(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 1 de abril de 1899)
Desde las más remotas épocas que registra la historia de
todas las naciones, se observa que los hombres han sido los unos conquistadores,
y los otros conquistados; bien entendido que esa diferencia ha sido debida a
las circunstancias en que unos y otros se han hallado. El pueblo vencido lo ha
sido generalmente a causa de su relativa inferioridad de poder o fuerzas, no
por haber sido menos conquistador que el pueblo vencedor.
Sentado ese principio, que considero axiomático, claro es
que me había de extrañar el empeño demostrado por muchos extranjeros, y aun
nacionales, en vituperar a los españoles por sus conquistas, empeño que les ha
llevado hasta la infame exageración de inventar crueldades inauditas, y atribuirlas a los españoles, sin
acordarse ni mentar poco ni mucho las de los pueblos vencidos, mejor dicho,
procurando encubrirlas para mejor conseguir su objeto.
Respecto a los guanches o antiguos habitantes de Canarias lo
mismo que a los del Nuevo Mundo, ya antes de ahora ha sido demostrada la
falsedad con que los unos por malicia, y los otros por ignorancia, han dicho
que perecieron, que fueron extinguidos o exterminados; siendo constante no sólo
que no sucedió semejante cosa, sino que desde los tiempos de esas conquistas,
hasta nuestros mismos días, han venido constituyendo el fondo o principal
contingente de población aquí y en América.
En Canarias la sangre guanche o indígena ha sido siempre la
dominante y después de ella la española y portuguesa o lusitana. Es preciso ver
los antiguos archivos, o sea los índices y extractos tomados de ellos, para
darse cuenta del sin número de gente portuguesa que aquí vino, de Madera,
Azores y de la misma península; esa época fue sin duda de una gran abundancia y
desborde de población en toda la península Ibérica y eso explica la
colonización inmensa que españoles y portugueses hicieron en Asia, África y
América. El mundo, por decirlo así, se lo repartieron las dos naciones, estableciendo en el mar Atlántico una línea divisoria trazada en Roma por la mano del sumo Pontífice.
Pero una buena parte del vulgo de estas islas, y de fuera de
ellas, ha dicho según dice, otros mil disparates. Puesto que no vemos aquí
guanches con sus correspondientes vestiduras de pieles hablando una jerga
ininteligible—con el fondo de la garganta, a modo de beduinos,—claro es que los
exterminaron nuestros mayores, o sea los conquistadores y esto lo dicen aquí
precisamente los descendientes de los guanches exterminados, sin ocurrírseles
ni caber en su imaginación que los pequeños pueblos conquistados toman,
generalmente y más o menos pronto, el idioma, religión, leyes y costumbres de
sus conquistadores. He nombrado los antiguos archivos de éstas islas, y
confieso a mi vez que antes de pasar la vista por sus también ya antiguos y
curiosos extractos, no podía figurarme que fuese tan grande el número de
indígenas que aquí aparecen como otorgantes y como testigos, en toda clase de
documentos públicos; siendo muy de notar que no solamente muchos de aquellos
sabían ya poner sus firmas al pie de los documentos, desde los primeros
decenios que inmediatamente sucedieron a la conquista, sino que lo hacían con
una escritura tan correcta como la de los españoles y portugueses.
En esos primeros decenios se indicaba a cada cual de los
indígenas con la voz natural, cuando lo era de la misma isla; sin embargo, a
los de Tenerife solía decírseles guanches, a los de Gran Canaria, canarios, y
así respectivamente a los de las otras islas. En cualquier documento de aquel
tiempo, en que se lee por ejemplo: Agustín de León, canario; Pedro de Lugo,
canario; Juan de Vera, canario, etc., debe entenderse se habla de indígenas de
aquella isla, según se entiende que lo fueron de Tenerife si en lugar de
canario se dice natural o guanche.
Y esto hace recordar que también engañado por los nombres y
apellidos, ha creído el vulgo, aquí y en América, que no viene de guanches y de
indios, sino de españoles. Es increíble el número de indígenas de estas islas
que tomó de sus padrinos de bautismo nombres o apellidos—con frecuencia ambas
cosas a la vez;—siendo también de notar que al pasar los indígenas desde unas
islas a otras, como conquistadores y pobladores, en unión de los españoles a su
vez apadrinaban indígenas conquistados;
hasta en su isla respectiva se
apadrinaban unos a otros en el bautismo, y en plena paz, y, transmitían sus
nombres y apellidos europeos; de todo lo cual resulta que, en muchas partes, las
personas que hoy llevan apellidos europeos, de aquella procedencia, son más numerosas
que las otras que les llevan por ser en realidad de origen europeo. Esto pasa
naturalmente, no sólo en Canarias, sino también en América, y en algún otro
país; contribuyendo además no poco a la confusión de razas, el número infinito
de esclavos —blancos y negros—que tomaban de sus amos los nombres y los
apellidos, según por costumbre desde la más remota antigüedad. Cada romano antiguo,
por ejemplo solía tener un centenar de esclavos y libertos, de su mismo nombre o
apellido.
Respecto a las datas o repartimiento de tierras y aguas, que
en Canarias como en América se hizo por los conquistadores a los indígenas, es
bien sabido fueron datas numerosísimas, y de ello ha hablado largamente y con
gran copia de datos el finado y conocido autor Mr. Berthelot. Hizo ver el error
disculpable de Viera y Clavijo, quien por no tener noticia de una multitud de
datas, supuso a éstas infinitamente menos numerosas de lo que realmente fueron,
y poco le faltó para creer que se había extinguido la raza de los guanches.
Ese error es tanto más disculpable cuanto más general ha
sido, no sólo entre legos sino también entre eruditos; muy pocos han tenido
ocasión ni voluntad de pasar la vista
por los antedichos archivos o extractos
de los mismos, y en, éstos precisamente es donde consta la consideración que
merecieron y desahogada situación en que quedaron los naturales o sea indígenas
de éstas islas, después de su conquista.
Es tal el cúmulo de documentos públicos que otorgaron, que no solamente
demuestra los cuantiosos bienes que quedaron poseyendo, sino que puede hacerse
con los mismos documentos, incluyendo en ellos sus partidas sacramentales y
otros conservados en los archivos de las Iglesias, la historia o sucesión de
muchísimas familias, a pesar de faltar muchos documentos a causa de descuidos,
incendios, guerras y en general injurias del tiempo.
En las que fueron
nuestras posesiones de América, puede asegurarse sucedió lo mismo. También se va viendo en esos
mismos datos o documentos, el progresivo enlace y fusión de conquistadores con
conquistados, particularmente entre los sucesores o descendientes de unos y
otros.
Así puede decirse, en
conclusión, que los españoles no fuimos exterminadores de los guanches, ni
mucho menos, y que guanches son en su mayoría y atendida su procedencia, hasta los actuales habitantes
de todo éste archipiélago.
(Continuará)
R. GARCÍA-RAMOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario