente los electores o los votos se venden y se compran allí por todas partes. La venalidad es después de la fiebre, o antes que ella, la gran calamidad de aquel país. (2) Y de muchos otros, pudiera haber añadido el mismo autor.

Sin embargo, los griegos están orgullosos de haber podido salvar a su famosa Atenas de la destrucción, ya que sucumbieron Argos, Esparta, Tebas, Sicione y Corínto, que es hoy un misero villorrio.

Es de advertir, y ya nos parece haber hecho esta observación anteriormente, que casi todas esas ciudades han venido siendo sucesivamente abandonadas, como Troya, Balbek, Palmira, etc., a causa de la disminución de sus ríos respectivos, algunos de los cuales no han sufrido merma en sus aguas, sino que sus cauces o fuentes han variado de dirección con el transcurso de los tiempos.

Atenas se ha reedificado y repoblado como por encanto. Han afluido allí los griegos y aun los extranjeros, todos los cuales habían respetado por lo general los monumentos antiguos, y aún las ruinas de la antigua ciudad, construyendo por decirlo así otra nueva. Dos grandes calles la atraviesan en cruz, que son la de Eolo y la de Hermes, cuya prolongación es la ruta que conduce al puerto o sea al Píreo. La de Eolo comienza al pié del Acrópolis y se prolonga hasta la cercana aldea de Paticia. La ciudad contaba en 1852 poco más de veinte mil almas; pero hoy su población es verosímil que sea mucho mayor. En el citado año el Ejército griego era poco numeroso, no llegaba a diez mil hombres; pero también debe haber aumentado posteriormente No era que faltase entonces gente para servir en el ejercito, sino que había paz, y era costosa la fuerza armada para una nación tan pobre o de tan módicos recursos; sucedía bajo ese concepto casi lo mismo que en Suiza y en algunos otros países.


También en el año antedicho había ya en a capital de Grecia una Universidad bastante bien montada, siete Liceos, una Escuela politécnica, un Observatorio, Biblioteca, Museo de Historia natural, etc. etc. No debemos omitir que también se contaba entonces en Atenas diez y nueve imprentas, ocho fundiciones de tipografía, diez prensas biográficas, etc.; siendo de advenir que también había varias imprentas en otras ciudades de Grecia, así como también fundiciones de tipos litográficas y en una palabra, todo lo que constituye y señala un pueblo que marcha en vía de progreso, como son Institutos, Escuelas, Casinos, periódicos— en Atenas había a la vez diez y seis diarios, y otros seis fuera de la citada capital. Pero en los campos y aldeas se encuentra el reverso de la medalla; no ha penetrado hasta allí la cultura intelectual, y se vive por decirlo así patriarcalmente.

No sabemos los progresos que se hayan verificado en Grecia en esta segunda mitad de siglo; en la época de que venimos tratando, se vivía en casi toda la nación a la manera antigua, casi como en los tiempos protohistóricos. Como la industria extranjera se ha llevado casi todo el numerario de aquel país, tan atrasado en industria, los cambios se hacían casi siempre en especies, rara vez en dinero, al menos, en los campos y aldeas. Acerca de ello dice el autor que varias veces hemos citado:

«Es Grecia el único país civilizado que conozco, donde la contribución sea pagada en especie. El metálico o numerario es tan raro en los campos, que ha sido preciso apelar a ese modo o manera de recaudación, ora por el sistema de arrendamiento, ora por administración directa.»

Añade, además, que Grecia no puede pagar la gran deuda que se ha creado, ni siquiera sus réditos, que en parte le han sido perdonados—condonados— por Rusia, Inglaterra, Francia y Alemania. ¡Desgraciadas algunas otras naciones tan adeudadas como ella, y que no tienen quien las dispense de igual pago! Bien entendido, que no son los Bancos y Casas particulares los que la han hecho esa gracia. Las casas y personas particulares, por lo general, no prestan para perder. Mr. About dice también, en la 2ª edición de su citada obra—página 298, —que los últimos empréstitos contraídos por el gobierno griego, fueron en verdad desembolsados por casas banqueras particulares; pero que éstas  lo hicieron sobre o bajo la garantía de las naciones protectoras de Grecia, naciones que en realidad han venido pagando casi siempre los intereses. ¿Les cobrarán algún día? Es de creer que no, y que ese desembolso tendrá el carácter de una obra pía o benéfica en favor de aquel pueblo cristiano, de tan gloriosos recuerdos y al que Europa debe su cultura, pueblo que las mismas potencias se glorian de haber sacado de la esclavitud, y cuya existencia entienden que es conveniente para el equilibrio europeo.

En suma, Grecia tiene o tenía una Constitución liberal que resultaba casi ilusoria, porque los gobiernos no la observaban. Se la infringía impunemente a cada paso, y de ello—dice Mr. About— tiene la culpa la nación misma, que se vende a sus mandarines, o lo que es igual, que les vende el sufragio, por lo cual puede decirse que no merece la Constitución que tiene. Sólo falta saber, como antes hemos indicado, si suponiendo que la venalidad cesara, se hallaría en toda Grecia gente íntegra o ilustrada a la que pudiera confiarse los intereses y el porvenir de la patria.

Cualesquiera que sean los destinos de la misma nación, es indudable que Atenas prospera y se engrandece, dando como Roma el raro ejemplo de perpetuar, por decirlo así, la existencia de dos pueblos famosos; cosa que no han logrado hacer Esparta, Babilonia. Nínive, Tebas la egipcia, Troya, Menfis ni otras muchas ciudades célebres, de las que hoy casi no quedan más vestigios que un nombre y un recuerdo mas o menos glorioso en la historia.

Es verdad que el actual pueblo griego, como tantos otros, es una fusión de varios pueblos; pero no debe hacerse mucho pié en diferencias de raza. Acerca de ello ha habido bastante preocupación. Los pueblos del Norte han sido y son hijos o descendientes de los del Mediodía, que en épocas remotas tuvieron que correrse hacia el Septentrión —entonces desierto,—a causa del exceso de población en las regiones templadas. Pero hay mil datos que prueban su comunidad de origen entre ellos el nombre de Dios, —Teos, Teut o Teud— que era uno mismo (3).

                                                                          R. GARCÍA-RAMOS




(1) Doscientas dracmas hacen cosa de ciento ochenta francos o pesetas.
Mr. About asegura que el gobierno helénico no ha dado ni dará cuenta de la inversión de la enorme suma—sesenta millones de francos—que de una sola vez le prestaron las tres potencias protectoras—Rusia, Inglaterra y Francia—Apenas la mitad se ha invertido verdaderamente en beneficio de la nación. Esto lo repite en dos o tres lugares del citado trabajo impreso.

(2) Uno de los mil deplorables efectos de esa venalidad, dice el mismo autor—pag. 332 es la prolongación del ejército de la Cámara. Todos saben, allí, dice que los asuntos que en ella se ventilan pueden ser despachados en dos o tres meses, pero los diputados tardan once o doce meses en hacerlo, para seguir cobrando dietas. 

Falta saber lo que sucedería si no existiera venalidad en las elecciones, esto es, falta saber si sería posible hallar   para diputados algunos hombres  incapaces de estafa a la nación. Peor aún sucede con los senadores, que cobran más en Grecia que los diputados.


(3) De ahí la identidad entre muchísimos nombres antiguos del Norte y Mediodía, tales como Teobald, Teodoric, Tendis, Teudiselo, Teodoredo, Teudímero, etcétera -todos del Norte- y Teodosio, Teófilo, Teotin, Teodoro, Teofanes, Teócrito y muchos otros del Mediodía.