UN RECUERDO DE GRECIA
(Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 8 de febrero de 1898)
Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC
El culto tributado
a aquella tierra, que muchos llaman madre de la civilización europea, se hacía
resentir bastante en la época de mis viajes por Europa. En Inglaterra y en
Francia, particularmente, se hablaba no poco del Partenón y de la Acrópolis , de Atenas, Esparta,
Argos, Micenas y Corinto. Muchos han sido los magnates ingleses que han
visitado la Grecia
y que la han dedicado su tiempo, su atención y hasta su fortuna, desde Lord
Arundel, que descubrió los famosos mármoles que llevan su nombre, hasta Lord
Byron, que por Grecia sacrificó su vida.
No solo la Grecia europea, sino
también la asiática, nos han dejado imperecederos recuerdos. Los templos de
Delfos y de Éfeso tuvieron una fama universal. Las relaciones semifabulosas de Hércules y Omfale -reina de Lydia-, de Perseo
y Andrómeda, de Baco y Ariadna, Jason y Medea, Orfeo y Eurídice, y tantas otras, han sido repetidas en todos
los tiempos y en todos los idiomas de los pueblo cultos. La poesía salía a borbotones de aquellos países griegos, para
extenderse por todas partes; hasta los guerreros célebres de aquellas regiones
y aquellos tiempos, aparecen con cierto prestigio que hace olvidar su rudeza y
hasta su crueldad; no sólo la literatura griega, sino también la latina, están
llenas de episodios que lo comprueban, como puede verse en Virgilio al referir
la, muerte de Niso y Euryale, amigos inseparables y de los cuales el uno dio su
vida por el otro. Todavía resuena la frase Me, me, adsum qui feci, con
que el primero separó del pecho de su
amigo, para traerla al suyo propio, el arma homicida
que a ambos arrebató la existencia en lo más florido de su edad, delante de
Pallantea, la ciudad de Ebrando. Otros miles ejemplos pueden citarse y decirse son conocidos de todo el
mundo; pues aparte de las hazañas y aventuras famosas de los héroes de la Iliada y de todos los
tiempos de la antigua Grecia, los autores griegos y latinos nos transmiten el
perfume poético de los amores de Aquiles y Briseida o Hipodamia -hija de Briséo, sacerdote de Júpiter, -los de
Bóreas y Orítia, Biblis y Cauno, Dido y Éneas o innumerables otros.
Innumerables son también otros
monumentos antiguos que se conservan de la Grecia. Además de
las indicadas crónicas esculpidas en las tablas marmóreas de Arundel, se conservan
en Inglaterra las esculturas y frisos del Parthenón, atribuidos a Fidias y
según otros a Praxíteles, y otros muchos restos de aquellos trabajos que
inmortalizaron a los artistas griegos, restos o reliquias preciosas que tuve ocasión
de examinar detenidamente, lo mismo que los conservados en París, en Lyon, en Madrid
y otras capitales y ciudades de primer orden.
No puede olvidarse
la impresión que produce la famosa estatua conocida con el nombre de Venus de
Milo, (que se guarda, o guardaba cuando yo la vi, en el museo del Louvre). No es
precisamente la belleza de la mujer lo que más me agradó -por que no me pareció
una verdadera hermosura-, sino la verdad de su expresión, y la suavidad de la
parte descubierta de su seno, que parece palpitar y moverse. No se sabe con
certeza cual fue el autor de esa obra maestra, que apareció mutilada en la isla
de Milo—la antigua Melos, —y ni aun puede afirmarse que sea una imagen alegórica
de Venus, o sea del amor que da la vida a todos los seres, y que les renueva constantemente,
neutralizando la también constante obra de la muerte o sea la destrucción.
Después de esa
estatua, tuve motivo de apreciar allí otros trabajos griegos y latinos, entre
ellos la estatua de Julia, hija de Augusto, en costumbre o traje de Ceres, y
naturalmente con su manojo de espigas en la mano; esta obra notable parece ser
de un artista griego, de los que trabajaban para Italia y para todo el mundo;
sabido es que los reyes de las diversas naciones del Asia y del África, pedían
a la Grecia sus
mejores obras artísticas.
Eso todo explica la
predilección por aquel país, y especie de culto tributado al mismo, que se
observa en los pueblos modernos. Por eso cuando la Grecia oprimida por los
otomanos se levantó como un solo hombre, o como un cuerpo solo, para
sacudir el yugo de sus dominadores, la Europa entera se conmovió, y las escuadras
combinadas de Inglaterra, Francia y Rusia anonadaron la flota opresora de los
turcos, en las aguas de Navarmo; ya anteriormente la Rusia sola se atrevió a
batir y quemar las naves de guerra turcas en la bahía de Techesmé, hecho de
armas que enalteció a la marina rusa, hasta entonces poco notable, mientras que
la otomana era casi omnipotente, y desde entonces comenzó a decaer.
Los griegos
demostraron en esa ocasión mucha mayor energía que en su último choque con los
turcos; verdad es que se lucha con mayor decisión para lograr u obtener la
independencia, que para obtener la conquista de Creta. Esta isla en realidad ha
sido griega, y casi lo es aún, a pesar de hallarse desde muchos años hace bajo
el poder mahometano; pero sería preciso por parte de Grecia un impulso superior
a sus fuerzas, para lograr arrancarla de entre las garras de Turquía.
¿Serán Grecia e Italia
del número de las pocas naciones que logran regenerarse hasta el punto de
volver a ser lo que fueron? Y no podernos menos que añadir: ¿Lo será también
España? Arcanos son esos que no es dable penetrar desde hoy; tan solo nos es
lícito, o mejor dicho es lícito y pertinente a estas naciones, el hacer cuanto esté
de su parte, a fin de lograr esa rehabilitación tan deseada; pero no podemos ni
puede nadie leer en el libro del destino, según frase admitida, el porvenir que
respectivamente está reservado a Grecia, Italia e Iberia.
R.
GARCÍA-RAMOS
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