martes, 23 de septiembre de 2014

LOS ATLANTES

                                   (Artículo publicado en el Diario de Tenerife el 9 de marzo de 1898)

Hay una noción, indicada por nuestro Viera Clavijo — libro 2º, párrafo 2.°,—en la cual me parece no se han fijado bastante los diversos autores que han tratado acerca del origen de los canarios o guanches; noción que consiste en cierta noticia de una nación antiquísima de atlantes, establecida en la parte mas occidental del viejo mundo, y para cuya existencia no se hace preciso admitir la de la Atlántida, famosa y problemática isla o tal vez Continente, que se dice haber sido sumergido bajo las olas del mar de su mismo nombre.

Antes de pasar adelante, hagamos una salvedad. No negamos ni afirmamos la existencia de dicha región sumergida; pero si acaso existió, bien pudiera ser ella la que dio su nombre al mar Atlántico; dicho esto, volvamos al asunto de los presentes renglones, empezando por copiar las palabras de Viera. Refiérese este autor a los que han opinado que nuestros guanches pudieran haber sido un resto o reliquia de la nación de los atlantes; y luego añade por su propia cuenta, las siguientes palabras:

Quizás volveríamos a embarazarnos aquí con las dificultades sobre la isla Atlántida de Platón, si para probar la existencia de los hombres Atlántidas fuera precisa la existencia de aquella tierra; pues aun los mismos, que la consideran fabulosa, reconocen que hacia el Occidente de África y Europa, hubo una nación antiquísima de Atlántidas  como la hubo de pelasgos en Grecia,  de aborígenes en Italia, y de autoctones en las Galias; la cual era una colonia de egipcios, descendientes de Neptuno, esto es, habitantes del Océano, magno, cuyas guerras con los pueblos más allá de las Columnas de Hércules, dejaron no so que confusa memoria en la tradición de los hombres. De manera que esta especie de gente debe ser tenida por el tronco fecundo de cuantos en lo primitivo habitaron nuestras islas y sus contornos.
Mapa antiguo en el que aparece la supuesta Atlántida

 Esa existencia de los atlantes sin la Atlántida, se explica teniendo en cuenta lo famoso que fue el rey Atlas africano, y otras circunstancias (que mencionaremos después; y si hubo tal nación de atlantes, es a su vez sumamente verosímil que de ella, mas bien que de la cordillera mauritana (que ni aún se divisa desde el mar) tomase nombre el hasta entonces llamado Océano occidental.

Según la mitología, que es el principió de la historia, el famoso Atlas fue uno de los titanes, hermano de Prometeo, de Epimeteo, y de Menecio, hijos de Japeto y de Climene, una de las ninfas oceánidas; casó con Pleyone, y en ella tuvo siete hijas, llamadas Pleyades,  y también Atlántides; y reinó en la Mauritania  o sea la parte occidental del África superior.
   
Pero el Oráculo de Themis se asegura que le había anunciado que un día sería atacado y destronado o desposeído de su reino por un descendiente de Júpiter, advertencia que Atlas tomó muy en cuenta, así fue que cuando supo que su huésped el famoso Perseo era uno de los descendientes o hijos de aquel dios, tomó por vía de buen gobierno la resolución de echarlo de su país, con o sin palabras de buena crianza; pero no sabía con quien se las había, y Perseo a su vez por toda contestación le puso delante la horrible cabeza de Medusa, con lo que bastó para que Atlas quedara convertido en un monte elevadísimo, que no falta quien asegure es nuestro pico de Teide.

 ¿Quien, a través de esas ficciones mitológicas, no entrevé algo de histórico, por lo menos  la existencias del Atlas y su dominio o señorío en el África occidental? Tenemos además otras noticias del mismo soberano o monarca, las cuales aunque envueltas también en fábulas, no dejan de ser apreciables y dignas de ser tenidas en cuenta, sobre todo tratándose de unos tiempos ya tan remotos, acerca de los cuales por desgracia todas las nociones son de la misma índole.

 Se lee en varias obras antiguas que desde África pasó a Iberia, al mismo tiempo que el famoso Hércules, un príncipe o magnate llamado Héspero, que se unió a aquel conquistador y le secundó eficazmente en sus empresas y que este Héspero fue hermano (otros dicen hijo) de Atlas, y y sucedió a Hércules en el mando de la Bética y de otras regiones de Iberia. Pero que un su hermano, llamado Atlas o Atlante, acudiendo también desde África a explotar nuestra Península, acabó por suplantar a su hermano en el gobierno o señorío de la misma y extendió sus conquistas mucho más que Héspero, el cual tuvo que refugiarse en Italia.

 Añaden dichas crónicas que el mismo Atlas pasó a Italia, con un grande ejército compuesto principalmente de gentes de Iberia, y que se apoderó de casi toda la isla de Sicilia, y de una parte de la península Italiana. Lo cierto es que los antiguos historiadores romanos (y aún griegos) dicen que en época remota pasaron a Sicilia en son de conquista algunas gentes de España o Iberia.

De todo ello puede inferirse como cosa verosímil que existió un famoso personaje, conquistador o rey llamado Atlas o Atlante, que pasando el Estrecho de las Columnas, se anticipó muchos siglos a los mahometanos que hicieron lo mismo cuando en España dominaban los godos.
 Y como a ambos lados del Estrecho había soberanos de aquel mismo nombre, pudiera bien suceder que por ello fuesen llamados atlantes los pueblos del Occidente, según se ha visto muchas veces en diversos países, esto es, que de los reyes han tomado nombre los pueblos. Eso es verosímil, pero no lo es tanto que los atlantes de aquella época vinieran a las Canarias; preciso sería para ello que su marina se hubiera anticipado a la fenicia y cartaginesa en los progresos de la navegación, o que admitiéramos otra hipótesis no menos aventurada, cual es que las islas orientales del grupo Canario se extendieran en aquellos tiempos hasta cerca del Continente inmediato. En realidad, el continuo embate de las olas puede bien ocasionar una reducción grande en un país cualquiera, además de los rápidos o lentos hundimientos que en muchas partes se han observado y se observan aún. Hasta el mar pudiera haber venido en aumento, de muchos siglos a esta parte, y cubierto una gran porción de costas y terrenos bajos.

 Decíamos que de los reyes han tomado nombre muchos pueblos; pero acaso en África hubiera pueblos que se llamaran así, y lo mismo varios de sus monarcas, sin que precisamente pasara el nombre de estos a aquellos, ni viceversa. Esto es muy posible, y también lo es que de los unos y los otros tomasen su nombre el mar inmediato, o sea el mar Atlántico.

 La voz atlas, que tiene realmente cierto aire de africana parece, significaba valiente o fuerte (quizá fuera sinónima de gigante), y de ella se derivó el nombre de atleta, que desde fecha muy remota se daba a los hombres agigantados o muy frozudos, que luchaban en los espectáculos públicos. Es bastante verosímil que tomaran el epíteto de atlantes o atlántides (que vale lo mismo) ciertas gentes o pueblos que se distinguían por su talla aventajada y por sus fuerzas, cualidades muy estimadas por los antiguos; y estas, consideraciones corroboran la idea o noticia histórica, de que hubo, en otro tiempo un gran pueblo de ese nombre que se extendía por las dos orillas del Mediterráneo hasta el Océano, y por Norte y Sur del estrecho en que Hércules implantara el Non plus ultra.

 ¿Y quien sabe si el nombre de Atlántida no sería primitivamente un adjetivo, que se aplicó a la famosa tierra celebrada por Platón? . Tal vez se la llamara la grande al Océano el mar grande (esto es, atlántico), lo mismo que se llamó Atlas á la cordillera mauritana, por su elevación y grandeza. En tal caso, ya tenemos también una explicación del nombre antiguo de la isla de Tenerife y de su monte gigantesco.

Hemos dicho que es dudoso que los atlantes del Continente pasaran a las Canarias; pero no por ello se puede decir qué los atlantes no fueron los primitivos habitantes de este archipiélago.

 Estuvieran o no unidas en lo antiguo al Continente, en las mismas islas no hay inconveniente en suponer una población de igual linaje que la continental, hipótesis que se hace tanto más verosímil cuanto más verosímil parece que en un tiempo el país Canario, no estuvo separado por el mar de la tierra firme Africana.

