domingo, 5 de octubre de 2014

OTROS CAMPOS ELÍSEOS


                   (Artículo Publicado en el Diario de Tenerife el 27 de junio de 1898) 
                              Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC
  
Así puede llamarse figuradamente el país de los hiperbóreos o pueblos de ultra-Septentrión. Unos dos mil años  antes  de muestra era, los griegos no conocían el norte de Europa más allá del Danubio, por donde corría el viento que llamaban Bóreas o Aquilón; sabían que la tierra se prolongaba por aquella parte, y a ese país, para ellos desconocido llamaban hiperbóreo, lo mismo que al pueblo que suponían le habitaba. A medida que sus conocimientos fueron aumentando, fue retirándose hacia el Norte el país de los hiperbóreos.

 Son bastante pueriles las fábulas sobre dichos pueblos; pero no por ello han dejado de tratarlas varios eruditos, entre ellos el general Vaudoncourt (en el Diccionario de la Conversación) y otros autores. Convienen éstos en que bajo el mismo nombre de hiperbóreos, fueron conocidos sucesivamente varios pueblos y que los  llamados así primeramente, pasaron a ser gente conocida y frecuentada por los griegos, y en su lugar quedaron otras gentes que, se suponía existir más allá de las regiones boreales.   


 Homero y Hesiodo muy poco se ocuparon de los citados pueblos, al menos, en la parte que se ha conservado de sus obras; en cambio Píndaro les dedica varios pasajes de sus odas o himnos, de los cuales vamos a reproducir aquí un par de ellos, valiéndonos de una de las mejores y más recientes traducciones de dicho autor. Dice en sus Olímpicas, oda 3.a (dedicada a Theron de Agrigento) lo siguiente:


Píndaro

 “En otro tiempo el hijo de Anfitrión nos trajo el olivo desde las sombrías márgenes del Ister (el Danubio), cuya rama es el don más preciado en las justas de Olimpia. Tuvo para ello que persuadir con su elocuente palabra al pueblo de los Hiperbóreos, adorador de Apolo, pidiéndoles ese árbol para el sagrado bosque de Júpiter, donde además de su dulce sombra para el vulgo de los humanos, proporcionara las coronas gloriosas para los vencedores.....Ningún árbol adornaba todavía el valle de Pelops, hijo de Cronos, país privilegiado aunque expuesto a los calientes rayos del Sol. Esta circunstancia le movió a pasar al país de Istria, donde la hija de Latóna, la bella Diana que se aventaja en la carrera a los más rápidos corceles, le había ya en otro tiempo recibido... Entonces había descubierto aquella tierra, situada más allá del país en que sopla el frío Bóreas, y admirado la hermosura de sus árboles, entrando en deseo de poseer y trasplantar algunos  Según parece, se trata ahí de un .árbol que difiere algo de los actuales olivos, puesto que éstos se asegura no crecen más allá del Danubio. En cuanto a la filiación de Pelops o Pelope, los comentadores de Píndaro dicen que por licencia poética le llama hijo de Crónos, siendo nieto o descendiente.
  Veamos ahora el otro fragmento que decíamos, y que corresponde a las odas llamadas Pithicas, (oda o himno 10"):
«A nadie es dado penetrar, por mar ni por tierra, hasta el país delicioso de los Hiperbóreos, adonde en otro tiempo llegó el divino Perseo, y se sentó a la mesa de aquellos felices mortales sus palacios suntuosos... Apolo se complace en recibir sus homenajes y se les muestra constantemente propicio... Oyese allí por todas partes el dulce canto de los coros de doncellas, acompañado ora del sonoro vibrar de la lira, ora de flautas armoniosas. El laurel de oro enlaza sus cabellos, y viven en continuos festines, sin experimentar jamás enfermedad ni vejez. Exentos de trabajos y de luchas o combates, nunca se han visto expuestos a las iras de la inexorable y divina Nemesis. Conducido por Minerva, el animoso hijo de Danae llegó hasta la presencia de aquellos felices mortales y dio muerte a la Gorgona, trayendo después su horrible cabeza erizada de serpientes a los habitantes de la isla que a su vista quedaban convertidos en piedras.” 
Como se ve, aquí Píndaro tergiversa no la historia sino la fábula, puesto que la muerte de la Gorgona (o más bien de las Gorgonas) tuvo lugar en una isla del mar occidental de Etiopia, según la común opinión de los mitologistas, desde donde Perseo trajo la cabeza de Medusa a la isla de Serifos en el mar Egeo, no sin pasar antes por la Mauritania, donde convirtió a Atlas en un Monte, que se duda si es parte de la cordillera del Atlas, o si es más bien (según las ficciones mitológicas) nuestro pico de Tenerife, que es sabido fue llamado antiguamente Atlas o Atlante.


 Ahora vamos a reproducir algunas frases del citado trabajo de Mr. de Vaudoncourt, para terminar estas notas. Dice pues este distinguido escritor, que Diodoro de Sicilia (lib. 2º p 130), copiando otros autores más antiguos y en particular Hecateo de Mileto, refiere que más arriba del país de los celtas, en el Océano que rodea toda la tierra, hay una isla tan grande como la Sicilia, y habitada por los Hiperbóreos, así llamados por que están más allá de la región de Boreas. Su cima es suave y templado, y la fertilidad del suelo es tal que en un mismo año se recoge una doble cosecha. Aquí nació Latona (vuelve a tergiversarse la fábula); y Apolo es la principal, divinidad del país. Desde esta isla se ve tan de cerca la Luna, que se distinguen en ella montes o colinas semejantes a las de nuestra Tierra. Hasta ahí Diodoro y Mr. de Vaudoncourt añade que la Céltica o país de los antiguos celtas se extendía por el norte hasta el Asia, y que esa isla mencionada por Diodoro puede ser la antigua Thule de otros autores, y de la cual nos habla Pitheas. Aquella notable fertilidad de la tierra, es aplicable a Thule, si nos atenemos al relato de Solino (cap. 25), la cual quedaba efectivamente en la dirección de Bóreas según Hiparco, que coloca esa isla en el mismo meridiano del río Boristenes, hoy el Nieper. En cuanto a la proximidad de la Luna, ya esa misma idea quimérica se halla también aplicada a Thule por otro copista de los antiguos, llamado Antonio Diógenes, en su Incredibilia de Thule, libro 24 (véase Photü Bibliot. p. 362). El mismo Vaudoncourt opina que han sido confundidos los hiperbóreos de la isla o región septentrional, con otros de Tracia, llamados así antiguamente, cuando aún no se conocía el norte de Europa, y que eran éstos los que realmente tributaban culto a Latona.


 Cual quiera que sea el valor de esas nociones mitológicas, hay en ellas un dato precioso para la historia antigua, cual es el concepto que se tenía de haber en la Luna montañas análogas a las de la Tierra. Es digno de notarse que desde tal antigüedad se tuviese idea de que aquel astro es semejante al nuestro, sin conocer telescopios ni otros instrumentos de óptica que pudieran revelar a las gentes de aquel tiempo lo que posteriormente se ha descubierto en la Luna, ni siquiera una parte de estos descubrimientos. La esfericidad de nuestro planeta era también conocida desde muy antiguo, pero acaso los hombres que creían en los hiperbóreos se figuraran que la Tierra era plana, y por eso creyeran verosímil la existencia de otros climas o zonas allá de las regiones boreales.


   Se ha pretendido, como se ve, atribuir a Thule las noticias de Diodoro sobre la isla de los hiperbóreos, y en rigor pudiera ser de aquella que hablaba dicho autor; pero en tal caso se hace mucha violencia a la verdad en la consabida fábula, por que ora fuera Thule una de las islas Británicas, ora fuera Islandia, allí no hay tal clima suave ni mucho menos una fertilidad que produzca dos cosechas, en el año. Acaso la tal isla de que hablaban los antiguos, fuera puramente imaginaria, basando su existencia en la doble creencia en que se estaba de que el mar o sea el Océano rodeaba a la tierra por todas partes, y que mas allá del Septentrión había mar y tierra, en otro clima análogo al que se encuentra entre aquella región y la zona tórrida.


 Lo que acerca del país de donde procede el olivo, dicen los comentadores de Píndaro, puede desvirtuarse si la temperatura de nuestro globo fue antiguamente más elevada que hoy, como lo afirman muchos naturalistas, fundados en diversos datos, entre ellos la antigua existencia en las regiones árticas, de muchos animales análogos a los que hoy sólo pueden vivir en la zona tórrida. En tal caso, aunque sean fabulosas las citadas regiones hiperbóreas, siempre pudiera resultar cierto que el olivo procede de las márgenes del Danubio, y de consiguiente ser en esa parte exacto el relato de Píndaro.


                                                                                         R. GARCÍA-RAMOS.

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