lunes, 22 de septiembre de 2014

LAS ISLAS JUNONIAS




(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 18 de febrero de 1898)

 Es cosa bastante sabida que los púnicos llamaban Elisa a la misma diosa que los romanos llamaban Juno, y los griegos Hero y también Hera. Un país cualquiera que llevara el nombre de esa diosa, fuera aquel una isla o no lo fuera, tenía naturalmente campos junonios  o elíseos. Así les hubo en Egipto, en Grecia, en Italia, en España (varios antiguos hablan de los campos elíseos o de Elisa como una parte de la Bética, hoy  Andalucía), en las islas Canarias, y en otras partes. Además, la voz Eli o Heli, entre los orientales, significaba Dios, y por ello a los  cementerios les solían llamar "Campos elíseos o campos de Dios, a la manera que los modernos decimos Campos Santos.

 Pero había, según los antiguos, otros campos elíseos, consagrados a los héroes y semidioses, y hasta a los justos o sea los hombres que se distinguían por sus virtudes. A esos campos pasaban las almas de aquellos mortales, según la fábula; y es más que no solo las almas sino también los cuerpos pasaban a ellos, según muchos creían, sin experimentar el trance de la muerte. Por ello los autores hacen alguna distinción entre estos campos y los meros cementerios. Los grandes poetas Hesíodo y Píndaro designan a los primeros con la denominación de lugares beatos y más comúnmente islas venturosas o de los bienaventurados.

 En el capítulo décimo del Génesis, y en el 27º de la Profecía de Ezequiel, se habla también de las islas de Elisa o Junonias, como país del cual extraían los antiguos (los tirios o fenicios, dice Ezequiel)  el jacinto y la púrpura; y casi todos los comentadores de esos mismos libros se inclinan a creer que se trata ahí de las islas Canarias Sin embargo, no es imposible, antes por el contrario es muy probable, que esas tintas también se extraían de otros países, ora fuesen islas, ora no lo fuesen, y que no todos los países productores de aquellas tintas estuvieron consagrados a Juno o Elisa.
 Las islas Purpurarías del Océano, llamadas así por Plinio y otros autores, se ha creído que fueron Lanzarote y Fuerteventura; pero los mismos antiguos no tenían ni podían tener (atendido su atraso en conocimientos geográficos) idea exacta de ello, y creemos que aun cuando algunos de dichos autores llamaran particularmente Purpurarias a las dichas dos islas, otros llamaron así a otras, incluso Madera y Puerto Santo, y acaso también las Azores.

Una observación análoga hay que hacer respecto a las Junonias. Unos autores llamaban así a las mismas dos islas que acabamos de citar, mientras que otros daban ese nombre a otras islas, bien fuesen de este grupo de las Canarias, o bien de otros; pero más comúnmente  se llamaban así dos de nuestras Afortunadas. 

 Tolomeo, como escribía en griego, dice islas de Hera o Hero, en vez de Juno, y según parece llamó así a Gomera y Hierro; y como sus escritos y cartas geográficas andaban digámoslo así en mano de todo el mundo, es muy verosímil que los europeos (sobremodo los italianos y españoles), al copiar dichas cartas, escribieran Ferro o Hierro en vez de Hero.

 Según parece, el mismo Tolomeo, conformándose a veces en parte con la denominación de las Afortunadas que veía en las cartas latinas, conservaba a una de estas islas el nombre de Junonia; pero casi llamaban Junonias, y comúnmente a ambas las designaba en sus escritos con el nombre de heras nesos (islas Junonias). El célebre naturalista Plinio dice que en la isla Junonia (una de nuestras Canarias) hallaron los mensajeros del rey Juba una casilla de piedra que les pareció una especie de templo o adoratorio; pero por una lamentable omisión, nada dice respecto a habitantes, en esa y  las otras islas del grupo.

 Acaso ese texto de Plinio haya llegado hasta nosotros incompleto o mutilado, y acaso- también procediera esa deficiencia del original que dicho autor  tuvo a la vista. Añade Plinio que junto o próxima a la misma isla aparece otra menor, del mismo nombre, dato que deja muy en duda cuales son las tales dos islas; porque en efecto, caso de que la Junonia menor sea la isla de Lobos (como lo parece), isla que probablemente fuera bastante mayor en aquel tiempo, debida su disminución al constante embate de las olas, siempre es dudoso si fue Lanzarote o Fuerteventura la Junonia mayor.

 Ya hemos dicho que los mismos antiguos no tenían ni pudieron tener una noticia precisa o concreta de nuestras islas, en aquel tiempo muy poco conocidas; así es que mientras los unos toman por las Junonias a las dos indicadas, otros parece que entienden que aquellas fueron Gomera y Hierro; siendo hoy un trabajo ímprobo y hasta cierto punto insensato, el de querer fijar en dos solas islas del archipiélago el nombre de Junonias, y pretender determinar cuáles son dichas islas.

 Otro punto dudoso, aunque no es para tratado aquí, consiste en el nombre de Capraria, que según los antiguos llevó una de nuestras islas.  Dicen algunos eruditos que en vez de Capraria debiera escribirse Savraria,  y que la prueba está en que según el texto de Plinio, dicha isla estaba llena de lagartos. Pero aparte de que en tal caso es muy extraño que tantos otros autores antiguos escribieran constantemente Capraria, y no Savraria,  se puede poner en duda que en vez de lagartos no deba leerse cabras en el original; tal vez los copistas alteraran la palabra en ese sentido y además, acaso Plinio o sus copistas omitieran hablar de las cabras que había en la isla, suponiendo que realmente mencionen los lagartos. Esto, repetimos, no es asunto de estos breves apuntes, por lo cual vamos a terminar los mismos, deseando que cualquiera persona erudita esclarezca, si posible fuere, cuales son hoy las dos famosas islas que entre las Canarias o Afortunadas llevaron el poético nombre de Junonias o sea islas de Elisa, y cuyos campos se tomaron por los Campos Elíseos, mansión de los justos, de los héroes y de los semidioses.


Dos islas hay en nuestro archipiélago que, sin embargo de lo que antes dijimos, es fácil reconocer hoy por sus nombres antiguos, porque uno de estos nombres no ha variado, y el otro es aplicable solamente a una de ellas. Ya se comprenderá que hablamos de Canaria y de Nivaria o Ningaria (de la voz latina ninguis o sea nieve). Pero aun así  es tan cierto que los escritores antiguos  no tenían gran conocimiento de las Afortunadas ni de sus nombres, como que el mismo Plinio que tan acertadamente llamó Nivaria a Tenerife, guiado por las memorias de Juba, se muestra en otra parte vacilante acerca de las mismas islas y como si no tuviera casi ninguna noticia de ellas. En efecto, sobre la fe de Cornelio Nepote dice que hay una isla, entre otras, frente al monte Atlas la cual es conocida por el nombre de Atlante y que desde ella se puede llegar con cinco días de navegación al cabo Hesperion o Héspero, en la Etiopia occidental, lo mismo que desde ésta a la dicha isla, navegando hacia el Ocaso por el mar Atlántico. Tal vez Plinio consignara eso antes  de ver los escritos de Juba  o no se acordaba de que este último llama Nivaria a Tenerife; pues de otro modo hubiera hecho constar que esta isla además de su conocido nombre de Nivaria era desde lo antiguo llamada también Atlante, por su altísimo y celebrado monte, que acaso fuera el que dio su nombre al océano occidental.

                                                                                                      R. GARCIA-RAMOS

(1) En el artículo Antilia y Brasil del señor García Ramos que publicamos el lunes, a pesar del cuidado con que revisamos las pruebas, nuestros cajistas no quisieron corregir varias erratas entre las que, como más notables, aparecen: consejos en lugar de consejas, al fin del segundo párrafo, y con en lugar de en en el párrafo 10, segundo de la segunda parte. (Nota de la R.)

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