martes, 21 de octubre de 2014


ANTIGÜEDADES CANARIAS. CONQUISTADORES Y CONQUISTADOS (I)


(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 1 de abril de 1899) 
                                 Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

Desde las más remotas épocas que registra la historia de todas las naciones, se observa que los hombres han sido los unos conquistadores, y los otros conquistados; bien entendido que esa diferencia ha sido debida a las circunstancias en que unos y otros se han hallado. El pueblo vencido lo ha sido generalmente a causa de su relativa inferioridad de poder o fuerzas, no por haber sido menos conquistador que el pueblo vencedor.

Sentado ese principio, que considero axiomático, claro es que me había de extrañar el empeño demostrado por muchos extranjeros, y aun nacionales, en vituperar a los españoles por sus conquistas, empeño que les ha llevado hasta la infame exageración de inventar crueldades  inauditas, y atribuirlas a los españoles, sin acordarse ni mentar poco ni mucho las de los pueblos vencidos, mejor dicho, procurando encubrirlas para mejor conseguir su objeto.

Respecto a los guanches o antiguos habitantes de Canarias lo mismo que a los del Nuevo Mundo, ya antes de ahora ha sido demostrada la falsedad con que los unos por malicia, y los otros por ignorancia, han dicho que perecieron, que fueron extinguidos o exterminados; siendo constante no sólo que no sucedió semejante cosa, sino que desde los tiempos de esas conquistas, hasta nuestros mismos días, han venido constituyendo el fondo o principal contingente de población aquí y en América.
En Canarias la sangre guanche o indígena ha sido siempre la dominante y después de ella la española y portuguesa o lusitana. Es preciso ver los antiguos archivos, o sea los índices y extractos tomados de ellos, para darse cuenta del sin número de gente portuguesa que aquí vino, de Madera, Azores y de la misma península; esa época fue sin duda de una gran abundancia y desborde de población en toda la península Ibérica y eso explica la colonización inmensa que españoles y portugueses hicieron en Asia, África y América. El mundo, por decirlo así, se lo repartieron las dos naciones, estableciendo en el mar Atlántico una línea divisoria trazada en Roma por la mano del sumo Pontífice.

Pero una buena parte del vulgo de estas islas, y de fuera de ellas, ha dicho según dice, otros mil disparates. Puesto que no vemos aquí guanches con sus correspondientes vestiduras de pieles hablando una jerga ininteligible—con el fondo de la garganta, a modo de beduinos,—claro es que los exterminaron nuestros mayores, o sea los conquistadores y esto lo dicen aquí precisamente los descendientes de los guanches exterminados, sin ocurrírseles ni caber en su imaginación que los pequeños pueblos conquistados toman, generalmente y más o menos pronto, el idioma, religión, leyes y costumbres de sus conquistadores. He nombrado los antiguos archivos de éstas islas, y confieso a mi vez que antes de pasar la vista por sus también ya antiguos y curiosos extractos, no podía figurarme que fuese tan grande el número de indígenas que aquí aparecen como otorgantes y como testigos, en toda clase de documentos públicos; siendo muy de notar que no solamente muchos de aquellos sabían ya poner sus firmas al pie de los documentos, desde los primeros decenios que inmediatamente sucedieron a la conquista, sino que lo hacían con una escritura tan correcta como la de los españoles y portugueses.
En esos primeros decenios se indicaba a cada cual de los indígenas con la voz natural, cuando lo era de la misma isla; sin embargo, a los de Tenerife solía decírseles guanches, a los de Gran Canaria, canarios, y así respectivamente a los de las otras islas. En cualquier documento de aquel tiempo, en que se lee por ejemplo: Agustín de León, canario; Pedro de Lugo, canario; Juan de Vera, canario, etc., debe entenderse se habla de indígenas de aquella isla, según se entiende que lo fueron de Tenerife si en lugar de canario se dice natural o guanche.
Y esto hace recordar que también engañado por los nombres y apellidos, ha creído el vulgo, aquí y en América, que no viene de guanches y de indios, sino de españoles. Es increíble el número de indígenas de estas islas que tomó de sus padrinos de bautismo nombres o apellidos—con frecuencia ambas cosas a la vez;—siendo también de notar que al pasar los indígenas desde unas islas a otras, como conquistadores y pobladores, en unión de los españoles a su vez apadrinaban  indígenas conquistados; hasta en su isla  respectiva se apadrinaban unos a otros en el bautismo, y en plena paz, y, transmitían sus nombres y apellidos europeos; de todo lo cual resulta que, en muchas partes, las personas que hoy llevan apellidos europeos, de aquella procedencia, son más numerosas que las otras que les llevan por ser en realidad de origen europeo. Esto pasa naturalmente, no sólo en Canarias, sino también en América, y en algún otro país; contribuyendo además no poco a la confusión de razas, el número infinito de esclavos —blancos y negros—que tomaban de sus amos los nombres y los apellidos, según por costumbre desde la más remota antigüedad. Cada romano antiguo, por ejemplo solía tener un centenar de esclavos y libertos, de su mismo nombre o apellido. 

Respecto a las datas o repartimiento de tierras y aguas, que en Canarias como en América se hizo por los conquistadores a los indígenas, es bien sabido fueron datas numerosísimas, y de ello ha hablado largamente y con gran copia de datos el finado y conocido autor Mr. Berthelot. Hizo ver el error disculpable de Viera y Clavijo, quien por no tener noticia de una multitud de datas, supuso a éstas infinitamente menos numerosas de lo que realmente fueron, y poco le faltó para creer que se había extinguido la raza de los guanches.

Ese error es tanto más disculpable cuanto más general ha sido, no sólo entre legos sino también entre eruditos; muy pocos han tenido ocasión ni  voluntad de pasar la vista por los antedichos  archivos o extractos de los mismos, y en, éstos precisamente es donde consta la consideración que merecieron y desahogada situación en que quedaron los naturales o sea indígenas de éstas islas,  después de su conquista. Es tal el cúmulo de documentos públicos que otorgaron, que no solamente demuestra los cuantiosos bienes que quedaron poseyendo, sino que puede hacerse con los mismos documentos, incluyendo en ellos sus partidas sacramentales y otros conservados en los archivos de las Iglesias, la historia o sucesión de muchísimas familias, a pesar de faltar muchos documentos a causa de descuidos, incendios, guerras y en general injurias del tiempo.

 En las que fueron nuestras posesiones de América, puede asegurarse  sucedió lo mismo. También se va viendo en esos mismos datos o documentos, el progresivo enlace y fusión de conquistadores con conquistados, particularmente entre los sucesores o descendientes de unos y otros.
 Así puede decirse, en conclusión, que los españoles no fuimos exterminadores de los guanches, ni mucho menos, y que guanches son en su mayoría y atendida  su procedencia, hasta los actuales habitantes de todo éste archipiélago.

(Continuará)

                                                                                                   R. GARCÍA-RAMOS

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