  No obstante eso, y sin negar que en época remotísima fuera un mismo linaje de gente el que poblaba este archipiélago (o tierra firme) y la parte vecina del Continente, cosa a la verdad sumamente verosímil, Sin embargo, nos parece dudoso que los atlantes llegaran hasta la costa de África fronteriza. Más bien nos inclinamos a creer que ya en estas latitudes era otra gente la que ocupaba el país, si bien pudiera tener mucha o poca afinidad con aquella, y quizá una y otra procedieran de un tronco común. Acaso una y otra vinieran del Egipto, país que según muchos creen, fue la cuna de toda la población del África.

Admitiendo con los Sres Webb y Berthelot, y con otros varios naturalistas, que las Canarias fueron y son una prolongación de la gran cordillera mauritana, pudiera admitirse como cosa algún tanto verosímil que los atlantes extendieran la dominación hasta nuestras islas (entonces tierra firme); pero resulta verosímil también que no fueran ellos los primitivos pobladores de este país; y si los atlantes no fueron autoctones o aborígenes de la tierra occidental que ocuparon, hallarían probablemente en ella otra gente acaso poco numerosa (atendida la antigüedad de esa conquista o colonización ) gente que como ya hemos dicho, no hay dificultad en suponerla también venida en lo antiguo de otra parte, bien sea el Egipto (como lo creen o suponen varios autores), bien la Etiopia, o cualquiera otra región del Continente.

                                                               **

 Antes de terminar estos apuntes sobre los atlantes, diremos dos palabras sobre el tan famoso cuanto problemático país de aquel nombre, país que los mismos sacerdotes egipcios describían confusamente y de una manera que bien puede llamarse fabulosa: En primer lugar, no solamente le llaman isla, sino que también dicen que era un verdadero continente; pero falta saber el concepto que ellos o Solón tenían formado del significado de las voces isla y continente. Después de todo, falta también saber si Solón interpretó bien las frases de los egipcios, dado que Platón copiara fielmente las noticias dadas por Solón, o que estas noticias llegaran a poco más o menos sin alteración hasta aquel filósofo; y por último, tampoco puede asegurarse que los diversos escritores o copistas que sucesivamente han venido transcribiendo a Platón, no hicieran lo de siempre, esto es, alterar poco o mucho los textos.

Si hubo tal Atlántida, lo mismo pudiera ser un país hoy sumergido en su casi totalidad, que ser el continente Americano, al cual era y es fácil pasar desde Europa, navegando desde la antigua Thule, que se opina ser la actual Islandia.

El país o la tierra que decían los fenicios que el mar cubría y descubría alternativamente, dejando en seco un prodigioso número de peces ¿no sería el famoso banco de Terranova?

 La misma observación hizo el veneciano Caboto, cuando descubrió dicho banco en 1497; pero según se dice los peces que vio en esa ocasión eran bacalaos, mientras que se cree que los fenicios hablaban de atunes, si acaso ha podido interpretarse fielmente el nombre que dieron a dichos peces, cosa que nos parece bastante dudosa.

 Y pues que nombramos a aquel célebre viajero veneciano, primero que llegó al continente de America (sin saber quiera tal continente), en los tiempos del Renacimiento o sea en los primeros tiempos modernos, añadiremos que Colón llegó al mismo continente, aunque por otra parte muy distante de aquella, en el año 1498, durante su tercer viaje a las Indias (como entonces decían); y que al año siguiente o sea en 1499 fue cuando llegó por primera vez Américo Vespucio, acompañando al capitán Ojeda, que era el jefe de esa expedición.

La Atlántida, decimos, si acaso existió y no fue el mismo continente Americano, pudiera acaso haberse extendido hasta las Antillas, islas que los navegantes del Renacímiento creían ser las mismas que otros viajeros señalaban por el naciente de Asia, tales como la de Ceylan, las de Sumatra, Borneo, Luzón, Formada, y otras varias, cercanas al continente y que le son adyacentes, tanto por naciente como por sur y sudeste.

 Marco Polo y Mandeville llamaron la atención de Europa celebrando aquellas islas por sus productos en especería y en maderas tintóreas, y sobre todo, haciéndolas pasar por islas oceánicas, a las cuales se podía pasar desde Europa por el Oeste. Ambos autores creían que con algún valor y resolución, cualquier hombre práctico en la navegación llegaría sin mucho trabajo a las tales islas, cuyos productos eran carísimos en las naciones occidentales, a causa de la enorme distancia desde donde les traían, casi siempre por tierra, desde los tiempos del gran imperio Romano y quizá desde mucho antes.

Por otra parte, ya era sabido desde largo tiempo que las maderas tintóreas se extraían de las islas oceánicas (del Atlántico), y esto contribuía a robustecer la opinión de que éstas eran las mismas que citaban aquellos dos viajeros en sus escritos; y como además el palo brasil se halló después en el continente Americano, a su vez esta circunstancia robusteció la opinión de los atlantistas, es decir, que Platón no nos contó una de tantas fábulas como en su tiempo corrían, muchas de las cuales eran tomadas por historia. Creyóse, pues, por muchísimas personas que la Atlántida existió, y que pudiera haberse extendido hasta la misma América, o ser ésta una parte de aquélla. En la Edad Media.y primeros tiempos modernos, toda o casi toda madera tintórea era llamada brasil; y cuando se encontró el palo de Campeche, en Méjico y otras regiones americanas, también le dieron aquel nombre durante largo tiempo. En resumen, brasil o Campeche, abundaba en el continente y en las islas americanas (del Atlántico), siendo uno de los principales artículos de comercio y exportación para Europa. Esto nos hace recordar que el citado Ojeda fue expulsado de la isla Española o Haití, por haber mandado hacer en ella (o dejado hacer a su gente) un gran corte de brasil, corno entonces decían, sin hallarse previamente autorizado por Colón. Parece que don Cristóbal o su hermano Bartolomé Colón, que entonces mandaba en esa isla, tenía prohibido que en las Antillas se comerciara o se exportara tal madera, sin orden o facultad concedida por ellos. Por lo menos todo el que cortaba brasil estaba obligado al pago de ciertos derechos o parte de aquella madera.

¿Y quién sabe si los famosos árboles que manaban sangre no serían también árboles americanos? Hasta hoy crece en América una especie del género dragón o drago, y es constante que desde el tiempo o época de las navegaciones de los fenicios, se venía a buscar la sangre de dragón (como ellos decían) a las islas del Atlántico Los dragos se han hallado no sólo en las Canarias, sino también en otras islas de este mar, inclusas las Azores e islas de Cabo Verde, y en el continente Africano, si bien la especie de que principal o exclusivamente se ha extraído la sangre es la que crece en nuestras islas.

 No podemos menos de anotar, a propósito de lo dicho, que según Aristóteles los fenicios llegaban en sus exploraciones hasta las islas de Cabo Verde; así lo consigna el autor de la Aplicación de la Geografía a la Historia (Braconnier), y lo confirman otros varios datos escritos. Además, es bastante sabido que los púnicos o púnices (nombre común a los cartagineses y fenicios) tenían colonizado el litoral occidental de Africa, y del mismo extraían considerables riquezas o producciones del país; eran los puertos de la Bética, hoy Andalucía, el centro de ese comercio: y cuando más tarde los romanos se posesionaron de la Iberia, continuaron siendo dichos puertos el punto de partida, y regreso de los infinitos buques mercantes que surcaban el Atlántico, y el principal de pósito de las mercancías, por esta parte del globo. Los romanos no atacaron el comercio de sus provincias, sino por el contrario, lo favorecieron y aumentaron por la utilidad que les reportaba. Esté gran pueblo no fue solamente conquistador, sino también civilizador, y no quiso ceder o hacer menos, que otros en descubrimientos marítimos y continentales, industria y comercio. Miles de datos lo comprueban, aun faltando los muchísimos que se han perdido en el curso de los tiempos; citaremos uno solo de los que se tiene noticia y que hace comprender cuanto progresó la nación romana en su movimiento marítimo: Elio Galo, gobernador de Egipto en el siglo de Augusto, hizo partir una flota de ciento veinte buques para que explorasen mejor las ya conocidas costas asiáticas del Mediodía y Naciente, hasta lo más remoto de las Indias o sea las tierras orientales; y cuando esto y mucho más se hizo por Oriente, no puede negarse la probabilidad de que por Occidente se hiciera otra tanto.



                                                                               R. GARCÍA-RAMOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario