VIAJES AL ATLÁNTICO DURANTE LA EDAD MEDIA (III)
(Artículo publicado el 26 de enero de 1898 en el Diario de Tenerife)
Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC
V
Al comenzar este cuarto artículo, se nos ocurre hacer
una observación que debimos haber aducido al final de nuestro artículo
segundo, al hablar allí de los primeros señores o dueños de estas islas. En
realidad, esto es ajeno al asunto que principalmente tratamos; pero no nos
parece del todo fuera de lugar el aprovechar ésta ocasión, para decir dos
palabras sobre un dato histórico que ofrece alguna duda.
A todo el que ha
leído en nuestros historiadores que hubo un Fernán o Hernán Pérez que fue señor
o rey de estas islas, llama la atención que los mismos historiadores, o por lo
menos Viera y Clavijo, confiesen que no saben quien era el dicho señor. Creo
cosa cierta o sumamente verosímil, que no fue otro sino el mismo Hernán Peraza
o Pérez que el P. Abreu Galindo dice –como hemos visto- mandaba una escuadrilla
que aportó a Canarias en los últimos años del siglo XIV. Siempre me ha parecido
cosa muy creíble- aunque poco importante- que ese señor fue el hijo y el
heredero del de Almonaster, a cuyo favor traspasó Barba de Campos el derecho
problemático que recibió de Maciot de Bethencourt. Esto se concilia con lo que
dice Viera, que el Hernán contradijo ante el monarca de Castilla la posesión de
las islas que quería tomar Campos. En tal caso, es evidente que Hernán Pérez
Peraza, señor de Valdeflores, después de enajenar las islas a favor del conde
de Niebla, volvió a ser señor de las mismas por su matrimonio con Dª Inés de
las Casas.
Hecha esa observación, pasaremos a otra:
Aunque es bien sabido que la isla de Lanzarote debe este
nombre a un caballero francés o italiano que la invadió e hizo construir en
ella un castillo; es sin embargo muy de notar que las cartas o mapas del
atlántico que se conservan desde los siglos XIV y XV, no solamente confirman
aquella noción, sino que con ellas se forma un dato o noción histórica que en
vano se buscaría en otra parte. Ante todo debemos hacer constar que ese nombre
fue bastante común por aquellos tiempos en España, Portugal, Italia y Francia;
en todas esas naciones había muchísimas personas de ese nombre propio, que los
franceses decían comúnmente Lancelot, y los italianos Lanciloto. Ahora bien, en
todas las citadas cartas, dice Mr. de Avezac, se halla designada la isla, no solo
con el expresado nombre propio, sino también frecuentemente con el apellido Maloisel
o Maloxelo; y como ya tenemos manifestado anteriormente, sobre la isla aparece
el blasón de Génova, lo que demuestra según el mismo autor que dicha isla fue
considerada como una posesión genovesa.
Es lástima que el
curiosísimo portulano de Pedro Vesconte, que data del año 1318, y consta de
nueve cartas, no contenga ninguna de esta parte del Atlántico; pues sería
curioso ver como indicaban en esa fecha no solo la isla de Lanzarote, sino
también las restantes.
Por otra parte,
nuestro Núñez de la Peña
consigna en su conocida obra, al hablar de la cesión de las Canarias, hecha a favor del almirante Braquemont
o Bracamonte, que según varios autores este almirante envió a nuestras islas a
un subalterno llamado Lanzarote, para que en su nombre y representación tomara
posesión de ellas; añadiendo que de dicho lugarteniente tomó nombre la
consabida isla. Es de advertir, que los autores de quienes copió esas noticias
Núñez de la Peña ,
incurrieron en notorio error al dar las fechas de la merced hecha a Bracamonte
y del traspaso que suponen hizo éste a favor de su pariente Bethencourt. La merced antedicha, caso de ser
cierta, debió ser muy anterior, y tal vez se trate en aquella noticia del mismo
Maloisel cuyo nombre figura en las cartas. En este caso, la expedición fue
francesa y no genovesa; pero parece más verosímil que desde antes de los
tiempos del dicho almirante, ya tenía aquel nombre la isla; a menos que los
genoveses por vanidad hicieran figurar en las cartas como suyo un país que no
era sino del primero que quisiera ocuparlo, con las fuerzas necesarias para la
empresa.
Por lo demás, la familia de los Maloisel o Malocello
figura desde muy atrás en las expediciones marítimas; en 1231 uno de ellos era
el jefe de una flota genovesa de quince buques, mandada por la república en
socorro de Ceuta. Oberto Malocello era desde 1114 uno de los cuatro cónsules de
Genova.
El citado Avezac
menciona varios marinos al servicio de Francia, de la misma familia, entre
ellos, dos del tiempo de San Luis, rey de aquella nación, y además otros tres
Maloiseles que mandaban galeras al servicio de Felipe de Valois, en 1346, bajo
las inmediatas órdenes de Floton de Revel.
Pero ya lo hemos dicho en artículos anteriores,
los mismos franceses y particularmente los normandos, fueron navegantes muy osados
y conquistadores muy temibles, como que en una sola campaña (año 1006)
invadieron y se apoderaron de la Gran Bretaña ; la Inglaterra , hoy tan
poderosa, fue una conquista de los normandos. Ya hemos dicho también que por
este mar Atlántico llevaban sus exploraciones y su comerció hasta la Guinea , y es sumamente
verosímil que aportasen en nuestras islas diferentes veces, antes de la llegada
a las mismas del señor de Bethencourt.
De esas expediciones
normandas por el Atlántico hablan el P. Labat, en su Historia de las Costas de
África occidental, Mr. Estancelin, en sus Viajes y descubrimientos de los
normandos, en África y otros varios autores.
No es imposible,
pues, que el almirante Rubín de Braquemont, padre o hijo -se dice fueron ambos
del mismo nombre,- tomara posesión de alguna de las Canarias, mucho tiempo
antes del año 1402 en que Bethencourt se apoderó de la isla de Lanzarote. Esto no aminora la gloria de los januenses, o
genoveses antiguos, que tienen bien sentada la reputación de marinos intrépidos
y experimentados; y esto hasta tal punto, que durante muchos años los monarcas
de Portugal se valían exclusivamente de marinos de aquella república, para el
mando superior de sus flotas, hasta para cada buque de guerra. En éstos se
compartía el mando entre dos capitanes (lo mismo en la marina portuguesa que en
las demás de Europa): el uno tenía a su cargo el barco y la tripulación
para el servicio del mismo, o sea la gente de mar, y el otro mandaba
exclusivamente las fuerzas que se destinaban a la guerra y a los desembarcos,
lo mismo que la gente para colonizar o poblar los países conquistados.
Puede decirse que
Genova quiso emular las glorias de Roma y de Cartago, al menos, en cuanto al poderío
marítimo. El tantas veces citado Mr. De Avezac, en su curioso trabajo impreso sobre
las navegaciones en el Atlántico, repite que dos galeras genovesas intentaron
desde antes del año 1285, pasar a las Indias por el mar de Occidente, y cita
las autoridades en que esa noticia se apoya. Seguramente y como ya hemos dicho
en nuestros anteriores artículos, no fueron esas galeras las primeras, ni las
últimas, que antes de los tiempos del genovés Colón emprendieron la
misma ruta. Pero ¡cuántas noticias se han perdido con el transcurso del tiempo!
Por ello es que los eruditos han recopilado cuidadosamente todo lo que ha
quedado y podido salvarse de los estragos del tiempo; y por ello reproducimos aquí varias de sus
noticias, siquiera sean de poca o escasa importancia.
Los reyes de
Portugal, (ya lo hemos dicho) llamaron a los más célebres marinos italianos,
para ponerles al frente de sus escuadras. En 1340 o anteriormente era primer
almirante de Portugal el genovés Manuel Pezagno, y su hijo Lanzarote Pezagno lo
era desde 1357. Otros genoveses y venecianos mandaron asimismo las flotas
lusitanas; por que Venecia compartía con Genova la fama de producir los más
expertos hombres de mar. A propósito de ello, citaremos aquí la interesante
carta veneciana, llamada de los Pizzigani, que data del año 1367; en ella
aparecen navegando por nuestros mares de Canarias diversos buques, cuyos
pabellones ostentan indistintamente las armas o blasones de Venecia, Genova y
Cataluña.
¡Cuánta gloria ignorada pudiera hoy y siempre reclamar
España! Las referidas cartas de los siglos XIV y XV dan constantemente el
nombre de Playas de España a
casi toda la costa de África que se extiende desde el estrecho de Gibraltar
hasta el cabo Non, o el cabo Cantín, lo cual demuestra la frecuencia con que
los españoles pisaban aquel terreno, y quizá también la posesión del mismo que
hubieran tomado desde los comienzos del siglo décimo cuarto, o mucho tiempo
antes. Un autor italiano, Balducci, en su libro Practica Della mercatura, escrito
por les años 1340, llama ciudades o villas de las playas de España a casi todas
las del litoral occidental de África; y añade que las ciudades europeas que
mantenían un comercio constante con esos puertos y plazas africanas, eran las
de Mallorca, Pisa, Genova, Bruges, y Sevilla.
R. GARCIA-RAMOS.
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