(Artículo publicado el 23 de julio de 1881 en La Revista de Canarias)
IV.
Aunque tal vez debiéramos hacer aquí una lacónica descripción
o reseña de los suelos más notables que se observan en la corteza del Globo,
con una ligera indicación de su edad respectiva y aún también de las circunstancias
de su yacimiento, altura a que se encuentran los unos relativamente a los
otros, etc.; parécenos, sin embargo, que tal trabajo nos llevaría muy lejos,
aún tratando de concretarlo todo lo posible. Por ello es que nos contraeremos a
exponer tan solo algunas observaciones generales, siendo además fácil a
cualquiera persona curiosa ver los detalles del mismo asunto en cualquier
tratado de Geología, que se pueda llamar verdaderamente inteligible para los profanos
a la ciencia.
Ante todo, es
conveniente advertir que ni aún los geólogos más célebres se hallan de acuerdo
acerca de una multitud de doctrinas geológicas. Tal o cual teoría, que pasaba
casi por un axioma, porque la estableció Werner, Brongniart, Lyell u otro
cualquiera de los geólogos de fama, se halla ya controvertida y hasta
negada en absoluto por otros autores modernos, de más o menos reputación y
celebridad. Dos puntos, sobre todo, han ofrecido una gran dificultad y un gran
motivo de controversia a los autores: el uno es el respectivo a la época
geológica en que comenzaron a parecer los seres vivientes u organizados en
nuestro planeta: el otro consiste en determinar la naturaleza de los suelos más
bajos o profundos de la corteza terráquea, en la parte de la misma que se ha
podido descubrir.
Del primer extremo, poco o nada puede
afirmarse; porque no solo se hacen cada poco tiempo nuevos descubrimientos de
fósiles en terrenos donde poco o nada se sospechaba que aquellos existieran,
sino que los mismos suelos que les contienen ofrecen a veces una grande
incertidumbre con respecto a su edad, siendo tenidos por algunos autores como
pertenecientes o correspondientes a los terrenos llamados secundarios, y aún a
los primarios, mientras que otros autores solamente los consideran como del
orden terciario, es decir, de unas épocas muy posteriores a las de aquellos
otros órdenes, aunque ya hoy inmensamente antiguas.
Del segundo extremo, no es menos difícil formar un juicio;
porque ni se sabe de cierto si los terrenos más bajos descubiertos son de
procedencia ígnea o hídrica, ni tampoco, aunque tal cosa se supiera, podría afirmars
es cuál es el terreno más bajo, del fragmento de radio terrestre que un tanto
se ha descubierto, puesto que a tales profundidades apenas se ha llegado a penetrar
en tal o cual punto aislado y como perdido en la inmensa extensión de la
periferia del Globo.
Y después de eso
¿puédese por ventura afirmar alguna cosa acerca de la naturaleza de los suelos
llamados primarios? Los modernos geólogos alemanes, con sus descubrimientos
sobre el metamorfismo de las rocas, metamorfismo que ya era sospechado y aún conocido
un tanto desde los tiempos de Werner, declaran que los suelos volcánicos se
tornan en sedimentarios, y viceversa; por manera que esta es la hora en que no
se sabe de cierto si el granito llamado primordial fue primitivamente un sedimento, o si fue una lava. Y lo mismo que del granito,
puede decirse del gneis, del porfiro, del diabaso, de la eurita, de la pegmatita,
de la protogina y de tantos otros suelos reputados primitivos o primordiales. Además,
el cuarzo, la mica, el feldespato, el anfibol, etc., pueden descomponerse,
pueden cambiar lentamente de forma, aspecto y estructura o composición sobre la
tierra, y también en las entrañas de la tierra. Sobre este asunto son notables
los modernos trabajos dados a luz por los renombrados geólogos alemanes Zirkel,
Igelström, Knop, Lossen, Credner, Lassaulx, Vogelsang, Müller y otros.
Concluyamos, pues,
que la división de los suelos en primarios, secundarios y terciaros, bien que
necesaria para poder de algún modo establecer una clasificación en aquellos y
poderlos estudiar, es un tanto vaga y ocasionada a controversias, las que por
desgracia parece que no tendrán término fácilmente.
V.
En nuestra época actual, aun se ven fenómenos geológicos
curiosos, y formaciones muy semejantes a las de los antiguos tiempos. En el
fondo de varios mares se forman aún, a nuestra vista, arrecifes medrepóricos,
bancos de coral etc., que en su día constituían suelos análogos a muchos de los
antiguos, que se cree fueron formados del mismo modo. La multitud de conchas
que con el transcurso del tiempo se va aglomerando en el fondo de mares y
lagos, mezcladas allí con otros despojos y detritos, llegarán a constituir
suelos sedimentarios fosilíferos, que algún día llamarán, acaso, la atención de
los geólogos.
Los aluviones
forman aún multitud de suelos de acarreo, que a su vez suelen ser cubiertos por
las lavas de nuestros actuales volcanes. Varios de estos, en vez de verdadera
lava, arrojan cieno y agua, en la que suelen a veces salir envueltos muchísimos
peces, de diferentes clases y tamaños (1). Las aguas de algunas de nuestras fuentes forman incesantemente concreciones calcáreas y silíceas, en las que envuelven despojos
de animales y de vegetales, que en su día se petrificarán en totalidad o en
parte; y algún día también estas concreciones y precipitaciones químicas, que
naturalmente tienen lugar en las aguas minerales de nuestros tiempos, se
convertirán en hermosos mármoles, jaspes, pórfidos y alabastros.
Para establecer
alguna clasificación geológica en las rocas y terrenos, de cualquiera edad, háce
convenido en partir de un tipo fijo, el cual es el granito o sea la roca
compuesta de granos de dos o más clases de sustancias y en la cual no prepondera
notoriamente ninguna de aquellas. El granito se llama binario, cuando son dos
sustancias las que principalmente lo componen: ternario, cuando son tres;
cuaternario cuando son cuatro. Además, si el granito es muy antiguo, se le
llama de primera formación o primario: si es de medio tiempo, se le llama
secundario o de segunda formación; y si es moderno , se le llama terciario,
o de formación tercera. Cuando los granos componentes del granito son de un
tamaño exiguo y no muy perceptibles a la simple vista, entonces se le llama
porfiro. El porfiro, como el granito, puede ser binario, ternario etc.; pero
algunos autores incluyen al porfiro en el número de los suelos feldespáticos, opinión
que habíamos seguido nosotros hasta el presente, en que adoptamos la anterior;
es decir, que consideramos dicho terreno como neutro, o sea como un suelo en el
que no domina notoriamente una de las sustancias componentes. Así mismo nos
inclinamos a la opinión de que por el nombre de sicnita debe entenderse un
verdadero granito ternario, formado de cuarzo, feldespato y anfibal. En cuanto a
la pegmatita, los unos la consideran como un granitóide feldespático, y los
otros como un granito binario, compuesto de feldespato y cuarzo, según la
diorita es otro granito binario compuesto de feldespato y anfibal, y si su
grano es fino como el del porfiro, se le llama diabaso (2).
Si en la masa
granítica, o porfírica, empieza a dominar el feldespato, la roca pasa a ser
denominada eurita, la cual toma el distintivo de granitóide, o porfiróide,
según su grano se asemeje al del granito, o al del porfiro; observación que es
aplicable, respectivamente, a muchas otras rocas. Si la sustancia que prepondera
es el cuarzo, la roca se llama cuarcita, y también hialomicta. Si prepondera el
anfibol, se la llama anfibolito, y también hornablenda.
Respecto a la mica,
cuando ésta predomina sin que deje por ello de aparecer el terreno de una
estructura granitosa, la roca es denominada micasita; pero si el terreno se
torna esquistoso y hojaldrado, entonces se la llama gneis (3), y también
micasquisto.
La protogina es, según unos autores, un
granito ternario formado de cuarzo, talco y feldespato: otros la tienen por
granitóide, en razón a cierta preponderancia del talco (4). Lo cierto es que
cuando el talco predomina, la roca es llamada generalmente esteatita,
y
también esteasquisto, según aparezca esquistosa o granitosa.
Los granitóides y
porfiróides calcáreos son el oficalce y el cipolino; y cuando la roca en vez de
ser granitosa es esquistosa, se la denomina calquisto o caliza esquistóide.
Como se ve, no
hacemos aquí mas que una sumamente concisa o somera reseña de los suelos, omitiendo
conscientemente el mencionar un sinnúmero de ellos; por que creemos que tal
estudio no debe hacerse aquí, sino en un verdadero tratado de geología.
El objeto de este artículo no es más que dar una ligera
idea de la geología a aquellas personas que no hayan tenido ocasión de ocuparse
de ella, y a la vez sentar algunas consideraciones generales respecto a ciertos
puntos en que hay desacuerdo entre los autores. Así concluiremos manifestando
que aunque el gneis está considerado como el primer suelo de la serie micácea, parécenos -sin embargo- atendible
la opinión de algunos geólogos que quieren que el gneis y la filada sean solo tipos
del suelo esquistoso, según el granito y el porfiro lo son del granitoso.
En este concepto Tas denominaciones de gneis y de fílada pasarían a aplicarse a
unos suelos neutros -no singularmente micáceos, -quedando la denominación de micasquisto
para designar al terreno esquistoso u hojaldrado en que domina la mica, terreno
que también podría llamarse micasita esquistóide; y quedando la de esteasquisto
para aquel otro, esquistoso también, en que domina el talco, que podría
asimismo llamarse esteatita esquistóide.
Sabido es que el célebre
geólogo alemán Werner consideraba los suelos micáceos y talcosos como constituyentes
de una sola serie, que denominó serie esquistosa; pero la circunstancia de
haberse descubierto muchos suelos granitosos en que entran en gran proporción
aquellas dos sustancias geológicas, ha hecho variar dicho sistema.
Hoy se cree que estos suelos
pueden dividirse en tres ordenes generales, que son el granitoso, el esquistoso
y el compacto, en el sentido más estricto de esta voz por que los esquistos y
granitos suelen ser muy duros y consistentes o compactos.
Más claro: los
terrenos todos pueden dividirse en esas tres secciones, entendiendo por
compacto todo lo que no aparece granitos ni esquistoso, aunque tampoco sea duro
ni consistente.
(1) Entre otros varios
volcanes cenagosos que han arrojado peces, pueden citarse el de Imbarbura, el
Saugay, el Cotopaxi, el Taugurahua y otros de América. En Italia son bien
conocidas las pequeñas erupciones cenagosas llamadas salsas, que ven también en
diversas otras partos del viejo y del nuevo Continente.
Según las observaciones de
modernos autores de obras geológicas, en el fondo de varios mares y lagos se
forman actualmente -como en tiempos pasados- terrenos sedimentarios que no se
diferencian de los antiguos llamados primordiales. Y no puede menos de ser así,
por que los torrentes, arroyos y ríos están llevando continuamente al mar, y
desde fecha inmemorial, detritos de diversas rocas y terrenos, que formarán a
su vez nuevos suelos, algunos de ellos idénticos a los graníticos. Tan solo el
pequeño manantial de Sool, en Westfalia, trae a luz anualmente y dejados aparte
otros cuerpos, diez y ocho mil quintales de carbonato calizo, y otros mil
cuatrocientos de una sal de hierro.
El fondo del mar y de los lagos es, pues, un perpetuo
laboratorio químico natural; y además hay que tener en cuenta el trabajo de los
volcanes submarinos etc.
(2), En éstas y otras
varias calificaciones hay diferencia en los autores; algunos de los cuales
quieren que la diorita contenga también mica, o talco, ora sea esto
secundariamente, ora formando un verdadero granito o porfiro terciario.
(3) Bien pudiera sustituirse entro nosotros la voz
alemana gneis, por la de esquisto que lo mismo vale.
(4) Otros geólogos proponen que el talco y la mica,
indistintamente, reciban el nombro de protogina
ROSENDO GARCÍA-RAMOS
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