CÍCLOPES Y PELASGOS
(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 11 de junio de 1898)
Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC
Sabido es que la fábula ha sido, y es aun entre los
pueblos bárbaros, el principio de la historia, y que entre las muchísimas
fábulas antiguas y modernas que se conocen, es una de las más generales o
generalmente admitidas, en todas partes, sobre todo entre los antiguos, la de
los gigantes o sea la primitiva existencia de hombres gigantescos en una
multitud de países. Muy raro ha sido el país o región de la Tierra donde no se haya
supuesto la existencia de gigantes en la antigüedad ¿Esa constante tradición ha
sido meramente un cuento, una conseja o ficción de los hombres, o ha sido por
el contrario un recuerdo histórico, perpetuado a través de los siglos? No lo
sabemos, ni acaso sea posible saberlo. Muchos autores afirman que la estatura
del hombre no fue en la antigüedad mayor que en nuestros días, y que por
consiguiente esos pueblos de gigantes mencionados por Homero, Hesiodo, Pindaro,
Eurípides y otros muchos poetas y aun prosistas de los antiguos tiempos, fueron
tan solo invenciones fantásticas, como aun en nuestros días y siempre los
hombres se entretienen en crearlas.
La isla
de Sicilia, en particular, tuvo el privilegio (digámosle así) de ser el país
donde mas se empeñaron en ver gigantes los
antiguos; les llamaron cíclopes y no solamente les atribuían un aspecto
horrible, sino que aseguraban fueron
antropófagos. Homero cuenta que el famoso Ulises escapó milagrosamente de aquel país, donde estuvo a punto de ser devorado; y otros muchos autores hablan de
los cíclopes y antropófagos de Sicilia. Pimío (lib VIl, cap 2º) dice entre
otras cosas, que como ya tenía
manifestado en otra parte era común opinión que los escitas o gentes de la Escitia se alimentaban de carne
humana, lo cual parece increíble; pero es cosa que no llama tanto la atención,
si se considera que en el medio del mundo, como es la Italia y la Sicilia , hubo en otros
tiempos gentes que usaban esa monstruosidad, como fueron los cíclopes y los
lestrigones; y hasta hace poco tiempo (añade el
mismo autor) se acostumbraba a la otra parte de los montes Alpes, matar
en sacrificio o los hombres, lo cual difiere poco de comerlos. El país de los
escitas antropófagos queda cerca del monte Ymao o Tauro, que es una conocida
cordillera del Asia; otros antropófagos hay en el Septentrión, diez jornadas
hacia el norte el río llamado Boristenes o Nieper, Sarmacia europea.
Hasta ahí Plinio, que no es el único autor antiguo que hable de ello. Varios modernos opinan que aquella creencia o suposición de hombres gigantescos en Sicilia, como en algunas otras partes, era debida sobre todo al hallazgo de esqueletos y huesos sueltos, de grandes dimensiones, que se atribuían a la especie humana. Hasta hace poco tiempo se creía pertenecer a la misma otros esqueletos y huesos, no tan grandes en verdad, pero que últimamente se ha demostrado que no fueron de hombres. Cosa muy factible es que los antiguos, a causa de su ignorancia o escasas luces (en anatomía como en tantas otras ciencias), tomaran por restos humanos una multitud de restos de cetáceos y de cuadrúpedos que hallaban sepultados en la tierra. En cuanto a la antropofagia en Asia no parece cosa imposible como es de suponer, los pueblos del norte (y acaso también los del mediodía) de esas dos partes del mundo, fueron en remotos tiempos tan salvajes como los de las restantes.
Hasta ahí Plinio, que no es el único autor antiguo que hable de ello. Varios modernos opinan que aquella creencia o suposición de hombres gigantescos en Sicilia, como en algunas otras partes, era debida sobre todo al hallazgo de esqueletos y huesos sueltos, de grandes dimensiones, que se atribuían a la especie humana. Hasta hace poco tiempo se creía pertenecer a la misma otros esqueletos y huesos, no tan grandes en verdad, pero que últimamente se ha demostrado que no fueron de hombres. Cosa muy factible es que los antiguos, a causa de su ignorancia o escasas luces (en anatomía como en tantas otras ciencias), tomaran por restos humanos una multitud de restos de cetáceos y de cuadrúpedos que hallaban sepultados en la tierra. En cuanto a la antropofagia en Asia no parece cosa imposible como es de suponer, los pueblos del norte (y acaso también los del mediodía) de esas dos partes del mundo, fueron en remotos tiempos tan salvajes como los de las restantes.
La idea de que hubo realmente una raza gigantesca de
hombres, en el mediodía de Europa y de Asia, ha sido confirmada por esos antiguos
monumentos llamados ciclópeos, que todavía se ven en Sicilia y en otros países.
Esas enormes piedras que se ven no solamente en los cimientos, sino también en las
partes medias y altas de las murallas de diversos edificios prehistóricos y
protohistóricos, indican una de dos cosas, a saber, que hubo tales gigantes, o
que si no los hubo, no fueron los antiguos tan ignorantes como se supone, sino
que tuvieron conocimientos suficientes para hacer mover y transportar desde
lejos aquellas moles, y para elevarlas hasta la altura en que todavía se las ve
colocadas.
Tal vez cuando
escribió Teócrito su célebre y conocido idilio de Acis y Galatea, en que
interviene el cíclope Polifemo, estuviera persuadido como sus contemporáneos,
de la existencia de aquellos famosos gigantes sicilianos. Pero aparte de los
poetas se halla en los escritores antiguos muchos pasajes que confirman esa
idea. El citado Plinio, en el mismo libro y capítulo que antes mencionamos,
habla de varios pueblos de alta estatura, es decir, cuyos individuos excedían
con mucho, bajo ese concepto, a los modernos, y cita varias autoridades en
apoyo de esa opinión. Es verdad por otra parte que esos datos aducidos por
Plinio y por otros antiguos, son conocidamente fabulosos en gran parte, y
debidos a viajeros amantes de lo maravilloso y exageradores o mentirosos, cosa
frecuente en aquellos tiempos en que el mundo era poco conocido. Así se ve que Plinio,
con harta ligereza atendida la época adelantada en que vivió, acoge y reproduce
mil versiones absurdas, entre ellas los de hombres con los pies vueltos hacia
atrás, otros con los ojos en la espalda, o con uno solo, puesto en la frente, y
no solo habla de hombres así, sino de pueblos enteros. Asimismo dice haber
pueblos en que las mujeres tienen dos pupilas en cada ojo, y otras gentes con
cola (que probablemente serían simios) y otras fábulas por el estilo. Es verdad
que hasta los viajeros de la
Edad Media , y aun de los primeros tiempos modernos, no dejan
de referir cosas análogas, que aseguran haber visto, o por lo menos que dicen
saber y haber oído contar a otros.
Pero sin hacer
caudal de tan ridículas versiones o noticias, hallamos en varios autores otras
nociones y datos que merecen ser tomados en consideración.
Es indudable que
los griegos aseguran que antiguamente hubo en su país unas gentes de las cuales
ellos pretendían descender, y a las que indistintamente llamaban cíclopes y
pelasgos.
Llegó como siempre
su respeto y veneración hacia aquellos antiguos, hasta el punto de
divinizarles, erigiéndoles templos en la ciudad de Corinto y en otros lugares
de la Grecia. Según
se lee en Estrabon, se debe a los cíclopes las fortalezas o castillos y
murallas de las antiguas ciudades de Nanplia y Tirinto, construcciones que aun
subsisten (aunque casi solamente sus cimientos) y que datan nada menos que del
segundo siglo anterior a la guerra de Troya.
