sábado, 20 de septiembre de 2014


    VIAJES AL ATLÁNTICO DURANTE LA EDAD MEDIA (III)

    (Artículo publicado el 26 de enero de 1898 en el Diario de Tenerife)
                                 Documentación obtenida de Jable.Archivo de prensa digital de la ULPGC

 V

 Al comenzar este cuarto artículo, se nos ocurre hacer una observación que debimos haber aducido al final de nuestro artículo segundo, al hablar allí de los primeros señores o dueños de estas islas. En realidad, esto es ajeno al asunto que principalmente tratamos; pero no nos parece del todo fuera de lugar el aprovechar ésta ocasión, para decir dos palabras sobre un dato histórico que ofrece alguna duda.

 A todo el que ha leído en nuestros historiadores que hubo un Fernán o Hernán Pérez que fue señor o rey de estas islas, llama la atención que los mismos historiadores, o por lo menos Viera y Clavijo, confiesen que no saben quien era el dicho señor. Creo cosa cierta o sumamente verosímil, que no fue otro sino el mismo Hernán Peraza o Pérez que el P. Abreu Galindo dice –como hemos visto- mandaba una escuadrilla que aportó a Canarias en los últimos años del siglo XIV. Siempre me ha parecido cosa muy creíble- aunque poco importante- que ese señor fue el hijo y el heredero del de Almonaster, a cuyo favor traspasó Barba de Campos el derecho problemático que recibió de Maciot de Bethencourt. Esto se concilia con lo que dice Viera, que el Hernán contradijo ante el monarca de Castilla la posesión de las islas que quería tomar Campos. En tal caso, es evidente que Hernán Pérez Peraza, señor de Valdeflores, después de enajenar las islas a favor del conde de Niebla, volvió a ser señor de las mismas por su matrimonio con Dª Inés de las Casas. 

Hecha esa observación, pasaremos a otra:
Aunque es bien sabido que la isla de Lanzarote debe este nombre a un caballero francés o italiano que la invadió e hizo construir en ella un castillo; es sin embargo muy de notar que las cartas o mapas del atlántico que se conservan desde los siglos XIV y XV, no solamente confirman aquella noción, sino que con ellas se forma un dato o noción histórica que en vano se buscaría en otra parte. Ante todo debemos hacer constar que ese nombre fue bastante común por aquellos tiempos en España, Portugal, Italia y Francia; en todas esas naciones había muchísimas personas de ese nombre propio, que los franceses decían comúnmente Lancelot, y los italianos Lanciloto. Ahora bien, en todas las citadas cartas, dice Mr. de Avezac, se halla designada la isla, no solo con el expresado nombre propio, sino también frecuentemente con el apellido Maloisel o Maloxelo; y como ya tenemos manifestado anteriormente, sobre la isla aparece el blasón de Génova, lo que demuestra según el mismo autor que dicha isla fue considerada como una posesión genovesa.
 Es lástima que el curiosísimo portulano de Pedro Vesconte, que data del año 1318, y consta de nueve cartas, no contenga ninguna de esta parte del Atlántico; pues sería curioso ver como indicaban en esa fecha no solo la isla de Lanzarote, sino también las restantes.

Por otra parte, nuestro Núñez de la Peña consigna en su conocida obra, al hablar de la cesión de las Canarias, hecha a favor del almirante Braquemont o Bracamonte, que según varios autores este almirante envió a nuestras islas a un subalterno llamado Lanzarote, para que en su nombre y representación tomara posesión de ellas; añadiendo que de dicho lugarteniente tomó nombre la consabida isla. Es de advertir, que los autores de quienes copió esas noticias Núñez de la Peña, incurrieron en notorio error al dar las fechas de la merced hecha a Bracamonte y del traspaso que suponen hizo éste a favor de su pariente Bethencourt. La merced antedicha, caso de ser cierta, debió ser muy anterior, y tal vez se trate en aquella noticia del mismo Maloisel cuyo nombre figura en las cartas. En este caso, la expedición fue francesa y no genovesa; pero parece más verosímil que desde antes de los tiempos del dicho almirante, ya tenía aquel nombre la isla; a menos que los genoveses por vanidad hicieran figurar en las cartas como suyo un país que no era sino del primero que quisiera ocuparlo, con las fuerzas necesarias para la empresa.

Por lo demás, la familia de los Maloisel o Malocello figura desde muy atrás en las expediciones marítimas; en 1231 uno de ellos era el jefe de una flota genovesa de quince buques, mandada por la república en socorro de Ceuta. Oberto Malocello era desde 1114 uno de los cuatro cónsules de Genova.

 El citado Avezac menciona varios marinos al servicio de Francia, de la misma familia, entre ellos, dos del tiempo de San Luis, rey de aquella nación, y además otros tres Maloiseles que mandaban galeras al servicio de Felipe de Valois, en 1346, bajo las inmediatas órdenes de Floton de Revel.
  Pero ya lo hemos dicho en artículos anteriores, los mismos franceses y particularmente los normandos, fueron navegantes muy osados y conquistadores muy temibles, como que en una sola campaña (año 1006) invadieron y se apoderaron de la Gran Bretaña; la Inglaterra, hoy tan poderosa, fue una conquista de los normandos. Ya hemos dicho también que por este mar Atlántico llevaban sus exploraciones y su comerció hasta la Guinea, y es sumamente verosímil que aportasen en nuestras islas diferentes veces, antes de la llegada a las mismas del señor de Bethencourt.
 De esas expediciones normandas por el Atlántico hablan el P. Labat, en su Historia de las Costas de África occidental, Mr. Estancelin, en sus Viajes y descubrimientos de los normandos, en África y otros varios autores.

 No es imposible, pues, que el almirante Rubín de Braquemont, padre o hijo -se dice fueron ambos del mismo nombre,- tomara posesión de alguna de las Canarias, mucho tiempo antes del año 1402 en que Bethencourt se apoderó de la isla de Lanzarote.  Esto no aminora la gloria de los januenses, o genoveses antiguos, que tienen bien sentada la reputación de marinos intrépidos y experimentados; y esto hasta tal punto, que durante muchos años los monarcas de Portugal se valían exclusivamente de marinos de aquella república, para el mando superior de sus flotas, hasta para cada buque de guerra. En éstos se compartía el mando entre dos capitanes (lo mismo en la marina portuguesa que en las demás de Europa): el uno tenía a su cargo el barco y la tripulación para el servicio del mismo, o sea la gente de mar, y el otro mandaba exclusivamente las fuerzas que se destinaban a la guerra y a los desembarcos, lo mismo que la gente para colonizar o poblar los países conquistados.

 Puede decirse que Genova quiso emular las glorias de Roma y de Cartago, al menos, en cuanto al poderío marítimo. El tantas veces citado Mr. De Avezac, en su curioso trabajo impreso sobre las navegaciones en el Atlántico, repite que dos galeras genovesas intentaron desde antes del año 1285, pasar a las Indias por el mar de Occidente, y cita las autoridades en que esa noticia se apoya. Seguramente y como ya hemos dicho en nuestros anteriores artículos, no fueron esas galeras las primeras, ni las últimas, que antes de los tiempos del genovés Colón emprendieron la misma ruta. Pero ¡cuántas noticias se han perdido con el transcurso del tiempo! Por ello es que los eruditos han recopilado cuidadosamente todo lo que ha quedado y podido salvarse de los estragos del tiempo; y por ello reproducimos aquí varias de sus noticias, siquiera sean de poca o escasa importancia.
 Los reyes de Portugal, (ya lo hemos dicho) llamaron a los más célebres marinos italianos, para ponerles al frente de sus escuadras. En 1340 o anteriormente era primer almirante de Portugal el genovés Manuel Pezagno, y su hijo Lanzarote Pezagno lo era desde 1357. Otros genoveses y venecianos mandaron asimismo las flotas lusitanas; por que Venecia compartía con Genova la fama de producir los más expertos hombres de mar. A propósito de ello, citaremos aquí la interesante carta veneciana, llamada de los Pizzigani, que data del año 1367; en ella aparecen navegando por nuestros mares de Canarias diversos buques, cuyos pabellones ostentan indistintamente las armas o blasones de Venecia, Genova y Cataluña.
¡Cuánta gloria ignorada pudiera hoy y siempre reclamar España! Las referidas cartas de los siglos XIV y XV dan constantemente el nombre de Playas de España a casi toda la costa de África que se extiende desde el estrecho de Gibraltar hasta el cabo Non, o el cabo Cantín, lo cual demuestra la frecuencia con que los españoles pisaban aquel terreno, y quizá también la posesión del mismo que hubieran tomado desde los comienzos del siglo décimo cuarto, o mucho tiempo antes. Un autor italiano, Balducci, en su libro Practica Della mercatura, escrito por les años 1340, llama ciudades o villas de las playas de España a casi todas las del litoral occidental de África; y añade que las ciudades europeas que mantenían un comercio constante con esos puertos y plazas africanas, eran las de Mallorca, Pisa, Genova, Bruges, y Sevilla.


                                                                                       R. GARCIA-RAMOS.
         

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