jueves, 2 de octubre de 2014

CÍCLOPES Y PELASGOS

(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 11 de junio de 1898)
                                   Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

Sabido es que la fábula ha sido, y es aun entre los pueblos bárbaros, el principio de la historia, y que entre las muchísimas fábulas antiguas y modernas que se conocen, es una de las más generales o generalmente admitidas, en todas partes, sobre todo entre los antiguos, la de los gigantes o sea la primitiva existencia de hombres gigantescos en una multitud de países. Muy raro ha sido el país  o región de la Tierra donde no se haya supuesto la existencia de gigantes en la antigüedad ¿Esa constante tradición ha sido meramente un cuento, una conseja o ficción de los hombres, o ha sido por el contrario un recuerdo histórico, perpetuado a través de los siglos? No lo sabemos, ni acaso sea posible saberlo. Muchos autores afirman que la estatura del hombre no fue en la antigüedad mayor que en nuestros días, y que por consiguiente esos pueblos de gigantes mencionados por Homero, Hesiodo, Pindaro, Eurípides y otros muchos poetas y aun prosistas de los antiguos tiempos, fueron tan solo invenciones fantásticas, como aun en nuestros días y siempre los hombres se entretienen en crearlas.

  La isla de Sicilia, en particular, tuvo el privilegio (digámosle así) de ser el país donde mas se empeñaron en ver gigantes los antiguos; les llamaron cíclopes y no solamente les atribuían un aspecto horrible, sino que aseguraban  fueron antropófagos. Homero cuenta que el famoso Ulises escapó milagrosamente  de aquel país, donde estuvo a punto de ser devorado; y otros muchos autores hablan de los cíclopes y antropófagos de Sicilia. Pimío (lib VIl, cap 2º) dice entre otras cosas, que como  ya tenía manifestado en otra parte era común opinión que los escitas o gentes de la Escitia se alimentaban de carne humana, lo cual parece increíble; pero es cosa que no llama tanto la atención, si se considera que en el medio del mundo, como es la Italia y la Sicilia, hubo en otros tiempos gentes que usaban esa monstruosidad, como fueron los cíclopes y los lestrigones; y hasta hace poco tiempo (añade el  mismo autor) se acostumbraba a la otra parte de los montes Alpes, matar en sacrificio o los hombres, lo cual difiere poco de comerlos. El país de los escitas antropófagos queda cerca del monte Ymao o Tauro, que es una conocida cordillera del Asia; otros antropófagos hay en el Septentrión, diez jornadas hacia el norte el río llamado Boristenes o Nieper, Sarmacia europea.

Hasta ahí Plinio, que no es el único autor antiguo que hable de ello. Varios modernos opinan que aquella creencia o suposición de hombres gigantescos en Sicilia, como en algunas otras partes, era debida sobre todo al hallazgo de esqueletos y huesos sueltos, de grandes dimensiones, que se atribuían a la especie humana. Hasta hace poco tiempo se creía pertenecer a la misma otros esqueletos y huesos, no tan grandes en verdad, pero que últimamente se ha demostrado que no fueron de hombres. Cosa muy factible es que los antiguos, a causa de su ignorancia o escasas luces (en anatomía como en tantas otras ciencias), tomaran por restos humanos una multitud de restos de cetáceos y de cuadrúpedos que hallaban sepultados en la tierra. En cuanto a la antropofagia en Asia no parece cosa imposible como es de suponer, los pueblos del norte (y acaso también los del mediodía) de esas dos partes del mundo, fueron en remotos tiempos tan salvajes como los de las restantes.

La idea de que hubo realmente una raza gigantesca de hombres, en el mediodía de Europa y de Asia, ha sido confirmada por esos antiguos monumentos llamados ciclópeos, que todavía se ven en Sicilia y en otros países. Esas enormes piedras que se ven no solamente en los cimientos, sino también en las partes medias y altas de las murallas de diversos edificios prehistóricos y protohistóricos, indican una de dos cosas, a saber, que hubo tales gigantes, o que si no los hubo, no fueron los antiguos tan ignorantes como se supone, sino que tuvieron conocimientos suficientes para hacer mover y transportar desde lejos aquellas moles, y para elevarlas hasta la altura en que todavía se las ve colocadas.

  Tal vez cuando escribió Teócrito su célebre y conocido idilio de Acis y Galatea, en que interviene el cíclope Polifemo, estuviera persuadido como sus contemporáneos, de la existencia de aquellos famosos gigantes sicilianos. Pero aparte de los poetas se halla en los escritores antiguos muchos pasajes que confirman esa idea. El citado Plinio, en el mismo libro y capítulo que antes mencionamos, habla de varios pueblos de alta estatura, es decir, cuyos individuos excedían con mucho, bajo ese concepto, a los modernos, y cita varias autoridades en apoyo de esa opinión. Es verdad por otra parte que esos datos aducidos por Plinio y por otros antiguos, son conocidamente fabulosos en gran parte, y debidos a viajeros amantes de lo maravilloso y exageradores o mentirosos, cosa frecuente en aquellos tiempos en que el mundo era poco conocido. Así se ve que Plinio, con harta ligereza atendida la época adelantada en que vivió, acoge y reproduce mil versiones absurdas, entre ellas los de hombres con los pies vueltos hacia atrás, otros con los ojos en la espalda, o con uno solo, puesto en la frente, y no solo habla de hombres así, sino de pueblos enteros. Asimismo dice haber pueblos en que las mujeres tienen dos pupilas en cada ojo, y otras gentes con cola (que probablemente serían simios) y otras fábulas por el estilo. Es verdad que hasta los viajeros de la Edad Media, y aun de los primeros tiempos modernos, no dejan de referir cosas análogas, que aseguran haber visto, o por lo menos que dicen saber y haber oído contar a otros.

Pero sin hacer caudal de tan ridículas versiones o noticias, hallamos en varios autores otras nociones y datos que merecen ser tomados en consideración.

 Es indudable que los griegos aseguran que antiguamente hubo en su país unas gentes de las cuales ellos pretendían descender, y a las que indistintamente llamaban cíclopes y pelasgos.

Llegó como siempre su respeto y veneración hacia aquellos antiguos, hasta el punto de divinizarles, erigiéndoles templos en la ciudad de Corinto y en otros lugares de la Grecia. Según se lee en Estrabon, se debe a los cíclopes las fortalezas o castillos y murallas de las antiguas ciudades de Nanplia y Tirinto, construcciones que aun subsisten (aunque casi solamente sus cimientos) y que datan nada menos que del segundo siglo anterior a la guerra de Troya.

En Sicilia y en otras partes de la Italia llamada la gran Grecia, el recuerdo de los cíclopes y pelasgos ha venido perpetuándose a través de los siglos. Todavía hoy se ven en las riberas de Sicilia, cerca de Catania las rocas llamadas de los cíclopes, (que Plinio y otros antiguos llaman ciclópea saxa, y también Scopuli Cyclopum), célebres por haber pasado en sus cercanías la aventura mitológica de la ninfa Galatea.

 Las construcciones llamadas ciclópeas o pelásgicas existen todavía hoy, si bien apenas queda de ellas otra cosa que sus cimientos; son notables no solo por el gran tamaño de sus piedras o sillares, sino por la forma de éstos, que es constantemente la de poliedros irregulares, sin ningún cemento o argamasa que les una y consolide; esta última circunstancia se verifica generalmente en toda construcción de fecha muy remota, y hasta en las modernas que son debidas a gentes salvajes o muy atrasadas en cultura; pero toda construcción megalítica (o sea de graneles piedras) no ofrece el antedicho carácter de los monumentos pelásgicos, y por otra parte, se ha observado que éstos últimos aparecen tan sólo en aquellos países donde por tradición oral o escrita, se sabe que existió en la antigüedad una nación o una colonia de pelasgos.

 Querer averiguar el origen y la historia de esa nación, y también si fue absolutamente un mismo pueblo conocido con aquellos dos nombres, sería perderse en un mar de hipótesis y conjeturas aventuradas. Los arqueólogos han dado gran importancia al estudio de los monumentos llamados indistintamente pelásgicos y ciclópeos, y han pretendido establecer dos modos o maneras generales de construcción en los tiempos primitivos, deduciendo de ello que hubo dos grandes pueblos distintos, que inauguraron en primer término en Europa y Asia. La otra forma o manera de construcción fue la de los egipcios, árabes y asiáticos en general. Pero tales hipótesis parecen aventuradas o problemáticas; y como por otra parte no nos proponemos dilucidar aquí tales cuestiones, vamos a concluir estos apuntes con dos palabras. Los llamados pelasgos, que se dice fueron antepasados de los helenos, ocuparon como hemos indicado la mayor parte de la Grecia y de la Italia, países de los cuales se dice también fueron arrojados más tarde por otros pueblos. Si esa aserción se funda principalmente en la variación de nombres que tuvieron esos países, es de escaso valor, porque los países suelen cambiar de nombre sin cambiar de habitantes o sea de raza pobladora, como también se ha visto muchas veces que cambian de pobladores sin cambiar de nombre, o sea conservando el que anteriormente tenían.

Análoga duda hay respecto a los pelasgos y los helenos, nombres que parece tuvo sucesivamente un mismo pueblo, que más tarde se ha llamado griego. Después de todo, no está bien probado tampoco que los cíclopes fueran mismos pelasgos, o antepasados de éstos; porque son tan vagas y confusas las antiguas tradiciones, y muchas veces son tan contradictorias, que no solamente con relación a esos pueblos indicados, sino también a otros muchos, es cosa racionalmente imposible el dar solución a más de un problema y echar en ellos afirmaciones terminantes.

Nos vemos, pues, obligados a concluir haciendo dos reflexiones, ambas contrarias a la existencia de pueblos de gigantes, si bien no pretendemos negar rotundamente que existieran. Es la una que ni las más antiguas momias del Egipto, ni los huesos humanos fósiles más antiguos que se han descubierto, acusan mayor estatura en los pueblos antiguos que en los modernos. La otra es que para mover y transportar las grandes piedras o monolitos que tanto admiran a algunos viajeros, no es preciso absolutamente presuponer un pueblo de gigantes, ni siquiera la existencia de maquinas complicadas, que revelen gran adelanto en las ciencias. Tal al menos ha sido la opinión de autores que tenemos por competentes en esa materia, que sin embargo convenimos en que ha sido muy disputada o controvertida.


                                                                                    R. GARCÍA-RAMOS.

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