En Sicilia y en
otras partes de la Italia
llamada la gran Grecia, el recuerdo de los cíclopes y pelasgos ha venido perpetuándose
a través de los siglos. Todavía hoy se ven en las riberas de Sicilia, cerca de
Catania las rocas llamadas de los cíclopes, (que Plinio y otros antiguos llaman
ciclópea saxa, y también Scopuli Cyclopum), célebres por haber
pasado en sus cercanías la aventura mitológica de la ninfa Galatea.
Las construcciones
llamadas ciclópeas o pelásgicas existen todavía hoy, si bien apenas queda de
ellas otra cosa que sus cimientos; son notables no solo por el gran tamaño de
sus piedras o sillares, sino por la forma de éstos, que es constantemente la de
poliedros irregulares, sin ningún cemento o argamasa que les una y consolide;
esta última circunstancia se verifica generalmente en toda construcción de
fecha muy remota, y hasta en las modernas que son debidas a gentes salvajes o
muy atrasadas en cultura; pero toda construcción megalítica (o sea de graneles
piedras) no ofrece el antedicho carácter de los monumentos pelásgicos, y por
otra parte, se ha observado que éstos últimos aparecen tan sólo en aquellos
países donde por tradición oral o escrita, se sabe que existió en la antigüedad
una nación o una colonia de pelasgos.
Querer averiguar el
origen y la historia de esa nación, y también si fue absolutamente un mismo
pueblo conocido con aquellos dos nombres, sería perderse en un mar de hipótesis
y conjeturas aventuradas. Los arqueólogos han dado gran importancia al estudio
de los monumentos llamados indistintamente pelásgicos y ciclópeos, y han
pretendido establecer dos modos o maneras generales de construcción en los
tiempos primitivos, deduciendo de ello que hubo dos grandes pueblos distintos,
que inauguraron en primer término en Europa y Asia. La otra forma o manera de construcción
fue la de los egipcios, árabes y asiáticos en general. Pero tales hipótesis
parecen aventuradas o problemáticas; y como por otra parte no nos proponemos
dilucidar aquí tales cuestiones, vamos a concluir estos apuntes con dos
palabras. Los llamados pelasgos, que se dice fueron antepasados de los helenos,
ocuparon como hemos indicado la mayor parte de la Grecia y de la Italia , países de los
cuales se dice también fueron arrojados más tarde por otros pueblos. Si esa aserción se funda principalmente en
la variación de nombres que tuvieron esos países, es de escaso valor, porque
los países suelen cambiar de nombre sin cambiar de habitantes o sea de raza
pobladora, como también se ha visto muchas veces que cambian de pobladores sin cambiar
de nombre, o sea conservando el que anteriormente tenían.
Análoga duda hay
respecto a los pelasgos y los helenos, nombres que parece tuvo sucesivamente un
mismo pueblo, que más tarde se ha llamado griego. Después de todo, no está bien
probado tampoco que los cíclopes fueran mismos pelasgos, o antepasados de éstos;
porque son tan vagas y confusas las antiguas tradiciones, y muchas veces son
tan contradictorias, que no solamente con relación a esos pueblos indicados,
sino también a otros muchos, es cosa racionalmente imposible el dar solución a
más de un problema y echar en ellos afirmaciones terminantes.
Nos vemos, pues,
obligados a concluir haciendo dos reflexiones, ambas contrarias a la existencia
de pueblos de gigantes, si bien no pretendemos negar rotundamente que
existieran. Es la una que ni las más antiguas momias del Egipto, ni los huesos
humanos fósiles más antiguos que se han descubierto, acusan mayor estatura en
los pueblos antiguos que en los modernos. La otra es que para mover y
transportar las grandes piedras o monolitos que tanto admiran a algunos
viajeros, no es preciso absolutamente presuponer un pueblo de gigantes, ni
siquiera la existencia de maquinas complicadas, que revelen gran adelanto en
las ciencias. Tal al menos ha sido la opinión de autores que tenemos por
competentes en esa materia, que sin embargo convenimos en que ha sido muy
disputada o controvertida.
R. GARCÍA-RAMOS.
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